Es en este capítulo donde Sancho pone a don Quijote el apodo de El Cabellero de la Triste Figura. Y el hidalgo no sólo acepta de buena gana el donaire del escudero sino que se ríe. En verdad que son raros los pasajes de don Quijote donde se ríe de sí mismo. Podemos decir que esos raros episodios son los que lo acercan entrañablemente a su escudero y van afianzando a lo largo de la novela su amistad, pero también son esos episodios los que regresan a don Quijote a la realidad. Los locos como los autistas han perdido la capacidad de reírse, y sobre todo reírse de sí mismos, una de las más bellas, saludables y singulares facultades humanas.

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