Presentación
Al iniciar el cuatrimestre, desde hace cinco años, hago el mismo ejercicio con mis alumnos. Imaginen -les digo- que el planeta tierra va a extinguirse el día de hoy. Sólo cinco personas podrán salvarse en una nave espacial que irá a colonizar otro planeta igual al nuestro, pero sin civilización. En ese lugar no hallarán huella alguna del hombre. ¿Hay alguna regla para escoger a los sobrevivientes? Sí, el que suban a la nave o no, depende de su profesión u oficio. El alumno o la alumna tiene que justificar por qué ha elegido esas personas y no otras. ¿Hay alguna otra regla? No es una regla estricta, pero, como ya me ha pasado varias veces que algunos alumnos escogen cinco hombres o cinco mujeres, les sugiero se lleven al menos un tripulante del sexo opuesto. De lo que se trata, entre otras muchas cosas, es de poblar un planeta inhóspito.
¿Cuáles han sido los resultados? Las respuestas obtenidas son de lo más ingeniosas y sería cuento de nunca acabar si me pusiera a detallar lo que cada alumno o alumna ha imaginado. Aquí sólo diré que la profesión que nunca falta es la de médico y el oficio que casi nunca aparece es el de campesino. Entonces, mi tarea para el resto del cuatrimestre es convencerlos sobre la importancia de llevar a un campesino o campesina en el viaje. Antes del infausto 2020 mi propósito lo lograba sólo parcialmente y con algunos. La mayoría, a pesar de mis esfuerzos, no dejaban de verlo como un ejercicio que poco tiene que ver con la realidad actual. Pero algo cambió a raíz de la pandemia. Al volver a realizar la dinámica, la mayoría escogió a uno o más campesinos e incluso le dieron más importancia al cuidado de la naturaleza y a la alimentación por encima de cualquier otra cosa. Basta señalar que antes las profesiones y oficios que principalmente escogían eran militares, ingenieros civiles y albañiles. ¿Qué cambió? Se ha dicho que lo vivido a raíz de la Covid 19 se parece a una pesadilla. Si esto es así, en la angustia y en la desesperación, por chispazos de conciencia y aún de manera incipiente, muchas personas se han dado cuenta del peligro en el que estamos y de la centralidad que tiene el campesino y su vínculo con la tierra si queremos sobrevivir como especie. Como dice un aforismo de Novalis, «cuando soñamos que soñamos, está próximo el despertar».
Ahora bien, aunque a través de mis alumnos me doy cuenta parcialmente de cómo piensa y actúa la clase media en Hidalgo, el ejercicio no deja de ser una reflexión abstracta y pasajera. Desde luego que los padres los mandan y los jóvenes van a la escuela no para ser campesinos, sino ingenieros en finanzas que desean trabajar en la bolsa de valores o en una gran corporación. No creo que las aspiraciones de los estudiantes sean distintas a las de otros grupos de la sociedad que han sido colonizados por la ideología del desarrollo. Así, nos encontramos en una encrucijada: necesitamos de los conocimientos y prácticas de los campesinos, pero al mismo tiempo somos una sociedad racista y excluyente hacia este modo de vida. De hecho, muchas veces los propios campesinos niegan su identidad o rasgos de ella como cuando hablan una lengua indígena y ya no la trasmiten a la siguiente generación. Según datos del INEGI de 2020, el 75% de los indígenas considera que su cultura es poco valorada por la mayoría de la gente, mientras que el principal motivo de discriminación es la apariencia física, la forma de vestir y de hablar. Así, al mismo tiempo que amplios grupos de la sociedad desdeñan la batalla civilizatoria que enfrentan los campesinos, el mundo entero enfrenta las tres pandemias: la informática, la de enfermedades mentales y la causada por la Covid 19. A esto hay que sumarle el proceso acelerado de despojo territorial, el cambio climático, la ofensiva militar y la violencia del narco, desempleo, crisis económicas, autoritarismo, la emergencia de los neofascismos y la extrema derecha, y un larguísimo etcétera que no hay para qué repetir pues esa descarnada realidad la tenemos frente a nuestros ojos todos los días con tal de que los despabilemos un poco. Lo que aquí resalto sólo en sus características más evidentes, es lo que algunos autores llaman colapso civilizatorio o crisis sistémica, y que yo llamo tiempos apocalípticos.
