El camino andado

Llegué como investigador a Santiago de Anaya en noviembre de 2013. Apenas había terminado mi investigación de maestría en la parte suroeste del Valle del Mezquital, en la comunidad de San Ildefonso Chantepec. A raíz de que ingresé al doctorado, se me habría la posibilidad de continuar con mis pesquisas en esta comunidad o realizar una investigación en otro lugar. Así, recordando lo realizado por Fernando Benítez décadas atrás, decidí realizar una investigación al otro lado, lo que se conoce como el Mezquital árido.

Al primero que contacté fue a don Ponciano Jiménez, uno de los principales líderes del MISA. Llegué a su casa en Yolotepec, una de las más de veinte comunidades que conforman el municipio de Santiago de Anaya. Si bien desde el año 2012 tuve conocimiento de la movilización en contra de cementos Fortaleza la realidad con la que me encontré era harto distinta a la que pensaba iba a encontrar.

Dicen que los primeros cinco segundos, ese chispazo del primer encuentro, es determinante en la relación entre dos personas. Si esto es así, mi entrada y aceptación para realizar mi investigación iba a ser lenta y con ciertas reticencias. Después comprendí que muchas de esas iniciales reticencias se debían a la vigilancia y represión que el gobierno estatal y municipal había hecho a algunos integrantes del MISA.  En ese entonces ni don Poncho, como le gusta que le llamen, ni yo, recordábamos que, años atrás, ya nos habíamos conocido en su casa en una reunión informal que tuvimos con el profesor Encarnación, líder del PRD, partido en el que en aquel entonces militábamos. Esta vez llegaba desde otra trinchera y le expliqué a don Poncho que quería realizar una tesis académica sobre Santiago, principalmente sobre el conflicto entre el MISA y la cementera. Él me cuestionó que quién me mandaba y entonces le tuve que explicar que no me mandaba nadie, pero que uno de mis asesores, el Dr. Pablo Vargas, había realizado un artículo académico y que por ello me había entusiasmado con la idea de profundizar en ese primer acercamiento. Me pidió regresar una semana después y así lo hice.

Mientras realizaba esos primeros encuentros me di a la tarea de conocer las demás comunidades y preguntar sobre el conflicto. Ahí fue cuando me enteré de lo que pensaba la población sobre la resistencia del MISA y sobre la instalación de cementos Fortaleza. Muy diferente a lo que yo creía, la mayoría de las personas estaban de acuerdo con la empresa y desdeñaban las acciones del movimiento. También me enteré de las expresiones con las que se referían a sus miembros, tales como locos, enemigos del progreso, revoltosos, etc. Palabras que se repitieron a lo largo de mi acompañamiento y que incluso les decían en su cara en distintas asambleas. Por otra parte, aunque don Poncho no se había mucho al principio y no quería tocar el tema, desde el principio me dijo que el MISA, aunque seguía realizando acciones, estaba desarticulado, algunos de sus integrantes se habían peleado y acusado de traición ya que algunos, don Poncho incluido, habían vendido tierra para que pasara la carretera que conduce a la cementera.

Ante este y otros problemas que relató ampliamente en los capítulos ulteriores, estuve apunto de arrepentirme de mi elección, pues como quería realizar una investigación que también llevara a cabo algunas acciones, lo que en el ámbito académico se llama Investigación Acción Participativa, me parecía que no había mucho qué hacer. Sin embargo, pronto me di cuenta que había más ventajas que desventajas, sobre todo porque en ese entonces, don Poncho y don Telésforo, líderes del movimiento, habían sido electos como regidores del municipio. Y es que el municipio era el único que no había conocido alternancia y el único donde el partido en el poder, el PRI, elige a su candidato por usos y costumbres. ¿Por qué si la gran mayoría de la ciudadanía estaba a favor de la cementera y en contra del MISA, tenían influencia al menos en su comunidad de origen Yolotepec? ¿Se habían resistido por interés político partidista o al contario, su participación política en la izquierda partidista, se debía a su historia individual y colectiva? ¿De qué manera se relaciona el poder político y económico en el estado de Hidalgo? ¿De qué manera la empresa cementera se conectaba con los megaproyectos que a lo largo y ancho del Valle del Mezquital estaba llevando a cabo grupo Carso?  Fueron algunas de las primeras preguntas que me empecé a formular.

