Dice Javier Cercas que toda novela tiene un punto ciego, una zona invisible no mostrada en la narración pero capaz de articular todo lo que sí se muestra. Según el novelista, ese punto se sustenta en una pregunta. La propuesta es sugerente. A mi parecer el Quijote tiene varios puntos ciegos, como supongo pasa con todas las buenas novelas, sin embargo una de las preguntas principales que esos puntos ciegos nos plantean es la siguiente ¿Está loco o se hace el loco don Quijote? En este capítulo se nos muestra esa ambigüedad de manera abierta, sin que sin que podamos contestar con certeza a esa pregunta. Por otra parte, el que en este capítulo donde escudero y amo se encuentran en una sierra oscura y se hable de infierno y purgatorio, me remite a otro de los puntos ciegos de la novela: su crítica a la tradición literaria, su diálogo con esa tradición y su radical ruptura. Lo que sorprende de ese diálogo es que se halla hecho en una novela destinado a cualquier tipo de público. Sorprende y no. Muchos de nuestros sueños, mitos y visiones diurnas y nocturnas, están radicalmente influenciados, lo sepamos o no, hayamos leído a los clásicos o no, por esa tradición literaria. Hace mucho que la vida se ha encargado de imitar a la literatura. El Quijote, en ese sentido, es una herramienta crítico-irónica (ese es uno de sus mayores aportes respecto a las obras del pasado), al alcance de cualquier hijo de vecino, para despertar y tener conciencia de muchas de las mitologías que sustentan nuestro día a día.
Publicado por Colectivo de escritores hidalguenses y de otras tierras
Anarquista patafísico y bloguero en ciernes Ver todas las entradas de Colectivo de escritores hidalguenses y de otras tierras