James Hillman, cuyos libros me suelen deparar horas felices, dice que si alguien cree que la esperanza es una virtud, en vez de creer que es un delirio, entonces esa persona es cristiana. De igual forma señala que los seres humanos somos historia encarnada y, después de milenios de influencia, en buena medida, todos somos cristianos. Para otro pensador, Ernest Bloch, por el contrario, la esperanza es un principio que guía nuestras acciones en el presente. En otras palabras, es la manera en que adquiere sentido el tiempo histórico, social e individual.

En el canto XXV, Dante da una interesante definición de La Esperanza:

Es una certidumbre de la vida futura, producida por la gracia de Dios y los méritos precedentes, y de esta luz me han hecho participe muchas de las luminarias que he conocido en estas regiones, pero quien primero me infundió el sentimiento de comprensión fue el cantor del Ser Supremo, cuando dice: «Esperen en ti, los que saben tu nombre»; pero el que tiene una fe como la mía ¿podría no saber su nombre?

Como habremos de recordar, en la ancha puerta del Infierno hay una inscripción que entre otras cosas dice: quien entre aquí, abandonad toda esperanza. Para Dante, al contrario de Hillman, el delirio inician cuando se abandona este principio, pero a diferencia de Bloch, pasado, presente y futuro, forman parte de la fuerza del principio de esperanza. De ahí que la propuesta en la Comedia, sea analizar la historia como un acto sincrónico único. Me explico. Para el florentino, la esperanza es la certidumbre de la vida futura; certidumbre que está contenida en el propio proceso histórico que inició con la libertad humana, en ese instante primigenio en que se desobedeció el mandato divino y se decidió probar del árbol del conocimiento. La historia, en este sentido, es un largo peregrinaje en búsqueda del paraíso perdido. Sin embargo, esa certeza no hay otra manera de vivirla que en el presente, cualquiera que sea ese presente.

Ahora que he estado leyendo sobre teoría de la relatividad, me he encontrado con opiniones sesudas sobre la posibilidad que con base en esta teoría, el pasado, presente y futuro sean una ilusión. el propio Einstein, escribió a la hermana de un colega recientemente fallecido: «La distinción entre pasado, presente y futuro es una ilusión, por persistente que esta sea». De igual forma, Dante hubiese podido decir lo mismo para explicar su visión histórica, que por cierto, como se expresa en el Paraíso, no esta ajena a una visión cosmológica y psicológica. ¿Cuáles son las consecuencias de esta visión?

Francis Crick, dice que lo que hace poderosa a una teoría científica son dos cuestiones. La primera es que se tiene que contraponer a otra teoría y la segunda es que tiene que ser predictiva. ¿Se puede aplicar el mismo criterio a una visión poética? Por lo que respecta a su lado predictivo ya he señalado la vertiente profética del poeta italiano. Sin embargo, ¿Aún en nuestros días la Comedia guarda ese poder predictivo? y si es así, ¿Qué es lo que otorga esos componentes de predicción sobre nuestro futuro? Para responder, quisiera retomar lo que escribí sobre el momento apocalíptico. Dante cree en que la historia tiene un principio a partir del pecado original y que tendrá un fin el día del juicio final. Ahora bien, creo que para comprender la postura dantesca, tenemos que analizar esta concepción de la historia no como una visión meramente subjetiva, sino como una ideología que se puede analizar objetivamente. Esta visión histórica es algo que está sucediendo en nuestra realidad social. No por nada hay un reloj manejado por científicos al que llaman el reloj del juicio final. A tal grado somos historia encarnada que el apocalipsis lo venimos cumpliendo a cabalidad desde hace bastantes siglos. Y no es algo que sólo ocurra en nuestras cabezas. Si así fuera, la solución sería cambiar nuestras ideas y ya está. No, la historia está encarnada en nuestro sistema de acciones y sistema de objetos que hemos creado. Es, por así decirlo, una profecía autocumplida.

En un proceso donde pasado y presente y futuro, son inevitables porque ya sucedieron ¿Queda lugar para la esperanza? En la visión dantesca, la promesa de la vida futura, es precisamente lo que hace de la historia la aventura de la libertad humana. Como sabemos, Dante también vivió momentos de profundas crisis y transformaciones. En ese contexto, él creyó que estaba viviendo el final de los tiempos. Desde luego, esto no fue así, pero fue la promesa de lo que vendría después lo que le hizo percibir algo de todo lo bueno y lo malo por venir. Tal vez, esa sea nuestra misma situación. El principio de esperanza parece que no emerge en tiempos de estabilidad. La esperanza de un mundo mejor, el tiempo de la utopía y el paraíso en la tierra, emergen cuando todo parece perdido, inevitable e ineluctablemente. Es una luz que viene del futuro, para recordarnos que hay una promesa que tenemos que ayudar a cumplir. ¿Cuál es la certeza de esa vida futura? No es algo que se pueda conocer. La certeza es distinta a la verdad. Es como el nombre de Dios. ¿Quién puede saber cuál de todos es su nombre verdadero? Pero en la certidumbre de nuestro presente, en actos y pensamientos, en las cosas que nos rodean, en el cosmos que habitamos, siempre hay algo del amor y belleza de esa luz eterna que se manifiesta como símbolo del estado de cosas que podría venir.

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