En jirones de luz el precipicio

flores del aire envuelve entre montañas,

y tus ojos son pozos donde bañas

el verde aire del sueño vitalicio.

La piedra forja de aire su edificio

y vuela a ras de cielo en la hondonada,

hasta ser aves de aire que en parvada

hacen su nido azul catedralicio.

El zopilote negro y silencioso

de savia mineral zurce escaleras

y petrifica el vuelo cadencioso.

Cielo y tierra, creo yo, hallan maneras

para hacer del desierto algo dichoso

y hacer, del lento tiempo, madrigueras.

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