Luis Espinoza Sauceda

SANTIAGUILLO. EL JINETE DE LA NOCHE.

Los habitantes del pueblo de Baca, Choix, Sinaloa seguido hablan de Santiaguillo, el legendario jinete que cabalga por las noches buscando caballos que montar y almas que lo ayuden a salvarse. Además, aseguran que quien por los llanos y lomas cercanas al arroyo de La Sabana pase a media noche lo encontrará y descubrirá, en parte, lo que aquí les narro.

Estaba mi hermano tratando de desenmarañar los crines de su caballo que no le entraba ni la daga de lo retorcidos y anudados que estaban. El caballo estaba trasijado y le temblaban las patas, como siempre de pura ley que tenía, pero no así esta vez, le temblaban de la mala noche que había pasado. Le pregunté que le había pasado al caballo y me respondió: “Santiaguillo lo trenzó”. La verdad no le creí. Pensaba ¿cómo va conseguir hacer eso? ni un humano es capaz de hacerlo y ahora resulta que un tal Santiaguillo es todo un estilista.

Con el paso del tiempo, escuché muchas historias que se cuentan de él, tanto hombres como mujeres aseguran más de una ocasión haberlo escuchado pero no haberlo visto.

Dicen que un cazador hasta el rifle perdió. La cacería de los venados lo tenía obsesionado aunque escasamente uno o dos, a lo mucho, había cazado en toda su vida. En la mañana, en la tarde, en las noches, a todas horas hablaba de los venados, no tenía una plática distinta. Se preparó, en esta ocasión duró una semana buscando huellas de los venados para ver por donde pastaban en las noches. Aunque el lugar no le agradaba mucho porque estaba en las correrías de Santiaguillo, pero si nunca lo había visto ¡cuál miedo!

Por la tarde ya casi oscuro, le pide a su tío que lo acompañe que va a cazar un venado por el rumbo de La Sabana, en un llano con sembradíos de frijol. Cansado de acompañarlo todas las noches, -no voy a ir por ahora pero no vayas allí porque se aparece Santiaguillo -le responde su tío. No hace caso, agarró su vieja carabina 30-30, la lámpara, una cantimplora con poco de aguardiente, además otro tiro por si fallaba el primero.

Sigiloso llegó al lugar, no se preocupó de qué lado soplaba el viento porque no lo había, se sentó sobre un reventón de piedras grises, se colocó la lámpara en la frente, montó tiro y se concentró, enseguida tiró la luz lentamente y no apareció nada salvo unas liebres. Así estuvo a altas horas de la noche hasta que en algún momento, lo despertó un grito ladino en la lejanía, pero muy lejano, tendió la lámpara, no seguro de lo que había escuchado y se concentró en su presa que la tenía a escasos cincuenta metros, montó tiro en el mayor de los silencios cuidando que la noche no le revelara peligro al animal, su lámpara sujeta a su frente como minero, el tiro de repuesto en la bolsa de su camisa vaquera por si hacía falta, pero los ojos del animal le rebotaban la luz y los cuernos con muchas puntas lo desafiaban.

Sabe que debe ser rápido y efectivo, lo sabrá el que a cada rato canturrea la canción, un venado lampareado es difícil de cazar pues aunque le pongan la trampa tiene experiencia al brincar. En ese lapso que el venado baja y sube la cabeza como queriendo cornear la luz, el gatillo lo siente dócil, el tiro está puesto en la frente pero un cántico de pájaros lo desconcierta por un momento, trata de concentrarse en el blanco y contener la respiración, el venado le entrega por fin la frente como resignado, el grito no es tan lejano, está en el venado. No volvió nunca más.

Ese Santiago ya está fregando los caballos Mónico, mi pobre alazán ya está relinchando, decía Ramón Torres cuando los caballos se los montaba Santiaguillo. Caballo que nadie lo montaba por reparador Santiaguillo de vez en cuando le daba sus espueleadas. Puede ser más cruel si en sus correrías hay animal persogado, amarrado de las cuatro patas lo encontrarás sin punta por dónde empezar.

Santiaguillo que nadie le ha visto su rostro, excepto el cazador, pero aseguran que un grito ladino o chiflido es, que se hace acompañar de una bandada de pájaros de la noche, cantadores de lo más extraño. Él, montado en caballo negro los va arriando, usa unas espuelas de plata, cuando se está cerca se escucha el sonsonete de las ovillas, la cara siempre oculta con su pañuelo. El caballo es tan bueno que vuela por el aire, recorre kilómetros en segundos, a veces cuando no encuentra a personas, se desespera y trenza las crines de los caballos. También cuando no encuentra gente ni caballos en sus correrías se acerca al pueblo a gritarles, mientras tanto en los llanos de la orilla del río se da gusto montando los mejores caballos y trenzando.

Sobre él pesa una maldición. Desobedeció a su madre cuando aquella tarde le dijo no vayas al baile hijo porque te han de matar. Él se negó a obedecer, se amarró sus mejores espuelas y montó su caballo retinto, antes de llegar al baile, con todo y caballo lo derribaron a balazos. Desde entonces, su alma anda en pena, por las noches sale a buscar gente que sepan de él para que le ayuden a salvar su alma, por eso cuando en su correrías no encuentra se le oye en las noches gritando por las lomas y llanos del pueblo.

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