Ayer señalé cómo Dante nos invita a viajar con él hacia la luz. En el siglo XX, Husserl decía que una de las principales tareas de la metafísica sería regresar a las cosas mismas. En esa línea de pensamiento, Bachelard realizó una serie de trabajos sobre la psicología de los cuatro elementos. Hace mucho que leí esos cuatro fascinantes tratados y si mal no recuerdo, se toca desde luego el tema de la luz, sobre todo en los elementos agua y fuego, pero no se propone ni se aborda por separado una poética de la luz. ¿En qué consistiría realizar una fenomenología de este tipo?
La luz nos presenta un reto imaginativo y de comprensión que, sin lugar a dudas, nos lleva a los asuntos divinos. Desde que amanece hasta que anochece, las veinticuatro horas al día, la luz tiene diferentes ritmos. No es la misma luz primigenia de la mañana que la luz cenicienta de los atardeceres, esa luz que a veces parece que palpita anaranjada en los muros y las acequias. Esos distintos matices se pueden percibir a lo largo de la Comedia. Simplificando un poco, el Infierno es un reino nocturno, sin luna y sin estrellas. El tono lumínico del Purgatorio corresponde al despuntar del alba, la hora de la esperanza. El paraíso nos presenta la luz del mediodía y la luz de la medianoche chocando en un constante juego dialéctico. La hora en que las cosas parecen más ciertas porque se manifiestan a nuestra mirada como si los rayos del sol y las demás estrellas penetraran el agua de un lago cristalino y puro: las estrellas y los planetas en lo alto y las cosas palpitando con singular luminosidad en la Tierra; lo alto y lo bajo en armonía. Una luz abigarrada de símbolos. Una luz del alma:
Cada uno se volvió al punto de la esfera en la que antes se encontraba, y ahí se quedaban, inmóviles como velas en su candelabro; pero dentro de aquella luz que recién me había hablado escuché una voz que me decía de manera jovial:
-Como yo impregno de los rayos de la luz eterna, y con sólo contemplarla descubro el contenido de tus pensamientos…
Así, a lo largo de los cantos del Paraíso, un concepto-imagen clave será el de luz y sus metáforas y sinestesias. Más adelante, Santo Tomás cuando habla de Francisco de Asís, se refiere a él en términos bastante crípticos como un Sol que desde su tierna infancia empezó a amar a la belleza inefable, cada día con más fuerza. Y una vez más se presenta esta dialéctica mediodía/medianoche:
Para no parecer todavía más oscuro y enigmático, diré que Francisco y Pobreza son estos amantes a quienes aludo en mi confusa plática. Su íntima unión, sus alegres semblantes y sus dulces miradas imprimían santos pensamientos en los demás, a tal grado era ese amor visible.
Alegóricamente ¿Quiénes son Francisco y Pobreza? Sol de la mañana y mujer que otros rechazan, representan un matrimonio que inspira santos pensamientos en los demás. Es posible acercarnos a esa luz en vida pero para ello teneos que casarnos con Pobreza. En Monarquía, Dante señala que el libre albedrío se pierde cuando dominan los apetitos sobre nuestros juicios sobre las cosas. Cuando caemos presas de los apetitos y estos nos dominan, la luz se apaga. Para poder ascender al Paraíso necesitamos un alma pobre en apetitos y hambrienta de luz.
Tan claro como el agua que Santo Tomás tiene que recurrir a imágenes cada vez más complejas.
El canto inicia con exclamaciones que comparan la vanidad de las cosas terrenales y la trascendencia de las cosas celestiales. El canto termina con el filósofo escolástico diciendo a Dante que es seguro le siguen pareciendo ininteligibles sus palabras. El Paraíso, un canto a la luz inefable, mientras más ilumina nuestra imaginación, más austero y polisémico se torna.