Luis Espinoza Sauceda
EL AJONJOLÍ. VOLVER A SEMBRAR
Blanco salí de mi casa/
En el monte enverdecí/
Blanco volví a mi casa.
Por años creí que la siembra de ajonjolí era la mejor actividad económica del mundo. También de manera paralela, sufrí el demandante desgaste físico que implica el trabajo en su cultivo. En esos años nadie se quedaba sin sembrar, pues los hombres en estos pueblos se conocen por el trabajo, por la dedicación en hacer y conseguir una cosecha abundante.
El ejido de Baca, al igual que los demás del municipio de Choix (Sinaloa) adolece de una amplitud o diversificación de actividades económicas, por tanto el ciclo se repite año con año. La siembra de ajonjolí, entre bajíos y lomas, es la que mayor cantidad de hectáreas y mano de obra ocupa.
Mi padre, al igual que mis tíos, no usaban reloj. La salida del lucero marcaba la hora de abandonar la comodidad de la cama para salir a trabajar. Las mujeres, desde horas antes preparaban el lonchi. Aquí nadie se quedaba sin hacer nada, de alguna manera u otra todos servían en las labores. Caminar por las veredas oscuras, era lo que menos preocupaba, de memoria las conocían.
Toda la gente, desde el que disponía de bestias de arado hasta el que rentaba, se ocupaba de tener asegurado su resguardo. En mayo se campeaba al caballo o mula porque de no ser así, en las primeras lluvias o ventarrones de aguas, estas agarraban rumbo a lugares donde no fuera fácil encontrarles. Instintivamente se ocultaban hasta que pasaba la temporada de arar la tierra, entonces el campesino a sabiendas que las mulas son muy ariscas y matreras, conocedoras de las estaciones, procuraba tenerlas a la vista. Además, uno no se escondía porque no podía, si no se moría de hambre. El trabajo es muy pesado y el clima agotador.
No todos los años son buenos. En ocasiones llueve tarde, es decir, en los últimos días de julio. Eso no es muy bueno, pero se puede resolver con semilla de soyate, que sustituye al breve, alcanza mayor estatura la planta y tamaño la semilla. El problema más grave se suscita cuando las lluvias escasean o son muy espaciadas, hacen que la planta se la pase en eterna agonía y no logre desarrollarse. Amén de las plagas.
Lo malo y lo bueno de las temporadas están situadas en dichos: ¡Si llueve en mayo suelto el caballo! e ¡Hicieron su agosto! El primero, alude a que si llueve antes de lo acostumbrado, es decir de los últimos días de junio, el año se pierde porque cae la primera lluvia, aislada y hace que nazca el monte, para cuando llegan las lluvias constantes el monte está muy crecido. El segundo alude a que si llueve bien en agosto, está resuelta la temporada y habrá buena cosecha.
En 1990 aproximadamente se presentó una fase de siete años muy malos para los campesinos, tan malos que vació a los pueblos de su gente. Se fueron a las ciudades, pues su economía estaba sustentada en la tierra. Recuerdo que en las tardes no trabajábamos porque la tierra estaba tan seca y caliente que removerla le hacía mucho daño a las plantas de ajonjolí que se aferraban en vestirse de blanco.
La tarde llegaba, el sol fulgurante y el azul grisáceo no desaparecía. Obstinados veíamos si se asomaban algunas nubes. En ocasiones, a eso de las tres o cuatro de la tarde, veía mi padre las nubes que con la luz del sol dibujaban un ojo luminoso, un segundo sol, conocido como ojo de buey. Era el preludio de que estaba la lluvia por llegar. Era esa la señal que se necesitaba para predecir la lluvia, por eso observaba las nubes por la tarde para saber si eran de agua o solamente calor.
A San Miguel Arcángel y San Isidro El Labrador los pobladores los sacaban de la iglesia a pasear, llevándoles a que vieran las siembras más cercanas al pueblo, entre rezos y peticiones de agua; las plegarias y monotonías iban acompañadas de los cohetes, como todo evento religioso importante.
Con el paso de los años, las malas temporadas resultaron pasajeras pero la gente que se había salidos no regresó, e incluso vendieron sus tierras. La preocupación ahora ya no es tanto la falta de lluvia sino los precios del ajonjolí, que no atiende precisamente una ley de oferta y demanda, sino intereses de los coyotes o brókers.
Estas alteraciones de los ciclos naturales se repiten a la vuelta de varias décadas, Veredas del recuerdo de Gabriel Fierro Sarmiento, originario de estas tierras, refiere que en los años 1930 y en 1951 se presentaron dos éxodos importantes de gente de la región de Choix a Sonora que por la escasez de las lluvias, perdieron todo. En el valle del Yaqui, fueron a trabajar de jornaleros y después les dotaron de tierras.
En parte, así es como la gente de estas tierras ha sobrevivido a lo largo de los siglos, a pesar de todo. El trabajo lo acompañan de festividades, en su mayoría religiosas, que trasciende el deseo de no abandonar sus tierras.
Difícil tarea la de trabajar el campo. Unas veces porque falta el agua, otras porque cae en el momento menos propicio y otras porque alguna plaga se empeña en dejar el campo sin cosecha. Su gente pasa la vida mirando el cielo, para comprobar lo que viene y para pedir lo que le gustaría que viniera. Saludos Arquímedes.
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