«¡Oh ciego apetito, ira insensata que así nos precipita en la breve vida, y después nos abisma en tan miserable existencia eterna» Así, en un par de líneas, Dante resume las consecuencias que tiene la violencia en nuestras vidas: un ciego apetito que nos corroe y que daña al prójimo. En otras entradas he insistido en la necesidad de poner atención a la pandemia de trastornos psiquiátricos que se generaron y se seguirán generando a causa del gran reseteo que estamos experimentando a nivel global. Algunos estudiosos del tema plantean que las secuelas mentales que el confinamiento dejará en la psique serán incluso más apremiantes que las que deje la covid. Sin embargo, no se le está prestando la atención debida. Según James Hillman, que se aleja de los antiguos métodos terapéuticos, propone en su libro Un terrible amor por la guerra, que el arte es la manera en que se puede escapar a la violencia en distintas de sus manifestaciones. Para este psiquiatra jungiano, la guerra es inevitable y, siguiendo a Heráclito, es parte ontológica del universo. Visto desde esta perspectiva, el arte deja de ser un simple entretenimiento, pues si los conflictos son inevitables lo mismo que la violencia, la práctica y contemplación artística, puede ayudar a canalizar de otra forma esos impulsos destructivos inherentes al ser humano. Lo cual no es poca cosa. En fin, un tema álgido y que se presta a la amplia discusión. Aquí dejo el enlace de una conferencias de Hillman, que nos ayuda a comprender mejor el significado del viaje espiritual que es la Divina Comedia.
