En una entrevista William Faulkner dijo que así como hay personas que todos los años leen la Biblia, él leía el Quijote. Lo mismo hacía nuestro Carlos Fuentes. Cuando me enteré de este ritual que el par de novelistas llevaban a cabo cada año, me pareció una exageración. Había leído la novela y no me parecía que fuera el prodigio que decían. Ahora, ya entrado más en razón, creo comprender mejor la devoción que muchos tienen a este libro feliz. La mayoría por los gratos momentos que deja su lectura, pero para los novelistas tiene un sentido práctico por la técnica narrativa prodigiosa de la obra cervantina. Como el relato del cautivo que en tres o cuatro páginas nos narra más de veinte años de aventuras por tierra y por mar.
Publicado por Colectivo de escritores hidalguenses y de otras tierras
Anarquista patafísico y bloguero en ciernes Ver todas las entradas de Colectivo de escritores hidalguenses y de otras tierras