Hace unos días, cuando andaba de la mano de Dante en el Purgatorio, lancé la propuesta de interpretar la comedia como si fuera un arte de la fuga pero en vez de con sonidos hecho con palabras. Desde esa perspectiva, decía que el terceto es el sujeto elemental de este singular arte dantesco.

No sé hasta donde sea válida esa comparación pero me sirvió para comprender la importancia del inicio del poema. En el terceto inicial se encuentra concentrado todo lo que vendrá después. Por ello lo imagino como una semilla que después se desarrolla lentamente. O como un tronco de un árbol que se ramifica infinitamente.

En ese memorable terceto encontramos los siguientes elementos: En medio del camino, como indicador de viaje y movimiento justo en el medio de una crisis, de nuestra vida, porque Dante se refiere a una experiencia, se encontró en una selva oscura, el lugar siniestro como símbolo, que la directa vía era perdida, como reiteración de ese camino que se tuerce. Ahí, en esa semilla, se encuentra el actor principal hablando en primera persona, el germen de la historia a un tiempo íntima e individual y colectiva. De igual forma muestra que ese mundo se salió de su recto cauce y que sucede, al menos de inicio, en una selva. Por último, está lo que no se dice pero que forma parte integral del primer terceto: el objetivo si se está perdido, será recuperar el camino correcto y la luz.

Si recordamos que para interpretar la Comedia se debe de hacer en cuatro sentidos distintos, el análisis sólo del primer terceto se puede alargar indefinidamente. Esa es una de las magias de esta obra, la infinita cantidad de interpretaciones que acepta y de hecho propicia.

Ahora bien, esa riqueza de la estructura mínima del poema, es decir, el terceto, que encontramos al principio, es posible extrapolarla en cada canto. Y es que el poema es una totalidad orgánica y los cantos son las partes. A su vez los tercetos son las partes esenciales de cada canto. Según la armonía dantesca, esas partes se deben de corresponder con el todo. si esto es así, cada terceto contiene partes que comunican con la totalidad del canto y cada canto contiene una parte de esa totalidad que es el poema. He ahí una de las principales dificultades a la ora de interpretarlo: nos encontramos con un universo en contante interacción.

Además, si uno observa con cuidado la estructura de cada canto y trata de encontrar sus regularidades, se dará cuenta que no hay casi variaciones en la manera de presentar la visión, como si fueran retablos muy diferentes pero que en su conjunto formaran parte de un cuadro mayor. En el caso del canto XIII, quisiera aplicar mi hipótesis del terceto como célula básica del cuerpo orgánico que es el poema. Para ello retomo el terceto inicial:

Immagini chi bene intender cupe

Quel ch´io vidi (e ritegna l´image,

Mentre ch´io dico, come ferma rupe)

El que quiera comprender bien lo que entonces vi, imagínese -y fíjelo en su mente como en la dura roca-.)

A diferencia del terceto inicial del poema, el terceto inicial de este canto carece de un espacio pero precisamente porque esa es la invitación, presentar lo que el poeta vio. Aquí Dante ya incluye al lector como acompañante del viaje, apelando a la facultad imaginativa y pidiendo que fije como en roca lo que se mostrará a continuación.

Entonces se habla de constelaciones y del tiempo del cielo tan distinto al de la tierra. Nos habla de cantos que se entonan a las tres Personas, nos habla de la esencia divina de esas personas que se unen en una en el humano. En metáforas abigarradas y complejas nos hace referencia a Adán y a Cristo y nos acerca en voz de santo Tomás, algunos de los misterios de la trinidad. Nos habla de cómo el sello de la idea divina se encuentra en todo lo existente. Nos habla de cómo Dios es un artista imperfecto cuando trata de realizar su idea en la naturaleza. Nos habla de como Dios imprime en la materia la luz de la virtud ideal y «dotando a la tierra de todo cuanto conviene a la naturaleza animal y propiciando que en el seno de la Virgen sea concebido el ser que trasciende al hombre». Al final habla de Dios como el Rey y primer padre del universo al que nadie se compara. Por último, ante la aparente oscuridad de las palabras, santo Tomás hace un llamado a que el Bardo camine con pies de plomo y lentamente, «como quien está cansado» a fin de discernir con la debida reflexión y no caer víctimas de juicios precipitados, víctimas del ofuscación del entendimiento causado por las pasiones pues: «quien se comporta de esta manera es como si hubiese hecho el viaje en balde, pues regresa más ignorante de lo que se fue, pues quien carece de arte no encuentra la verdad».

¿Qué es, de todo lo expuesto en el canto, lo que que Dante quiere que fijemos en nuestra mente como en dura roca? Para empezar quiere que no nos vayamos, a estas alturas del viaje, a desviar de nuevo del recto camino. Quiere que pensemos y contemplemos junto con él. Y que lo hagamos pasito a pasito. Los aprendizajes del Paraíso son de maduración lenta, pertenecen a otra temporalidad.

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