El tema de mi investigación y el enfoque que decidí darle, no fue una construcción acabada desde el principio. Fue una reflexión constante entre la teoría y la experiencia con las comunidades y estuvo llena de muchas dudas y devaneos. Algunos elementos me resultaron evidentes y parte central del problema, pero no sabía cómo enfocarlos. Entre ellos puedo mencionar la larga historia de lucha de las comunidades campesinas hñahñü, el conflicto con otros actores como el municipio, los cacicazgos y los terratenientes agroindustriales. De igual forma, las redes que conforman en el plano local, regional e incluso internacional por la alta migración que existe a los Estados Unidos.

De esta manera, el municipio de Santiago de Anaya, es un espacio que tiene relevancia actualmente en el aprovechamiento y la disputa por los recursos. También por la cercanía con centros urbanos como Ixmiquilpan y Actopan, que desde hace siglos tienen relevancia por el intercambio comercial que llevan a cabo los campesinos de las comunidades rurales.

Como el principal enfoque que se le suelen dar a este tipo de investigaciones es el de acción colectiva y los nuevos movimientos sociales, así cómo las reivindicaciones de los movimientos ecologistas, me resultó evidente que era un enfoque que no me plantearía muchos problemas y que si no me metía en muchas dificultades, podría realizar una investigación acordé a lo que muchas veces ya se ha escrito y que sin duda resulta de gran utilidad para el conocimiento de los conflictos rurales en México. Sin embargo, una pregunta central empezó darme vueltas en la cabeza desde el principio ¿Por qué – me sigo preguntando- si este tipo de megaproyectos afectan a la población en su conjunto, sólo unos cuantos se manifiestan en contra e incluso la mayoría lo perciben como progreso y desarrollo?

Fue así como decidí darle la vuelta a la cuestión y enfocarlo desde la perspectiva muy distinta, no de quienes se manifiestan en contra como el MISA, sino por qué, a pesar de los daños a la salud y al ambiente, muy pocos alzan la voz y lo ven como un perjuicio a sus intereses. Al fin y al cabo, este tipo de megaproyectos, son los que han generado un daño ecológico importante a lo largo y ancho del mundo, pero parece que la sociedad, donde aún quedan algunas libertades, o esta resignada y  está de acuerdo en que se siga destruyendo el planeta Tierra o, lo que es peor, existe una indiferencia ante lo que estamos padeciendo, mientras que cada día crece y se instaura en la mayoría de los países por parte de las corporaciones y los estados, lo que algunos autores recientemente llaman totalitarismo tecnocientífico.

Así, desde mi perspectiva, algunas teorías vuelven a tomar vigencia y ayudan a comprender este proceso, tal es el caso del marxismo y el anarquismo del siglo XIX. El marxismo principalmente me permite tratar el tema de la alienación en el proceso de producción, lo cual a su vez me permite hacer énfasis en uno de los principales postulados de Marx: el verdadero sujeto de la sociedad capitalista es el capital, lo cual es otra forma de decir que los seres humanos en este sistema histórico no tenemos plena realidad y por lo tanto, si no somos funcionales a este sujeto, somos descartables; por su parte, el anarquismo, me permite hacer énfasis en el papel del Estado en las relaciones de poder que hacen que este sujeto se realice. Desde luego el debate hay que actualizarlo a la realidad del siglo XXI y para ello retomo una pléyade de pensadores críticos de diversas ideologías y posturas epistémicas, pero me parece que es urgente revitalizarlo si se quiere comprender tanto las raíces del problema como sus posibles alternativas de solución.

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