Según la hipótesis afirmativa de Cervantes, don Quijote acaba enloqueciendo por los descomulgados libros de caballerías. Buena parte de la voz erudita en esto coincide: Cervantes escribío una novela, realista paródica, irónica y burlesca contra las fantasiosas novelas de caballería. Este capítulo parece mostrar explicitamente que esa sólo es la fachada y lo más superficial de la novela cervantina. Sucede que el ventero es aficionado a los libros de caballería y que también cree en los disparates que cree don Quijote, pero eso no le ha transtornado el juicio. Y aunque cura y barbero quieren persuadirlo no lo logran, el ventero cree que los hechos que se narran fueron verídicos. En una parte del diálogo el cura le dice que mejor se fíe de historias verdaderas como la de un tal Diego García, pero resulta que cuando da los motivos de porqué leer los libros de Historia y no los de cabalerías, las hazañas del Gran Capitán y Diego García no parecen menos fantasiosas. Y el ilettrado ventero defiende sus pocos libros. Dice que preferiría que le quemaran un hijo y no las historias que son su solaz después de los días duros de trabajo. No, don Quijote no enloqueció por los libros de caballerías. O no solamente. Y tampoco a que creernos que Cervantes, el valiente soldado de la batalla de Lepanto, aborrecía los libros de caballerías. Tal vez el Quijote es una sátira y todo lo que se quiera, pero también es un gustoso homenaje.
Publicado por Colectivo de escritores hidalguenses y de otras tierras
Anarquista patafísico y bloguero en ciernes Ver todas las entradas de Colectivo de escritores hidalguenses y de otras tierras