El gusano perdona al arado que lo corta
William Blake
Su majestad Jaguar:
Le escribo esta carta para comunicarle un asunto que ocurrió a orillas del bosque hoy al medio día. El sol estaba en lo alto con todo el esplendor de su brillo en el cielo sin nubes, como es habitual en estos días de abril. Los camaradas moscas, mosquitos, moscardones, libélulas, avispas, abejas, y chicharras, bailábamos y cantábamos en grupos y sentíamos ya la llovizna de la tarde. El viento nos acompañaba, azul y limpio. Y la risa de las hojas en el bosque se parecía a lo que cuentan las aves es el mar. Creo que a esas horas y en este mes, todos amamos la vida y hasta se podría decir que aceptamos nuestro destino. Estoy seguro comparte con nosotros la opinión de que los días de abril son los mejores del año. O eso creía. De repente alguien interrumpió esa danza de todo lo grande y lo pequeño, que usted muy bien conoce . Era Tomás el gusano. Y digo era, porque hoy se suicidó. Salió de su agujero y dijo:
– Disculpen, quiero seguir en mi cárcel. ¿Podrían parar este alboroto?
– ¿Cuál alboroto? preguntó un petirrojo.
– Tú lo llamas Primavera
-Esto no va a parar, falta la consagración.
Al oír esa palabra de fuego saliendo del pico del petirrojo, Tomás palideció. En ese mismo momento se oyó el mugir de los bueyes y el silbido del campesino que se unía a nuestra fiesta. Llegando a la parcela, se puso a barbechar y los discos del arado brillaban como a veces brillan los ojos de su majestad. Entonces pasó lo que nadie se imaginó, Tomás se dirigió directo al arado y antes de ser partido a la mitad por uno de los cinco discos, grito:
-Gracias, Dios mío
Eso fue lo que pasó. Se lo cuento porque quería preguntarle, usted que es sabio, ¿Qué significan esas últimas palabras de Tomás?
Esperando su amable respuesta, le envío mis más cordiales saludos. Siempre suyo, Andrés el Escarabajo.