En este canto Dante muestra su visión del paraíso terrenal. Después de ver una procesión de almas vestidas de blanco radiante y los veinticuatro ancianos que venían de dos en dos, se «aparecieron en sucesión cuatro animales coronados de verdes hojas».
En el Libro de los Seres Imaginarios, Borges menciona a estos cuatro animales, haciendo referencia al Libro de Ezequiel y la Revelación de San Juan. Después menciona la importancia de estos seres para el Zohar. Finalmente cita a diversos autores y hace digresiones y juegos literarios. típico recurso borgeano. Pero me pregunto ¿Por qué no cita a Dante? ¿Olvidó Borges que en el canto XXIX se hace mención a estos animales y que Dante nos propone un debate sobre seres imaginarios? No lo creo. El narrador argentino valoró el legado del summo poeta. Más bien, creo que es un guiño al lector curioso y que gusta de los juegos intertextuales y de la Divina Commedia. Además, estos animales no se los topa en cualquier sitio. Están nada más y nada menos que en el paraíso terrenal. Así los describe Dante:
Y cada uno de ellos estaba provisto de seis alas de pluma, y las plumas estaban cubiertas de ojos tan vivaces que los de Argos no se hubieran diferenciado de aquellos. Pero no malgastaré los versos, lector, en describir las formas de aquellos animales, hay otra intención que me llama poderosamente: pero si quieres saber cómo eran, lee a Ezequiel, quien los pinta según los vio venir desde el Septemtrión, con viento, nubes y fuego, y como los hales en esos escritos, así mismo eran aquí, salvo por las plumas; aunque en eso Juan está conforme conmigo y difiere de Ezequiel.
¿En que difieren los animales según el libro de Ezequiel y el de Juan? Espero pronto subsanar esa ignorancia que tengo de la Biblia. Aunque algo que sí noto es que el primer libro es del Antiguo Testamento y el segundo del Nuevo.
A continuación agrego la entrada que aparece en el Libro de los Seres Imaginarios, donde se habla sobre estos animales. Tal vez algún lector agregue nuevas explicaciones:
Jorge Luis Borges: Haniel, Kaftsiel, Azriel y Anael
«En Babilonia, Ezequiel vio en una visión cuatro animales o ángeles, «y cada uno tenía cuatro rostros, y cuatro alas» y «la figura de sus rostros era rostro de hombre, y rostro de león a la parte derecha, y rostro de buey a la parte izquierda, y los cuatro tenían asimismo rostro de águila.» Caminaban adonde los llevara el espíritu, «cada uno en derecho de su rostro», o de sus cuatro rostros, tal vez creciendo mágicamente, hacia los cuatro rumbos. Cuatro ruedas «tan altas que eran horribles» seguían a los ángeles y estaban llenas de ojos alrededor.
Memorias de Ezequiel inspiraron los animales de la Revelación de San Juan, en cuyo capítulo IV se lee:
Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y en medio del trono; y al derredor del trono cuatro animales llenos de ojos delante y detrás. Y el primer animal era semejante a un león, y el segundo animal, semejante a un becerro, y el tercer animal tenía la cara como hombre, y el cuarto animal, semejante al águila que vuela.
Y los cuatro animales tenían cada uno por sí seis alas al derredor; y de dentro estaban llenos de ojos; y no tenían reposo día ni noche, diciendo: Santo, Santo, Santo es el Señor Dios Todopoderoso, que era, y que es, y que ha de venir.
En el Zohar o Libro del Esplendor se agrega que los cuatro animales se llaman Haniel, Kaftsiel, Azriel y Anael, y que miran al Oriente, al Norte, al Sur y al Occidente.
Stevenson preguntó que si tales cosas había en el Cielo, qué no habría en el Infierno. Del pasaje anterior del Apocalipsis derivó Chesterton su ilustre metáfora de la noche: «un monstruo hecho de ojos».
«Hayoth» (seres vivientes) se llaman los ángeles cuádruples del Libro de Ezequiel; para el Sefer Yetsirah, son los diez números que sirvieron, con las veintidós letras del alfabeto, para crear este mundo; para el Zohar, descendieron de la región superior, coronados de letras.
De los cuatro rostros de los «Hayoth» derivaron los evangelistas sus símbolos; a Mateo le tocó el ángel, a veces humano y barbado; a Marcos, el león; a Lucas, el buey; a Juan, el águila. San Gerónimo, en su comentario a Ezequiel, ha procurado razonar estas atribuciones. Dice que a Mateo le fue dado el ángel (el hombre), porque destacó la naturaleza humana del Redentor; a Marcos, el león, porque declaró su dignidad real; a Lucas, el buey, emblema de sacrificio, porque mostró su carácter sacerdotal; a Juan, el águila, por su vuelo ferviente.
Un investigador alemán, el doctor Richard Hennig, busca el remoto origen de estos emblemas en cuatro signos del Zodíaco, que distan noventa grados uno del otro. El león y el toro no ofrecen la menor dificultad; el ángel ha sido identificado con Acuario, que tiene cara de hombre, y el águila de Juan con Escorpio, rechazado por juzgarse de mal agüero. Nicolás de Vore, en su Diccionario de astrología, propone también esta hipótesis y observa que las cuatro figuras se juntan en la esfinge, que puede tener cabeza humana, cuerpo de toro, garras y cola de león y alas de águila.»