Conforme avanzo encuentro cada vez más problemas para comprender los cantos del Paraíso. Sin duda este la parte que más dificultades me ha deparado. Creo que lo que más se me dificulta es comprender las intrincados planteamientos filosóficos. Les nombro filosóficos por no encontrar otro mejor nombre, pero en realidad es un pensamiento abigarrado de un poema total.

En este sentido, en el siglo XX se hablaba de la novela total, aquella que encerraba un mundo en sí mismo y que abarcaba en su composición múltiples problemáticas con el fin de captar las complejidades de lo real desde la narración en prosa. Desde luego, muchos de los experimentos novelísticos ya se encuentran trazados en la primera novela moderna, el Quijote. ¿A qué me refiero con poema total? Para ello basta puntualizar que el primer poema de esas características es la Divina Comedia, la cual nos presenta desde una cosmología, hasta planteamientos íntimamente psicológicos; desde la armonía del universo hasta las sutilezas de las más nimias gesticulaciones corporales; desde el temblor de una tierna hierbecilla hasta la influencia de los astros en el alma de las cosas.

Sin embargo, a diferencia de la novela cervantina, la Comedia no forjó una tradición poética con esa ambición de totalidad. Incluso los poemas más complejos de la modernidad se quedan cortos en sus aspiraciones y parecen simples notas (a veces muy largas) al pie de página. Sobre todo hay algo que se nota que se perdió en el camino: la capacidad narrativa y filosófica explorada en la Comedia. En el primer caso, aunque parece que el poema presenta una serie de hechos novelescos, creo que la manera de narrarlos es radicalmente distinta a la novela o el cuento. Ese es un punto a analizar con detención, pues si bien la poesía puede recuperar esa capacidad narrativa de la cual los poetas modernos temieron como a la peste, creo que la enseñanza dantesca es que esa narrativa se dirige a otros territorios que la novela o el cuento, por su forma, no pueden abordar.

Por su extensión y temáticas, es comparable con la Ilíada y la Odisea o la Eneida de Virgilio, pero no es un poema propiamente épico. Por su exploración del alma humana, recuerda a los trágicos griegos, pero no es drama y es comedia. Por la manera en que aborda el cosmos y la naturaleza, recuerda a Lucrecio, pero no es un poema cientificista. Por su composición en tercetos rimados, recuerda a los líricos de todas las épocas, pero es más que lírica intimista. Tal vez el vehículo de expresión del Alma, como en ninguna otra forma literaria anterior, sea el poema dantesco. Por ello es de tan difícil su clasificación.

Otra de las preguntas que me he hecho estos días, es saber porqué en el Paraíso se incluyen tantos argumentos filosóficos y porque eligió esa forma de expresión en verso cuando bien hubiese podido y de hecho lo hizo, expresar su pensamiento en un tratado en prosa escolástica. Otra vez, como en el argumento de la narrativa poética, creo que no se trata de filosofar en verso, como sí de sacar a flote intuiciones que sólo con el lenguaje de la poesía se pueden expresar. Tal es el caso del canto VIII.

En este canto llegamos a la esfera de Venus y Dante tiene una larga charla con Carlos Martel, el cual se presenta como un alma virtuosa y prometedora en el mundo terreno para evitar muchos de los males que por su tiempo sucedieron (sólo vivió hasta los 25 años). Como siempre, me detendré en lo que a mí me parece esencial resaltar del canto, pues detenerse en los detalles será cuestión de nunca acabar y eso sólo la lectura y relectura directa del poema nos puede dar. Esa parte esencial tiene que ver con lo que el psicólogo James Hillman, llamó la teórica de la bellota y que tiene que ver con el alma individual.

Me parece que es una parte esencial, sobre todo para nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, donde no sólo se plantea un mundo poshumano, sino que, como dijera Javier Cercas, es difícil alguien hable de alma sin provocar risa. Hoy, las teorías sobre el alma individual que predominan van del conductismo a la informática y la inteligencia artificial. Con el avance científico y la manipulación que las grandes corporaciones están haciendo a la psique colectiva, parece que el enigma del ser humano está quedando atrás. Como leí un Twitter hace un par de meses: el ser humano pasó de ser un misterio a ser después un enigma y ahora un algoritmo. Y es que si el Big Data sabe más de nosotros que nosotros mismos, extrayendo estadísticamente lo que nos hace iguales a los otros ¿es pertinente hablar de alma individual? Dante nos plantea algo que quizá no hay que retomar frente a este psicologismo desalmado.

