Personificar el capital

Se trata de personificar, de hacer alma y reencantar el mundo, al menos por medio de la escritura. Sí, la escritura también es una apuesta política. A mi lado tengo el libro de Adela Calva Reyes, cuyo título no deja de maravillarme: Ra hua ra hiä, (Alas a la palabra, en español). ¿No es un título hermoso? Las palabras eso buscan, tener alas; son ángeles, mensajeros del alma.

Max Weber en su célebre estudio sobre la religión protestante y el espíritu del capitalismo nos dice que una de las tareas del nuevo sistema fue desencantar al mundo. Lo necesitaba para poder implantarse. Este desencantamiento abarcó, al paso de los siglos todos los ámbitos de la vida social. Por ello Walter Benjamin iría un paso más allá y diría, en un breve pero fulminante artículo, que el capitalismo no es que se parezca, sino que es una religión. Los sacerdotes de esa nueva religión ya no están en las catedrales. Se les puede encontrar ahora en los centros financieros y las grandes corporaciones de todo el mundo. Como cualquier religión, el capitalismo requiere a sus chivos expiatorios, los condenados de la tierra que son sacrificados en aras del nuevo becerro de oro, el capital.

Sin embargo, no quisiera demorarme en amplias abstracciones, sin retomar mi ejemplo del vaso de vidrio con el que empecé este ensayo. A mi lado junto a los libros que a diario me acompañan (los difuntos que escucho con mis ojos), está un vaso con agua a la mitad. Al observarlo veo el brillo del agua, un brillo prístino, muy diferente que si el vaso fuera de plástico. Cualquiera puede reconocer que el sabor entre tomar agua en un vaso de plástico y en uno de vidrio es muy diferente. La experiencia es otra. ¿Es que cada objeto tiene un alma propia? Así parece. E iré más lejos, cada objeto tiene una personalidad y subjetividad propias. Esto desde luego va en contra de la racionalidad que abstrae las diferencias de las cosas, las homogeniza para sacar conclusiones estadísticas y generales. Pero la naturaleza y el mundo social son más caóticos y diversos de lo que sueña esa filosofía que ha dominado al mundo durante siglos. Cuando observamos con detenimiento, nos damos cuenta que no hay ni sujetos ni objetos completamente idénticos. Además de que con los objetos más inmediatos como los que tengo en mi hogar, he establecido a lo largo del tiempo un diálogo silencioso que nos ha hecho influirnos mutuamente. Ese vaso que ha andado para allá y para acá, acompañándome, sobreviviendo al trajinar de los viajes, dejó hace mucho de ser una mercancía. Hoy es de nuevo un valor de uso que me sirve para saciar mi sed.

Dice Gastón Bachelard que debemos tomar la siguiente frase como un axioma cuando se trata de poetizar la realidad: “Todo el ser del mundo, si sueña, sueña que habla”. ¿Qué quiere hablar el vaso cuando lo observo o cuando bebo agua en él? Muchas cosas, la cuestión es saber entablar ese diálogo singular. Siento que entran en mí las diez mil vírgenes, he escuchado decir a algunas personas cuando recorre el agua fría su cuerpo y sacian su sed. José Gorostiza en su poema Muerte sin Fin escuchó que un vaso con agua le dijo lo siguiente:

No obstante -oh paradoja- constreñida

por el rigor del vaso que la aclara,

el agua toma forma.

En él se asienta, se ahonda y edifica,

cumple una edad amarga de silencios

y un reposo gentil de muerte niña…      

Ese diálogo, tal vez no con esa intensidad que expresa la palabra poética, cualquiera puede realizarlo. Sólo que la modernidad, tanto en nuestro interior como en el exterior nos ha desalmando a todos, como acertadamente dice James Hillman. A este respecto también señala:   

No creemos que las personas imaginarias puedan ser tal como se muestran, es decir, como sujetos psicológicos válidos con voluntad y sentimientos como los nuestros, pero no equiparables a los nuestros. Esa forma de pensar, decimos, es válida sólo para los pueblos primitivos animistas, o para los niños o los locos (Hillman,1999:56)

¿Qué podemos hacer para recuperar esa parte que nos han cercenado? ¿Cómo podemos recuperar nuestra alma y el alma del mundo? La clave está en la imaginación activa y la personificación. Por ello, en este apartado propongo dar un giro radical, pasar del concepto a la personificación del principal actor histórico, a saber, el capital, esencia del sistema capitalista en el cual estamos inmersos. Para encaminarme en la discusión, trataré de dar respuesta a las siguientes preguntas ¿Cómo conceptualizan al capital las principales corrientes del pensamiento económico? Y ya personificado ¿Quién es? ¿Qué quiere?  

