Hasta ahorita encuentro la ocasión de hablar sobre Virgilio, el maestro y guía de Dante. Según las interpretaciones más comunes y populares, el poeta mantuano representa alegóricamente la razón. Pero hay que tener cuidado con esas interpretaciones simplistas y que reducen lo alegórico a una interpretación fija y acartonada. Sí, Virgilio en la Comedia representa alegóricamente la razón, pero simboliza muchas otras cosas más. Este tema sobre la alegoría, el símbolo y la imagen ha suscitado debates teóricos importantes. Sobre todo en el siglo XX, uno de sus defensores fue Walter Benjamin. En esa tesitura, Armando Bartra apunta sobre la alegoría:
En tanto narración, es decir en tanto proceso, la alegoría es progresión sustentada en la negatividad: lo que es alegóricamente es y no es lo que parece ser, pues potencialmente puede significar cualquier cosa. Y en tanto que alude a algo distinto de lo que aparenta, el relato alegórico trasciende el mundo profano e ingresa en el plano propio de las religiones.
Armando Bartra, Hacia un marxismo mundano. Había una vez…Crítica del discurso académico y encomio de la alegoría.
Ahora bien, la riqueza de lo alegórico estriba en su polisemia, en la casi infinita variedad de significados que se le pueden atribuir, y digo casi porque es evidente que hay un horizonte de sentido. Sin embargo, a diferencia del discurso académico, como plantea Bartra, el discurso alegórico admite esa pluralidad que nadie puede agotar. En ese sentido, cuando los críticos literarios o simples comentadores, insisten una y otra vez en que Dante utilizó y elevó la lengua del hombre y mujer de la calle a las esferas de la literatura universal, falta resaltar que esta elevación la hizo desde la narración alegórica, la cual permite que ese mismo populacho se adentre a temas que de otra manera estarían reservados a unos cuantos elegidos. Así, sólo falta algo de disposición por parte del lector o lectora para lanzarse a alguna interpretación desde su experiencia de vida. Las explicaciones eruditas a veces ayudan, pero otras muchas estorban. Por ello insisto que no se necesita tener muchos conocimientos sobre este poema para disfrutarlo. Sólo hace falta un poco de tiempo y sobre todo silencio, esto último muy escaso en nuestros días. De ahí las dificultades que en nuestros días pueda tener la lectura de poesía. ¿Cuánto nos tardamos en leer un canto de la Comedia? Según mis cálculos, no más de diez minutos. Lo complejo viene después de la lectura, cuando el sonido de las palabras y las imágenes que suscitan quedan reverberando en nuestra alma. Es ahí donde hay que poner una silenciosa pausa y reflexionar y contemplar. Sí, muy pocos podemos darnos ese lujo en estos días convulsos, incluso si estamos encerrados en nuestras casas.
Y es aquí donde quiero detenerme un poco en la figura de Virgilio, según la interpreto hoy que leí el canto VII del Purgatorio. Casi al inicio del canto Virgilio se encuentra con Sordello, un paisano del poeta, el cual dice:
Oh gloria de los latinos -dijo Sordello-, por quien nuestra lengua demostró su valía! ¡Honor eterno de mi pueblo! ¿Por qué gracia te encuentras entre nosotros? Si es que me consideras digno de tus palabras, dime si vienes del infierno, y en cuál recinto habitas
Ante estas elogiosas palabras, Virgilio explica que es la virtud celestial la que lo ha traído hasta esos lugares aún cuando ha conocido tarde el camino de la gracia. Después de platicar sobre el Limbo, el lugar reservado para los que no conocieron la religión que atiende a la culpa humana, el poeta le pide a Sordello le indique cuál es la puerta del Purgatorio (en este canto aún estamos en el antepurgatorio). Finalmente el paisano de Virgilio le dice que espere pues la oscuridad de la noche no les permitirá avanzar.
Ahora bien, la reflexión que me suscitó este canto y en específico este pasaje, es que Virgilio, a parte de representar ese lazo entre el mundo pagano y el cristiano, y aparte de representar a la razón en términos alegóricos, también representa un tipo de sabiduría a la que no estamos acostumbrados. Y es que el mantuano también representa la sabiduría rural y bucólica. Hoy todavía se leen con agrado sus Geórgicas que retratan ese idilio campirano. Ahí entonces, en el sabio maestro y guía, encontramos otro rasgo antimoderno. Para comprender esta dimensión hay que recordar lo que dice Marx en el Manifiesto del Partido Comunista. En ese celebre texto, señala que el capitalismo terminó con el idiotismo rural. Aún los más furibundos defensores del pensador alemán, no han podido negar que en uno de sus más célebres textos se haya referido así al mundo rural. Y creo que no podía ser de otra manera, pues en Marx encontramos no un pensador contrario a la modernidad, sino uno de sus mejores exponentes. Ante un pensador que defendió la ideología del progreso como él, en efecto, el mundo rural es símbolo de atraso y una rémora del pasado que el desarrollo del capitalismo se encargará de borrar. Hoy sabemos que las cosas no son así. El proletariado, la clase que según Marx acabaría con este sistema, está más que adaptada y perdió su talante crítico, si es que aún existe una clase que podríamos llamar proletaria. Los que están intentando ponerle un freno a este sistema de destrucción y muerte, como lo ha señalado el anarquista Chosmky, son los pueblos y comunidades indígenas y campesinas que, cada vez más por el cambio climático y otros fenómenos, cobrarán mayor relevancia, junto con otras propuestas urbanas, para organizar de diferente manera la economía y la sociedad.
Además, hay que añadir que la poesía necesita del ritmo rural para florecer y germinar. Al menos como la entiende Robert Graves en la Diosa Blanca:
¿Cuál es la utilidad o la función de la poesía en la actualidad? es una pregunta no menos acerba porque la hagan con insolencia tantos estúpidos o la respondan con apologías tantos tontos. La función de la poesía es la invocación religiosa de la Musa; su utilidad es la mezcla de exaltación y de horror que su presencia suscita. ¿Pero en la actualidad? La función y la utilidad siguen siendo las mismas; sólo la aplicación ha cambiado. Esta era en un tiempo una advertencia al hombre de que debía mantenerse en armonía con la familia de criaturas vivientes entre las cuales había nacido, mediante los deseos del ama de casa; ahora es un recordatorio de que no ha tenido en cuenta la advertencia, ha trastornado la casa con sus caprichosos experimentos en la filosofía, la ciencia y la industria, y se ha arruinado a sí mismo y a su familia. La actual es una civilización en la que son deshonrados los principales emblemas de la poesía. En la que la serpiente, el león y el águila corresponden a la carpa del circo; el buey, el salmón y el jabalí a la fábrica de conservas, el caballo de carreras y el lebrel a la pista de apuestas; y el bosquecillo sagrado al aserradero. en la que la Luna es menospreciada como un apagado satélite de la Tierra y la mujer considerada como personal auxiliar del Estado. En la que el dinero puede comprar casi todo menos la verdad y a casi todos menos al poeta poseído por la verdad.
De esta manera, para los que comprendemos así la poesía y disfrutamos de las vanguardias literarias de los últimos siglos sin dejarnos encandilar, Virgilio también es nuestro guía y maestro. Virgilio, el sabio poeta rural.