Este es el último canto del Purgatorio. Al inicio, las ninfas (no hay que olvidar que en el Paraíso son estrellas) con lágrimas en los ojos cantan mientras el rostro de Beatriz refleja tristeza y aflicción como María al pie de la cruz. Después, la musa le pide que se desprenda de toda vergüenza y temor y que no hable como un hombre dormido. Es entonces cuando ella le explica las extrañas imágenes que acaba de presenciar y le dice que su inteligencia dura como la piedra y ennegrecida por el pecado, le impiden comprender sus razonamientos. Aún así le dice:
Quiero que mis palabras queden en tu interior como si se hubiesen escrito, para que sirvan de muestra y testimonio, como bordón que lleva el peregrino, engalanado con hojas de palmera.
— Tus palabras quedarán en mí como la figura que guarda invariable la cera del sello -le aseguré-; pero ¿por qué tus palabras, que yo tanto he anhelado, ahora se elevan tanto que mientras más las sigo, las comprendo menos?
Entonces Beatriz le responde con una crítica a la escuela en la que se ha formado y a los conceptos que utilizaba hasta hace poco. Dante insiste que nunca se había alejado de ella y la prueba está en que no guarda remordimiento alguno. Ella, sonriendo, le explica que esa falta es por que «hoy mismo has bebido de las aguas del Leteo.» Para la purificación total falta que beba de las aguas del Eunoé, donde se se reaniman los buenos y adormecidos recuerdos. Al final, con sutileza y sinceridad, el florentino nos dice que ya no le queda espacio para escribir la experiencia de beber estas aguas, pues las hojas que estaban destinadas al Purgatorio, se han completado y no quiere excederse en su oficio. El canto termina con un terceto donde nos dice que beber de esas aguas le sentaron de maravilla, por lo que se siente como planta que le han brotado nuevas hojas» entonces me sentí realmente purificado y dispuesto para subir a la celestial morada».
A partir de mañana, empieza la lectura del Paraíso, la parte más contrastante con nuestra moderna manera de pensar y tal vez la que menos adeptos tiene, sin embargo para una cabal comprensión de la intensidad de la obra, hay que aventurarse en su lectura y sacar lo mejor como de un inagotable pozo, sobre todo como propondré, porque posibilita la reflexión sobre la reconciliación del hombre con el cosmos: nuestro paraíso cada vez más perdido y alejado.
Ahora bien, entre la composición del Purgatorio y el Paraíso median unos cuantos años. Me parece que Dante ha de haber quedado exhausto después de componer la segunda parte. También ha de haber quedado satisfecho y extasiado. Me parece que el narrar su viaje al inframundo constituyó una experiencia individual que en realidad lo purificó. ¡Quién se atrevería a decir que ha bebido de las aguas del Leteo y del Eunoé sin tener ese grado de certeza! Y la certeza la tenemos ante nuestros ojos, como la figura invariable que guarda la cera del sello. Y ese ejercicio de escritura que ayudó al Bardo, ahora nos lo entrega como un regalo. La Comedia exige la participación activa del lector, es por ello que en muchos pasajes apenas se dejan entrever las situaciones, los símbolos, los actos y las acciones. En otros de plano se oculta lo más importante. Dante quiere nuestra colaboración. No el lector pasivo y adormilado, sino el que participa con los ojos cada vez más abiertos.
La clave para comprender esta propuesta de lectura, creo encontrarla en la parte donde Beatriz le dice que escriba como testigo. Según Giorgio Agamben:
En latín hay dos palabras para referirse al testigo. La primera, testis, de la que deriva nuestro termino
“testigo” significa etimológicamente aquel que se sitúa como tercero (terstis) en un proceso o litigio entre dos contendientes. La segunda, superstes, hace referencia al que ha pasado hasta el final por un acontecimiento y está, pues, en condiciones de ofrecer un testimonio sobre el.”
Dante cumple a cabalidad con estas dos acepciones. Por un lado en su viaje sólo observa como tercero en el litigio entre el ser humano y el más allá. Por otro, él también experimenta ese viaje en carne propia y puede regresar para contarlo. Según Agamben, quien en realidad experimenta un acontecimiento – como los judíos en los campos de concentración- cuando regresa se queda mudo y sin palabras para poder comunicarlo. ¿Es esto así? Si el viaje de Dante al Infierno, el Purgatorio y el Paraíso no hubiese sido una ficción literaria, tal vez no lo hubiera podido narrar.
Theodor Adorno dijo que la poesía sería imposible después de Auswichtz. Me parece que lo que es imposible después de un hecho traumático es la prosa y lo crudamente literal. La poesía o la literatura en general, son la única posibilidad que tienen los parias y exiliados para expresarse subrepticiamente. Tal vez Dante no viajo al más allá, pero nos narró muchas de sus experiencias personales de forma alegórica y por ello, al ser testigo de su propia vivencia y metamorfosearla, trasmite problemáticas universales y que trascendieron su tiempo. Y es que la poesía, aquella que convoca a la Diosa Blanca, es un constante diálogo con el doble o lo que Jung llama la sombra.
Ahora bien, el viaje de Dante es a la vez individual y colectivo. Habla sobre una liberación individual sin olvidar que se forma parte de una comunidad de la cual se forma una relación dialéctica. A este respecto el joven Marx señala:
Por cuanto el verdadero ser comunitario, es la esencia humana, los hombres, al poner en acción su esencia, crean, producen la comunidad humana, la entidad social, que no es poder abstracto-universal, enfrentado al individuo singular, sino la esencia de cada individuo, su propia actividad, su propia vida, su propio goce, su propia riqueza, su propio egoísmo. La realidad de esta comunidad no depende de la voluntad humana; pero, mientras el hombre no se reconozca como hombre y, por tanto, organice al mundo de manera humana, esta comunidad aparecerá bajo la forma de la enajenación. Debido a que su sujeto, el hombre, es un ser enajenado de sí mismo. Esta comunidad son los hombres; no en una abstracción, sino como individuos particulares, vivos, reales. Y el modo de ser de ellos es el modo de ser de la comunidad.
Dante hizo una reflexión intensa sobre su individualidad y así nos otorgó una crítica de la comunidad que le tocó vivir. Y lo hizo por medio de la poesía, aquella luz que permite columbrar un mundo donde el hombre en comunidad se reconozca como hombre y como parte del cosmos.