Carlos Martel explica las dudas que el florentino tiene sobre el porqué de una semilla dulce nacen frutos amargos. Entonces explica cuestiones que tienen que ver con la Providencia y la necesaria armonía de lo existente, cuestión que, dicho sea de paso, aún en el caótico e indeterminado mundo del microcosmos cuántico, sigue asombrando a los físicos. Dante contesta que no es necesario ya que la naturaleza no puede ser defectuosa. Abordo entonces la cuestión a resaltar. Martel dice que el influjo de los astros tiene repercusiones en el comportamiento humano, pero no distingue entre las diferentes cualidades particulares que tiene cada uno de los seres humanos:

Es por ello que Esaú es de índole tan diferente a la de Jacob, y Quirino nació como un padre de tan vil naturaleza, que él mismo se pensaba hijo de Marte. Si la Divina Providencia no fuera superior a todo, lo engendrado sería siempre semejante a lo que engendra…La naturaleza se desarrolla mal cuando las circunstancias no les son favorables, como una semilla que cae en terreno infértil; así que si los hombres fuesen más atentos y reflexivos a las disposiciones de la naturaleza, y la siguiesen con naturalidad, todo sería mejor; pero ustedes desvían hacia la religión al que nació para llevar la espada, y coronan como rey al que hubiese servido para predicar, como si caminaran fuera del camino y hacia lugares inciertos.

En el Código del alma, James Hillman, contra el reduccionismo de las corrientes psicológicas que más o menos acabo de esbozar, dice que el alma individual es como una bellota, según la cual desde su nacimiento, el individuo tiene en germen su propio potencial. La metáfora de la bellota no es casual. Cuando por diversos factores ésta logra germinar, en la semilla ya se contenía lo que después será un roble muy particular y único. Quienes han leído el hermoso libro de Peter Wohlleben La vida secreta de los árboles, o han observado con mucho detenimiento y calma un bosque, saben que cada árbol, independientemente del conjunto y de las circunstancias en las que se desarrolla, es único y cuenta con una personalidad propia que se muestra a lo largo de su vida. Lo mismo nos dice Dante y Hillman sobre nosotros. Cada quien tiene una alma individual que es irreductible a los procesos de sociabilización y de la genética. Ni nuestros padres que nos engendraron ni las circunstancias en las que nacemos nos determinan. Hay algo que escapa a cualquiera de las múltiples determinaciones que existen.

Dante nos alerta al final del canto, que negar esa alma individual es lo que nos hace salirnos del camino y estar en la incertidumbre. En su tratado La Monarquía, dice que el Imperio es la mejor forma de gobierno pues es la que está más acorde con Dios, único creador y gobernante de este universo. Por ello, un gobierno monárquico garantizaría la paz para que cada quien pueda expresar de la mejor manera posible esa alma individual sin que las circunstancias le sean adversas. Hace algunos días, leía un artículo de un renombrado analista político que terminaba su artículo diciendo que lo contrario a la política es lo eterno. Parece ser que en el pensamiento de Dante no cabe esta disyuntiva. Para tener una política emancipatoria hay que relacionarla con una cosmovisión amplia que concuerde con el Universo. Dante es monárquico porque su universo está gobernado por un Bien Supremo. Hoy que nuestra concepción de la naturaleza es distinta ¿Qué tipo de reflexión es necesaria para que nuestras semillas no caigan en tierra infértil? Los árboles tienen una magia especial, es lo que nos permite conectar la vida terrena con la del cosmos, lo infinito con lo finito, por eso en el Génesis Dios los creo primero que a las estrellas. Si mi alma es ya un árbol torcido y chueco por las circunstancias ¿Qué nuevo mundo podemos hacer para que exprese su peculiar hambre de luz? Tal vez nunca pueda experimentar esa plenitud porque el mundo en el que crecí, en el que crecemos cada uno de nosotros, nos resulta a la mayoría adverso. Pero es hermoso tener la convicción de que hay algo de mi alma que escapa a los condicionamientos, enajenaciones y violencias del capitalismo salvaje.

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