Existe una diferencia, acaso irreconciliable, entre el marxismo y las corrientes hegemónicas del pensamiento económico sobre lo que es el capital. Tanto para los economistas neokeynesianos como para los economistas neoliberales, el capital son las herramientas, edificios, derechos de propiedad etc., los cuales sirven para la producción de bienes, sean estos utilizados o no. Desde este enfoque, todas las sociedades, desde la edad de piedra hasta nuestros días, han sido capitalistas. Algo de razón encontramos en tal argumento, pero debemos dar cuenta no de un proceso general, sino de la diferencia esencial en el modo de producción capitalista:

En este olvido reside, por ejemplo, toda la sabiduría de los economistas modernos que demuestran la eternidad y la armonía de las condiciones sociales existentes. Un ejemplo. Ninguna producción es posible sin un instrumento de producción, aunque este instrumento sea sólo la mano. Ninguna es posible sin trabajo pasado, acumulado, aunque este trabajo sea solamente la destreza que el ejercicio repetido ha desarrollado y concentrado en la mano del salvaje. El capital, entre otras cosas, es también un instrumento de producción, es también trabajo pasado objetivado. De tal modo, el capital es una relación natural, universal y eterna; pero lo es si dejo de lado lo específico, lo que hace de un “instrumento de producción”, del “trabajo acumulado”, un capital (Marx, 1975: 5-6).

Desde la postura de Marx, el sistema histórico capitalista surge como proceso de valorización del valor (plusvalía), por medio del cual el trabajo no remunerado sirve para la acumulación de capital, mediada por el intercambio mercantil privado.

Pero hay otra diferencia sustancial en estas encontradas posturas: la visión sobre la problemática actual es vista, o bien como un simple problema económico, o por el contrario como una cuestión que abarca distintos ámbitos políticos, económicos y socioculturales cuyos análisis parten del sujeto vivo. El primer fetichismo lo encontramos pues, en la teoría económica capitalista de nuestros días, pues consideran la riqueza en su forma objetiva, exterior al ser humano y no como producto del trabajo, es decir, como riqueza subjetiva.

A este respecto Mario Robles (2005:16), hace un recuento de las formulaciones de Marx que nos pueden ayudar:

Para Marx los “hombres” no son rigurosamente los “sujetos” (en sentido ontológico pleno) de la producción capitalista, sino el capital. Sobre el capital como sujeto, da indicaciones en varios pasajes de sus textos. En los Grundrisse, Marx afirma que el capital es “la potencia económica, que lo domina todo, de la sociedad burguesa” y más adelante lo señala como “El valor que entra en escena como sujeto”. En su máxima obra El Capital, éste es caracterizado como “un sujeto automático”, “el sujeto dominante”, “una sustancia en proceso, dotada de movimiento propio” “valor en proceso, dinero en proceso”…

Ahora bien, si el verdadero sujeto en nuestros días es el capital, según la perspectiva de Marx, esto nos puede ayudar en la personificación que queremos realizar a este singular sujeto. Así, rescato de Marx la parte metafórica e imaginativa que su crítica suscita. Pero si este sujeto está en movimiento perpetuo, es tan huidizo que se complica su aprehensión. Es puro flujo, muere si se queda quieto. Luego entonces, ¿dónde buscar un punto nodal que me permita comprender su alma?

