Tuve que escribir el número cuatro con letra porque el teclado de mi computadora está descompuesto. El número seis es otra tecla que no funciona ni tiene tecla. Si como postula Macluhan, la tecnología es una extensión de nuestro cuerpo y de nuestra alma, la lap-top roja TOSHIBA C40, es una de mis pertenecías más entrañables. Parte de mi camino por el cielo, el infierno y el purgatorio está cifrado en datos y algoritmos, la forma en que hoy se mercantiliza al ser humano.
En estos días no dejo de darle vueltas al asunto. Si el capitalismo en la actualidad, más que un mecanismo, es algo parecido a un sujeto con conciencia propia ¿Cuál es el lugar de la persona de carne y hueso? O, en otros términos ¿Cuál es el papel del individuo en el proceso de acumulación? ¿Qué sigue después de la muerte del hombre y la muerte de Dios?
Nuestra paradoja es cruel. Hoy es quizá la época en la que el individuo, la mayor cantidad de individuos, han podido expresar su intimidad. Y al mismo tiempo, hoy, esa expresión de la psique, sirve a las grandes corporaciones para acumular datos y vendernos como mercancías a otras corporaciones para que compremos sus mercancías. Una maquina infernal y absurda que nos tiene al borde del colapso como especie.
Y, sin embargo, todos nos expresamos. O creemos que nos expresamos. Ya sea por medio de memes que otros crearon o por medio de fotos o escritos o videos, las redes sociales nos permiten una exacerbación del yo sin límites. Es lo que el filósofo Byung Chul Han conceptualiza como narcisismo en el vacío: ni hacemos comunidad ni lo personal se vuelve político. Y las horas de autoexplotación que pasamos frente a la pantalla alimentan al panóptico digital.
¿Todo es así de terrible? Desde luego que no. Lo terrible es que no hay puerta porque no hay afuera. Lo utópico y lo distópico conviven al mismo tiempo. Sin embargo, hay que intentar comprender como quería Hanna Arendt, desde la banalidad del mal; desde lo que nos hace superfluos. La solución de la filósofa era la contemplación y el diálogo silencioso del alma individual consigo misma.
Para mí, escribir forma parte de ese diálogo silencioso. Es, si se quiere, una acción contemplativa. Pero, ¿por qué publicar lo que se escribe? Cuando consulté el I Ching, el hexagrama El Pozo, creo también se refiere a la necesidad de ahondar en mi psique en relación al pozo de la internet. Como le dice un alma atormentada a Dante:
Felice te, che si parli a tua posta!
(Dichoso tú, que puedes decir lo que sientes)
La Divina Comedia es, entre otras cosas, un testimonio que se habla en primera persona. Para alcanzar la dicha de poder decir lo que se siente, Dante comenzó por el principio; comenzó por el Infierno.