Hay una lectura romántica, con la que no estoy de acuerdo, que quiere ver en don Quijote la encarnación del ideal contra la abyecta realidad. De esta manera, el manchego sería una especie de paladín de la justicia y enderezador de entuertos. Y desde el principio de la novela, queda claro, en más de una ocasión, que más que encarnación de los más altos ideales, don Quijote es la encarnación de la inadecuación del heroísmo en un mundo de violencia y crueldad humanas. Tal es el caso de la escena del niño Andrés que recibe palos y, en vez de que don Quijote logre disminuir el castigo, lo aumenta. Parafraseando el dicho, no hay nada peor que un loco con buenas intenciones.
Publicado por Colectivo de escritores hidalguenses y de otras tierras
Anarquista patafísico y bloguero en ciernes Ver todas las entradas de Colectivo de escritores hidalguenses y de otras tierras