Y toda la parafernalia de la boda de Camacho y Quiteria, toda la representación suntuosa que nos describe el autor en el capítulo antecedente, para rematar la historia con el ardid de el pobre Basilio. Resulta que también Basilio armó su treta fingiendo que se da muerte por el amor de Quiteria la cual está de acuerdo en llevar a cabo el embuste. El cura los casa y, aunque el supuesto suicidio es fingido, el amor es real. No hay nada más que hacer y los enamorados se salen con la suya. Don Quijote por su parte, se pone desde un principio de parte de Basilio, como corresponde a caballero que ve por los menesterosos, los pobres y los humillados. En esta segunda parte el juego de máscaras se intensifica y cada capítulo tiene más regusto al teatro que Cervantes conocía bien.

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