¿Estamos muertos o somos unidad espiritual?
¿El presente transforma el pasado?
No sólo eso sr. Domínguez:
Somos carne de Adán y Eva
La misma carne de estrellas de hace milenios
Si bien este cuerpo colectivo no es nuestro
Y los vanidosos del feisbuk se burlan de nuestra fealdad
Y los envidiosos del feisbuk sólo se nos quedan viendo
Deseando lo que no tienen, dándoselo a quien no le importa.
Vamos pues, tú y yo, a darnos un beso y que nada nos importe
¿Y si ya estamos muertos?
Vamos y después del chispazo de nuestro beso
Aspiremos el vapor de las cosas
Lo que está lejos que se acerque
Como los naguales,
Están allá, tú los ves lejos, pero están aquí junto contigo
Bolas de fuego brincando entre los cerros.
Vamos con mujeres de hermosas mejillas
Saboreemos su carne de Adán y Eva
Besemos sus cuerpos como si fueran su alma
Que sean nuestro pan de cada día
Que el cuerpo de los hombres, nuestro cuerpo,
Sea el pan de cada día y que nazcan niños
La esperanza en cada inicio
El abrir los ojos por primera vez al mundo
Rä mui, rä pothe rä te
“El dicho gobernador los compelía a ejecuciones involuntarias
y les causaba otras vejaciones
por lo que hay que pagarles por su trabajo en tabla y mano propia
y en cuanto al punto de El Despacho
ellos los compelían a trabajar en las Milpas:
Por eso se hace servir a su alteza de declarar que
el pueblo no participó en beneficio alguno,
añadiéndose todo por testimonio y volviendo a correr vista”
Camino a Tezoantla, me senté a descansar
En el mismo encino en cuya sombra descansé ayer.
Su corteza está llena de musgo verde y suave
En su copa se dibujan rojos otoñales
Es un candelabro o una mano:
Cinco gruesos troncos surgen del tronco principal
Como si fueran cinco árboles.
En una parte de su tronco se descifran las letras
tAVH.
En otras partes están talladas letras ilegibles.
¿Fue en otro tiempo un árbol consagrado a algún dios?
¿Son iniciales que escribió gente enamorada?
Encinos: hambre de luz
Algunos crecen en zigzag para aferrarse a la luz.
Los encinos secos de hojas amarillentas,
Sobresalen moribundos de la aplastante mayoría verde
¿Caerán como un rayo en el desierto?
¿O les ayudarán los otros árboles a descansar?
Voces a la distancia
A lo lejos una multitud arremolinada
El griterío y la algarabía crecen
Pero sus rostros no se distinguen por los encinos:
Brazos serpientes en búsqueda de luz.
Las almas en pena gritan mi nombre por las calles:
¡Juan Nada, regresa ya de tu descenso al infierno!