En la literatura la belleza en las mujeres parece ser cosa de maldición. Así le pasó a Helena hija de Zeus y a tantas otras. Por ello es tan singular la historia de la bella Marcela. Mucha tinta ha corrido y unos quieren ver barruntos de feminismo donde otros ven un ascetismo desdeñoso de la civilización. Pero a una mujer de ese tiempo que quería ser libre y no estar sujeta a los caprichos y violencias de una sociedad machista ¿Qué camino le quedaba? Pues sí, o hacerse monja o irse de ermitaña a los bosques. En el largo discurso de Marcela hay una reafirmación del amor que debe de ser por común acuerdo y no a la fuerza: «El cielo aún hasta ahora no ha querido que ame por destino, y el pensar que tengo que amar por elección es excusado».

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