Estamos en el el cuarto círculo, el del sol. Cuesta trabajo pensar que el sol sea una esfera más, junto con la Luna, Venus, Mercurio, etc. actualmente reconocemos al sol como la estrella al rededor de la cual giran los demás planetas. Entre más lo pienso, creo que la cosmovisión de la Edad Media es completamente distinta a la nuestra. En eso Dante nos lanza puentes a través de su poesía. Tengo para mí que el Bardo sabía que había mucho más cosas en el cielo y en la tierra de las que soñaba la filosofía escolástica. Faltaban siglos para que la teoría heliocéntrica rindiera sus frutos y para que la iglesia condenara a Galileo por sus descubrimientos científicos. Sin embargo, a pesar de esas diferencias, lo que Dante quiere comunicarnos, lo que quiere cantar es una experiencia común a todos los hombres. En este sentido aspira a la trasmisión de una experiencia trascendental e íntima a un tiempo. Para ello, exige la colaboración activa del lector.

Recuerdo que en mis años de estudiante universitario leí Rayuela por primera vez. Ahí Cortázar hace un llamado a la colaboración activa del lector. El juego que la novela propone me fascinó en aquel tiempo y me sigue fascinando, aunque ahora reconozco que muchas veces los autores nos quieren hacer pasar por novedades lo que no lo es. No es el cuentista argentino el único que no recuerda o desconoce o finge desconocer el legado dantesco. En estos meses de lectura me he dado cuenta que muchas de las supuestas invenciones vanguardistas, ya estaban prefiguradas en este poema. El canto X del Paraíso, me permite una vez más puntualizar el papel activo que exige al lector. No podría ser de otra manera, el viaje al Más Allá, no sólo se propuso transformar a su autor sino a cada uno de los lectores nos propone una regeneración espiritual. En este punto crucial para comprender la obra dantesca, es más radical que los experimentos vanguardistas del siglo XX que muchas veces experimentaron con el lenguaje y nada más.

Así inicia el canto X:

Mirándose el Padre en el Hijo con el eterno Amor que nace entre uno y otro, la inefable Omnipotencia de Dios produjo todo aquello que se puede ver con la mente y los sentidos, de modo que aquel que los contempla con el espíritu abierto no puede menos que maravillarse y deleitarse en ellos. Levanta, pues, conmigo ¡oh lector! los ojos hacia las encumbradas esferas…

¿Qué es todo aquello que se puede ver con los sentidos y la mente? Los sentidos humanos son limitados, pero el poder de la imaginación nos hace ver cosas invisibles. Por ello Dante nos invita a levantar con el los ojos. Aquí como en buena parte del Paraíso, la mirada, la visión y el ojo tienen un papel simbólico muy importante y que va más allá del simple acto de observar: también se ve con los sentidos y la mente. Apenas unas cuantas líneas más adelante, una vez más, el florentino hace un llamado:» Ahora descansa en tu asiento, lector, y reflexiona acerca de estas cosas que yo solamente esbozo, si es que tu ánimo se mueve hacia el entusiasmo más que hacia el tedio.» Como ya había mencionado, una de las novedades del poema es que reivindica el lenguaje escrito y la reflexión. Aquí también se nos señala que lo que nos esta siendo presentado es apenas un esbozo y que necesitamos hacer un esfuerzo de interiorización. De esta manera, me parece que al decirnos que lo que ahí está expresando sólo es un esbozo no es sólo un recurso retórico para incentivar la imaginación del lector. Es también una especie de llamada de auxilio ante la incapacidad de expresar lo inefable.

Y si en los tiempos de Dante ya advertía de quienes en la lectura su ánimo caía en el tedio ¡Qué no diría en nuestros días, donde alternamos el tedio con la distracción del multitasking! Sin duda hemos perdido muchas capacidades como lectores. Una de ellas es lo difícil que resulta darnos el tiempo de degustar una obra, de seguir su ritmo, sus profundidades, sus reflexiones y visiones. Hoy, cualquier persona medianamente educada a leído más libros que muchos de los hombres de la antigüedad. Tenemos información disponible con un sólo clic que ni siquiera imaginaron los antiguos pensadores. Pero no por eso somos más sabios. De hecho, tal vez ahora nuestro problema sea el contrario al que enfrentaron los hombres y mujeres de antes: necesitamos una desintoxicación del infovirus con el que hemos sido inoculados desde hace décadas.

Aquí es donde quisiera abordar el transhumanizar, la palabra que Dante inventa para explicar su experiencia en el Paraíso.

Después de hacer la invitación al lector a participar de su visión, Dante explica cómo su ascensión al cuarto círculo se da de manera súbita «que la acción no era medible en el tiempo». Entonces al relatar los fulgores de aquel Sol en el que se introduce, el ingenio, el arte y la experiencia no sirven para expresar su visión » aunque en el fondo todos tenemos la intuición de lo que se trata y el ansia de experimentarlo; a pesar de nuestra imaginación no pueda construir las figuras de cosas tan sublimes, por lo que no debe sorprendernos que nuestros ojos no hayan visto luz superior a la del Sol»

Al inicio del canto, se nos dice que Dios produjo todo aquello que podemos ver con la mente y los sentidos. Ahora nos dice que hay cosas que intuimos, pero que no podemos construir en figuras y que nuestros ojos no han visto luz superior a la del Sol y al decírnoslo también nos dice que hay otro tipo de luz que nuestros ojos no pueden percibir. Es el Sol de los ángeles, donde el poeta se encuentra y por lo que Beatriz lo invita a dar gracias por lo que Dante tiene una suerte de arrobo que lo hacen olvidarse de su Señora y entregarse de corazón y volver sus ojos hacia Dios. Ella sonríe y entonces su bello rostro se funde con la visión del espíritu que en esos instantes él experimenta.

