La envidia creo que es el más inútil y dañino de los pecados capitales. ¿Por qué Dante pone más abajo a la soberbia? La envidia es la tristeza por el bien del otro, según la definió Tomás de Aquino. ¿Hay algo más dañino? Cuando en una relación existe la envidia, las cosas no van bien. ¡Ay de ti lector o lectora si llegas a caer en las garras de una persona que te envidie! Ante personas con esta tendencia lo mejor es alejarse o ponerlas en su lugar. Entonces ¿porqué Dante no puso a los envidiosos en el Infierno que es el lugar donde deberían de estar? Así le informa Virgilio a su alumno, después de escuchar unas voces: «En este círculo se castiga el pecado de la envidia, y los instrumentos de castigo son palabras que expresan amor».
Más adelante, un alma en pena explica:
Yo nunca llegué a ser un hombre sabio, aunque muchos me tuvieran por tal; yo me complacía más en el mal ajeno que en mi propia dicha.
La clave para entender por qué los envidiosos se purifican en el purgatorio, la encuentro en la manera en cómo nos los presenta el florentino. Los envidiosos, por la manera en que los encuentra, provocan que en los ojos de Dante se concentre el dolor y afloren las lágrimas: van ciegos, cosidos los párpados con un hilo de hierro.
En una ocasión, mientras hablaba con campesinos hñähñu del Valle del Mezquital sobre la migración a Estados Unidos, alguien dijo:
— Así como hay una envidia buena, hay una envidia buena. La envidia buena es cuando alguien de la comunidad se supera, se va al gabacho y regresa y hace su casa y trae su camioneta, entonces a la gente le entran las ganas de superarse y tener lo mismo que el vecino.
Es así como desde hace décadas se ha formado una cultura de la migración que se expresa en las camionetas chocolatas y las casas estilo california.
La envidia mala también es conocida como «hacer mal de ojo» y se relaciona con la manera en que aparece en la Comedia, pero ¿La envidia mala y la buena están separadas? Me temo que no tanto. Muchas veces en los pueblos del Mezquital las cosas terminan en pleitos entre familias que escalan a niveles altos de violencia, lo cuál no los hace distintos a lo que sucede en otras partes todos los días. ¿Cómo logran atemperar esos demonios? Eso es parte de su peculiar e histórico modo de vida y a su religiosidad ligada a la fiesta. Y es que en la fiesta es cuando la comunidad es lo que importa y el que tiene más ofrenda al pueblo algo de lo que tiene. Cuando no se hace así, el santo patrón suele castigar severamente la avaricia o la soberbia. De esas historias hay por cientos. Todo mundo conoce a aquel pobre infeliz que tenía todo y por no cooperar se le enfermó un familiar o el mismo se enfermó y perdió todo y se quedó solo. O la historia de aquella muchachita que estaba muy bonita y le hicieron mal de ojo y enloqueció porque prometió colaborar con el santito y no lo cumplió.
El que siente envidia cae víctima de una furibunda ceguera: sufre y hace sufrir a los demás cuando alguien cae víctima de su meliflua mirada. Y es que el envidioso agarra a sus víctimas de uno en uno. En una sociedad como la actual, donde por todos lados y en todo momento se fomenta la competencia y el máximo rendimiento de los individuos, la envidia carcome las entrañas de muchas personas. No tenemos más que desear que si caemos enceguecidos por ese pecado, la envidia sea de la buena, y como Dante decir:
Es posible que mis ojos lleguen a estar tan ciegos como los tuyos, más eso será por poco tiempo, pues no ha sido grande la culpa mía de ver con envidia a nadie, y ahora es mayor el miedo que perturba mi alma, cuando veo los tormentos que allá abajo se padecen, pues imagino lo que sería un peso tal sobre mis hombros.