En este capítulo don Quijote y Sancho tienen un largo coloquio sobre la fama. A mí como lector del siglo XXI me da en qué pensar, hoy que todo el mundo hace cualquier barbaridad deshonrosa con tal de que se hable de él. ¿Por qué es tan importante la fama y se persigue con tanto ahínco? ¿Quería la fama Cervantes? Si la quería la consiguió de la manera más irónica posible: burlándose de ella y de todos los que la persiguen. Dice Hanna Arendt en la Condición Humana que el ser humano quiere ser reconocido por sus semejantes como una especie de perduración ante la muerte. Ese es uno de los motivos por los que se hacen obras de arte se firmen con el nombre propio o no. Pero ese deseo de trascendencia es muy distinto al de perseguir la fama a cualquier precio, incluso al costo de la propia vida como los ejemplos que pone don Quijote. Por eso los ejemplos de los santos que pone Sancho son tan certeros. ¿Vale la pena perseguir la fama? A esa malhadada doncella hay que tratarla con desprecio, desdén e ironía como hace Cervantes al final de sus días. Y es que la búsqueda de la fama, como hoy se comprueba en las redes sociales que de ello hacen su agosto, puede hacernos caer en el más pernicioso de los pecados, como lo explica acertadamente don Quijote: «Todos los vicios, Sancho, traen un no se qué de deleite consigo, pero el de la envidia no trae sino disgustos, rencores y rabias».
Publicado por Colectivo de escritores hidalguenses y de otras tierras
Anarquista patafísico y bloguero en ciernes Ver todas las entradas de Colectivo de escritores hidalguenses y de otras tierras