Dice Gaston Bachelard en la Poética del Espacio, que la fenomenología de la imagen poética es posible cuando se captan unos cuantos versos o estrofas en la totalidad de un poema. Si tomamos en cuenta que un canto es una totalidad en sí misma aunque forma parte de una totalidad mayor que es el poema en su conjunto, puedo señalar que para captar la fenomenología de la imagen poética de cada canto no es necesario hacer una explicación exhaustiva de cada terceto. Más bien mi tarea es la de resaltar esas partes que más se impregnan fenomenológicamente como imágenes y que ayudan a comprender el canto como parte de una totalidad orgánica. Y he encontrado otra clave para entender la compleja tercera parte del poema: el verbo trasnhumanizar. Eso es lo que Dante experimenta en su viaje en el no tiempo y el no lugar que es el Paraíso.

Trasnhumanizar es aquella experiencia que va más allá de lo humano y que está encaminada a a tener una realización mística y trascendente en Dios. Pongo en cursivas la preposición en, para remarcar que esa realización total que se busca no es con Dios sino en Él. A esa experiencia también la llamo, retomando la descripción de Einstein, como Religiosidad Cósmica.

Como señala Dante, esa acción, el transhumanizar, es algo que nos acerca a lo inefable y que cualquier persona intuye y desea experimentar. Ahora que he investigado más sobre esta palabra, me encuentro que es utilizada por un movimiento de científicos (uno de sus principales fundadores es el filósofo Nick Bostrom, el mismo que postula que somos una simulación de realidad virtual) que se hacen llamar transhumanistas, pero despojando a la palabra de su trascendencia: lo que se busca es mejorar la capacidades humanas por medio de la tecnología, según las posturas más extremas se trata de rediseñar la condición humana y terminar con el envejecimiento, las limitaciones intelectuales, el sufrimiento, la mortalidad y el confinamiento en el planeta Tierra. Tal vez si esto lo estuviera escribiendo hace treinta años, parecería que un movimiento (tienen hasta un manifiesto) con estas características, no pasa de ser una charada de unos cuantos lunáticos. Actualmente esto no es así y las ideas transhumanistas tienen muchos adeptos. La explicación la encuentro en que usan como bandera uno de nuestros recientes y más arraigados mitos. La mayoría de las personas creemos que la tecnología tiene una solución o está por encontrarla para muchas de las preocupaciones humanas. Por ejemplo, con los avances en la ingeniería genética, estamos a un paso de que se puedan hacer modificaciones en el comportamiento y en el intelecto human. Esto antes sólo eran una especulación de algún marginal grupo neonazi. Ahora es tan posible que el tema plantea ya una serie de dilemas éticos y políticos centrales.

El verbo inventado por Dante y ahora transfigurado como «la idea más peligrosa para los sistemas democráticos» según señala el filósofo Fukuyama, también busca esta trascendencia de las limitaciones humanas, pero desde lo humano y, sobre todo, como insistentemente señala nuestro poeta, sin contravenir las disposiciones de la naturaleza. En el fondo, lo que busca el transhumanismo moderno es eliminar aquello que permite experimentar o al menos intuir, la trascendencia de lo humano. Quieren eliminar el sufrimiento, pero ¿Qué sería de las alegrías trascendentes de una vida humana sin sufrimientos o, en terminos dantescos, qué sería del Paraíso sin el Infierno y el Purgatorio? Aunque suene tentador, quieren eliminar la vejez, pero ¿Qué sería de nosotros sin las huellas en nuestro rostro y cuerpo que nos indican que hemos experimentado y vivido el mundo y que son parte de nuestra identidad? Quieren hacernos menos tontos, pero ¿en realidad sería inteligente aumentar nuestra capacidad intelectual de manera artificial? Quieren hacernos inmortales, pero ¿Cuáles serían las consecuencias si nuestra vida se alargara exponencialmente? Algunos científicos señalan que si este movimiento tuviera éxito y mayor eco, la humanidad podría incluso aniquilarse a sí misma sin garantía de que las máquinas nos sustituyan.

He echado un ojo a algunos de los ensayos dantescos que hay en la red y no hay ninguno que aborde la diferencia entre el transhumanizar que Dante plantea en el Paraíso y el giro tecnológico actual que han hecho este grupo de científicos. Sólo encontré un artículo sobre el transhumanismo moderno que reivindica el origen dantesco del término. Me parece que con esa palabra, el summo poeta nos lanzó un reto que apenas podemos intuir. Para los que aspiramos a ser poetas y pensadores de nuestro tiempo, esa palabra es incluso un regalo y una herramienta para la crítica.

Aquí dejo un video sobre el tema:

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