Teodolina Barolini, en su comentario a este canto en Digital Dante, lo titula Viejo y Nuevo Universo. En estos difíciles cantos del Paraíso, he sido afortunado en encontrar estos comentarios que me han aclarado la lectura. Según la autora, en este canto metafísico, Dante nos presenta una nueva visión del universo. Se pasa de considerar a la tierra como el centro a considerar a Dios como un punto luminoso en el centro del cosmos. Ese punto brillante que es Dios, infinitesimal e indivisible, es como un punto matemático, nos dice la autora.

Ahora bien, el viejo universo es el universo físico y el nuevo universo es el universo metafísico. El intento del canto es tratar de reconciliar estos dos universos en uno Es, como señala Barolini, uno de los grandes cantos sobre la inteligencia divina y dice «Este punto es a la vez, centro y circunferencia, es a la vez, la profundidad agustiniana y la inmensidad aristotélica» Así entendido, la paradoja de los dos universos, está también en nuestra mente y por lo tanto podemos percibir ese punto del motor inmóvil dentro de nosotros.

El poeta peregrino enlaza el universo sensible y material con el universo inmaterial y espiritual. Como también señala Barolini, el florentino transgrede los límites del espacio y tiempo: en el empíreo, a la vez está en el motor inmóvil que mueve el mundo físico y metafísico. ¡Y él está ahí como mortal!

No me voy a detener en cada uno de los puntos claves del canto, porque creo que Barolino los aborda de manera muy esclarecedora. Me voy a detener en un pasaje que la autora no aborda, pero que me parece que puede ayudar a una mayor comprensión sobre esta visión del universo.

Ante las dudas de Dante sobre estos dos universos y la manera paradójica en que se comunican e interrelacionan, Beatriz contesta de una manera que a nosotros como lectores nos sigue dejando con dudas, sin embargo el peregrino se da por satisfecho «que la verdad le fue tan evidente como las estrellas del cielo». Cuando la Musa deja de hablar y dante lo ve todo más claro, los círculos que gravitan al rededor del punto-Dios, empiezan a centellear:

Y cada una de aquellas chispas producía como un incendio, y eran en tal cantidad, que su número excedía al de las casillas del tablero de ajedrez multiplicadas entre sí

Cuando leí está comparación, me pareció una manera muy ingeniosa de expresar esa unión entre estos dos universos. Dante hace alusión a la leyenda según la cual el inventor del juego ciencia, cuando el rey le dijo que pidiera lo que quisiera, se limitó a pedir un grano de trigo, multiplicado por sí mismo en cada casilla de manera exponencial. Hoy sabemos que esa cantidad es estratosférica.

Walter Benjamin, como compartí en las entradas sobre el Purgatorio, en su tesis I sobre la Filosofía de la Historia dice que, en la partida de ajedrez que es la vida, el materialismo histórico siempre ganará si toma en cuenta al enano giboso y feo, que es quien en realidad quien realiza las jugadas del autómata. ahora con este canto nos acercamos un poco más a la comprensión de esta tesis el punto-Dios está en nosotros y en el universo.

Ahora bien, otro punto que resalta de este canto Teodolina Barolini, es la primacía entre el amor o el intelecto en la aproximación a Dios. En este canto parece que la primacía la tiene el intelecto. Pero es sólo una apariencia, y el juego del ajedrez nos aproxima. Dicen los que saben que el número de partidas posibles es mayor a las estrellas que hay en el universo. Aunque muy pocas son las que tendrían belleza y sentido, muchas de ellas podrían realizarse por los programas de computadoras más poderosos. Entonces ¿Qué hace diferente una partida entre Kasparov-Karpov de una entre Alpha Zero-Stockfish? Hoy los programas de ajedrez incluso pueden dar hasta piezas de ventaja a los jugadores más fuertes del mundo y aún así les ganan con facilidad. Estas máquinas son poderosísimas en su capacidad de cálculo, pero tienen nula capacidad de comprensión, pues hasta ahora carecen de conciencia (y parece que por un tiempo muy largo seguirán careciendo de ella, si es que algún día lo consiguen). Y es que el ajedrez, algunos dicen, juego inventado por Dios o los dioses, no es simplemente un juego intelectual, en el sentido de puro cálculo de variantes matemáticas. Es un juego intelectual en el que se involucra la búsqueda de belleza, emoción, sensibilidad y asombro ante la vida. En palabras dantescas, intelecto y amor entrelazados.

Por cierto, el hermano de Roger Penrose, el físico del que hablaba ayer, es un reconocido campeón de ajedrez en Inglaterra. Penrose postula que la conciencia es un proceso distinto a la simple conexión e interacción de neuronas en el cerebro y nos da nuevas herramientas para pensar la relación del ser humano y el universo. Me pregunto si alguna de esas intuiciones no le visitaron en sus partidas con su padre y sus hermanos.

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