¿Qué hacer ante tal situación? De igual forma que en otras esferas, en el ámbito académico han surgido vaticinios y propuestas de todo tipo. Es lo que podríamos llamar una infodemia académica: todo mundo quiere cacarear el huevo; la última novedad sociológica y aprovechar la crisis para verla como una oportunidad. Me parece que los dos extremos de las posturas críticas son las de dos filósofos de renombre internacional: Slavoj Zizek y Byung Chul Han. Zizek plantea que la crisis generada por el Covid fue un duro golpe -al estilo de Kill Bill- al sistema capitalista, el cual abre la puerta a una nueva especie de comunismo. Por su parte, Chul Han plantea que, por el contrario, nos encontramos ante el fortalecimiento del capitalismo tecnocientífico ahora con características totalitarias. Dada mi tendencia al pesimismo y, sobre todo, a lo que ven mis ojos nomás me asomo a la calle, me inclino más por la opción de Chul Han. Entonces ¿abandonamos la esperanza y nos resignamos a padecer pasivamente lo que se nos va imponiendo día con día? Dicen Adolfo Gilly y Rhina Roux (2015:18) que no son tiempos de esperanza sino de rabia. Concretamente señalan: «Que no nos vengan con que es el tiempo de la esperanza. Es ahora el tiempo de la ira y de la rabia. La esperanza invita a esperar; la ira, a organizar.» Difiero de esta entusiasta apuesta. Sí, es tiempo de la rabia, pero en estos angustiantes momentos sin el delirio de la esperanza nada se puede realizar. En la puerta del infierno, en la Divina Comedia, el Dante pone una inscripción que dice:
«Se non eterne, ed io eterno duro:
Lasziate ogni speranza, voi che entrate
(Ustedes, que a este reino penetran,
renuncien para siempre a la esperanza)».
El mismo Dante más adelante, no recuerdo si en el Purgatorio o en el Paraíso, da una definición de lo que es la esperanza: la certeza en la vida futura. Pues bien, mi certeza en esa vida está con unos cuantos campesinos con los que realicé un largo proceso de investigación en sus comunidades. Si algo quedará bajo tanta enajenación, destrucción y muerte que se nos avecina como una ola gigante y fría, será ese retoño, esa incipiente florecilla que nacerá entre los escombros. Una flor que nacerá en tierra campesina. Como tantas otras a lo largo y ancho del Valle del Mezquital y otras regiones del país. Es el México profundo que se organiza sin hacer mucho alarde. O sin ser escuchado, así se desgañité encabritado.
Pues bien, necesitamos retomar el modo de vida campesino si queremos aprender algo para sobrevivir ante los tiempos actuales y los que vienen. Y sobrevivir con dignidad y no como nos quieren hacer creer los grupos de poder hegemónico, según lo cual esto será cada vez más una especie de darwinismo social del sálvese quien pueda. Para explicar mi postura, me apoyo de la primera tesis sobre la filosofía de la historia de Walter Benjamin (2012):
Es notorio que ha existido, según se dice, un autómata construido de tal manera que resultaba capaz de replicar a cada jugada de un ajedrecista con otra jugada contraria que le aseguraba ganar la partida. Un muñeco trajeado a la turca, en la boca una pipa de narguile, se sentaba a tablero apoyado sobre una mesa espaciosa. Un sistema de espejos despertaba la ilusión de que esta mesa era transparente por todos sus lados. En realidad, se sentaba dentro un enano jorobado que era un maestro en el juego del ajedrez y que guiaba mediante hilos la mano del muñeco. Podemos imaginarnos un equivalente de este aparato en la filosofía. Siempre tendrá que ganar el muñeco que llamamos «materialismo histórico». Podrá habérsela _sin más ni más con cualquiera, si toma a su servicio a la teología que, como es sabido, es hoy pequeña y fea y no debe dejarse ver en modo alguno.
