Dante no tiene conversaciones con Cristo. Esto ya lo había notado Borges, aunque la explicación que da no me convence del todo. Tengo otra hipótesis: creo que el poeta no incluyó un diálogo con el Redentor porque el intento a lo largo del Paraíso es presentar una imagen no antropomórfica de Dios. Y es que en estos ámbitos celestes no aparecen figuras humanas a diferencia del Purgatorio y el Infierno, pues la trascendencia, la transhumanización requiere que el alma se libere del cuerpo y sus sombras.
Sin embargo, en este canto sí hay un encuentro con Adán, fruto único que nació maduro como lo describe el Bardo que le solicita disipar muchas de sus dudas. Con la imagen de un animal que se mete en un saco y se agita y desespera, así de ansiosa se pone el alma del primer hombre por complacerlo, y dice:
No es necesario que me expreses lo que piensas, lo conozco mejor que conoces tú aquello que tengas por mejor sabido, pues yo lo veo en el espejo que reproduce todos los objetos, aunque ninguno de ellos se reproduzca en él; es por eso que me doy cuenta de que tú quieres saber cuánto tiempo hace que Dios me ha puesto en el Paraíso terrestre, de donde te trajo la dama que te acompaña; y también quieres saber la causa de la divina cólera, y cuanto se deleitaron mis ojos en la visión del Creador, así como el lenguaje que usé para comunicarme con Él y del que fui inventor.
Entonces en boca de el mismísimo Adán, el florentino se atreve a añadir un argumento a los motivos por los cuales Dios lo expulsó junto con Eva. El largo destierro, nos dice, no se debió por degustar del fruto prohibido, sino la desobediencia del mandato divino. Y se lo dice ahí, muy cerca de donde se encuentra el motor inmóvil. Lo cual es una manera de expresar que sin la rebeldía de Adán y Eva no hubieran pasado del Paraíso terrenal, ni hubiera habido historia humana, pero tampoco divina. Por eso es que le dice a Dante que no necesita hablar pues conoce sus pensamientos por el espejo que reproduce todos los objetos.
En la cábala se dice el Adán Kadmon es una especie de arquetipo o idea platónica del hombre-mujer primordiales que emanan del Ain Sof, o Dios supremo. El Adán Kadmon es también luz divina sin recipientes. Es decir, es preexistente incluso a la creación del cosmos. Así, si el árbol de la vida, cuyas diez esferas son las emanaciones de todo lo existente, también son las esferas con las que se crea el ser humano. Microcosmos y macrocosmos se unen; el infinito universo de allá fuera está dentro de nosotros. Dante parece coincidir en algunos aspectos con esta visión del mundo: los seres humanos participamos de la creación. Sin embargo, difiere en que el hebreo, la lengua que inventó Adán, sea la misma que utilizó Dios para crear el universo, como sí creen los cabalistas: «Es un acto natural el que el hombre hable, pero el sistema de palabras que se emplea es propio de los hombres y la naturaleza deja proceder con libertad en esto». Al final del canto hace mención a la interminable obra de las gentes de Nemrod, es decir, la torre de babel. Sí la cábala postula que Dios creo el universo con las 22 letras del hebreo, el summo poeta, padre de la lengua italiana, difiere: cualquier lengua está tan cerca y tan lejos del desconocido lenguaje divino y sirve para comunicarse con Él. Para nuestro poeta no hay ni pueblos elegidos ni lenguas privilegiadas.