Desde mi punto de vista, ese enano giboso y feo son los campesinos, en concreto los campesinos hñahñü del Valle del Mezquital con los que conviví y acompañé en sus procesos organizativos del año 2011 al 2018. Y más en concreto los campesinos de dos organizaciones que despliegan sus actividades en dos comunidades. La primera es la radio comunitaria «Queremos seguir viviendo» de San Ildefonso Chantepec, en el suroeste del Mezquital, en la región de Tula Tepeji. La segunda organización, el Movimiento Indígena Santiago de Anaya se vive y se defiende... que realiza sus acciones en el municipio del mismo nombre, en la región desértica en la parte norte del Valle del Mezquital. Los ensayos de este trabajo tienen como objetivo sistematizar esa experiencia vivida. Y el título señala que esta resistencia no solamente es en. También es para tiempos apocalípticos, es decir, buscan dar algunas posibles respuestas prácticas ante la situación presente. En este sentido, cuando la tesis de Benjamin, habla de materialismo histórico, yo lo entiendo como una manera de que esa teología, ese halo divino que insuflan las relaciones sociales de los campesinos hñähñu, se concretice en un espacio. O, en otras palabras, encarnado en el lugar. Ese halo divino, por muy efímero que parezca, se tiene que tocar con las manos y ver con los ojos. Y tiene que estar al alcance de cualquiera que quiera experimentarlo. En otros términos, mi análisis se basará en un estudio pormenorizado de estas organizaciones y sus procesos de resistencia desde el modo de vida comprendido como una totalidad orgánica que se despliega en el territorio. Para operativizar esta postura teórica he utilizado dos nuevos conceptos: investigación callejera y fenomenología arquetípica.
Dice Juan Villoro (2007) que lo que define a una ideología es, entre otras cosas, una creencia injustificada que tiene una función social al servicio de un grupo de poder determinado. Para el autor, la ciencia sería precisamente lo contrario a la ideología, porque su tarea se encaminaría a desmitificar ese tipo de creencias injustificadas y criticar las prácticas en que se sustentan. ¿No será que mi apuesta por el modo de vida campesino, más que ciencia social crítica es una ideología? En parte sí, estos ensayos son una apuesta política, es decir, toman partido ante los conflictos que analizan. Sólo espero que mi creencia sea lo menos injustificada posible. Además, mi manera de influir en los demás la busco no desde un grupo social o sucursal del pensamiento. Por el contrario, de manera individual e íntima, busco un diálogo entre quien escribe estas líneas y quien las lee. Por ello, a pesar de mi escaso talento literario y científico, creo que el estilo sencillo, libre y abierto del ensayo, el centauro de los géneros, como lo llamó Alfonso Reyes, es la forma que mejor se adecua a la presentación de los resultados de esta investigación. Como los niños que hacen dibujos «feos y mal hechos», espero el amable lector o lectora noten la sinceridad con la que han sido escritos estos ensayos. Que detrás de la torpeza estilística hay la fuerza poderosa de los hechos.
Desde luego que en siete años la experiencia vivida fue basta y para llevar a cabo su sistematización hice uso de los cinco sentidos, que según Kapuscinski (2016) debe tener el periodista y que yo adapté a lo que llamó los cinco sentidos del investigador callejero: ver, oír, estar, compartir y pensar. Esto como herramienta metodológica de la que haré uso a lo largo de los ensayos, lo traduzco de la siguiente manera: fotorreportaje, entrevistas, trabajo de campo y convivencia cotidiana, acompañamiento e intervención en las acciones de las organizaciones, y seminarios donde se intentó llevar a cabo un diálogo de saberes entre académicos, activistas y ciudadanos de a pie. A pesar del arduo trabajo teórico y práctico, retomo sólo los momentos de viraje o quiebre en el proceso de investigación.
El primer ensayo que consta de cinco partes y que iré publicando día con día, se titula La tragedia en Tlahuelilpan: los actores del drama, en el cuál presento los principales actores en disputa en el Valle del Mezquital y una heurística para abordarlos.
Bibliografía
Agamben, Giorgio y otros (2020), Sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempo de pandemias, ASPO
Gilly, Adolfo y Rhina Roux (2015), El tiempo del despojo. Siete ensayos sobre un cambio de época, ITACA, México
Kapusinski, Ryzard (2016), Los cinco sentidos del periodista, Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, Fundación Proa, FCE, México
Löwy, Michel (2012), Walter Benjamin: Aviso de incendio. Una lectura de las tesis «sobre el concepto de historia», FCE, México
Villoro, Luis (2007), El concepto de ideología, FCE, México.