La primera pista es la tragedia en Tlahuelilpan. Ahí ese sujeto, sin ser visto ni percibido estuvo presente. Su flujo era de gasolina transportada por medio de un gasoducto. Es claro pues que las corporaciones trasnacionales y las empresas nacionales, son la parte visible y palpable de ese sujeto que se mueve a toda velocidad por el planeta entero. De ahí que me parezca pertinente retomar la propuesta de Paul Baran y Paul Sweezy para, desde un lugar, hacer la personificación del sujeto capital:

El verdadero capitalista actual no es el hombre de negocios individual, sino la empresa. Lo que el hombre de negocios hace en su vida privada, su actitud hacia la obtención y el gasto de sus ingresos personales es irrelevante para el funcionamiento del sistema. Lo que cuenta es lo que hace en su vida dentro de la compañía y su actitud hacia la obtención y la forma de gastar los ingresos de la misma. Y aquí no cabe duda de que el objetivo de hacer y acumular ganancias tiene una posición tan dominante actualmente como la que tuvo siempre. En los vestíbulos del magnífico edificio de hoy en día, como en el nuevo del modesto despacho de hace un siglo, sería igualmente apropiado encontrar grabado el lema: “!Acumular! ¡Acumular! Ése es Moisés y los Profetas.” (Baran y Sweezy, 1985:40).

En los años sesenta los estudios de Paul Baran y Paul Sweezy, desde el marxismo, marcaron una nueva perspectiva de análisis que enfatiza el papel de las corporaciones que los autores denominaron capital monopolista. Desde su perspectiva, se hacía necesario abandonar la idea de que el capitalismo es una economía de libre mercado y por el contrario enfatizaron las características históricas de un sistema económico donde predominan las grandes corporaciones y el mercado oligopólico. En una radical vuelta de tuerca, no se adentraron al mundo de la producción sino en el modo en cómo se utilizan los excedentes en la sociedad estadounidense y cómo este proceso económico se relaciona con aspectos culturales, ideológicos y políticos.  

En su libro sobre la pandemia, el filósofo Slavoj Zizek (2020:28), observa que “Otro fenómeno extraño que podemos observar es el regreso triunfante del animismo capitalista, de tratar los fenómenos sociales como los mercados o el capital financiero como entidades vivas”. Esta tendencia al animismo sobre la que atinadamente llama la atención el pensador esloveno, no es muy común que se la tome en serio, más allá de una recurrente metáfora. Pero, de acuerdo a lo expuesto, el capital bien puede ser analizado como un sujeto con vida propia. En el caso que estoy tratando de comprender, la personificación del capital la haré desde las corporaciones asentadas en el Valle del Mezquital. De lo que se trata es de personificar los edificios, fábricas, herramientas, etc, que operan en la región y aplicarles, como a cualquier persona se podría aplicar, un análisis psicológico para conocer su alma.   

Los actores históricos: personificar los conceptos

Fue, si la memoria no me engaña, en el año 2013. En aquel entonces leía con avidez lo que se había escrito respecto a los campesinos del Valle del Mezquital. Sobre todo me llamaban la atención los estudios y reflexiones que en los años setentas realizaron un grupo de investigadores, encabezados por Luisa Paré, Roger Bartra y Eckart Boege sobre el proceso de descampesinización que estaba transformando a los campesinos en proletarios asalariados sin tierra. Más adelante comprendería que la región fue una especie de laboratorio por medio del cual estos académicos habían extraído conclusiones un tanto aventuradas pero que correspondían al debate del momento.

Más tarde, esos mismos intelectuales cambiarían sus posturas o las rectificarían. El caso más extremo, pero no el único, fue el de Roger Bartra, que pasó del marxismo leninismo a, en la actualidad, comulgar con las corrientes liberales de derecha. Así, su postura respecto a los campesinos se hizo más virulenta, y en ensayos que tuvieron amplia difusión, como el de la Jaula de la Melancolía, arremete contra los campesinos como una remora del pasado.

En una ocasión tuve oportunidad de viva voz a Luisa Paré. Fue en el examen de la maestría que sostuvo mi excompañera Rubí. Después de la defensa de su investigación que hizo Rubí vino la sesión de comentarios y preguntas por parte de los sinodales. Cuando le tocó el turno a Luisa Paré, entre otras cosas, dijo que lo que había presentado la examinada era muy interesante, sólo que no coincidía en utilizar la teoría del actor-red de Latour para analizar el bosque en la sierra veracruzana. Según esta propuesta metodológica, los entes no humanos tienen capacidad de agencia y deben de ser tomados en cuenta como actantes que influyen en los procesos que se quieren analizar. Entonces Luisa Paré soltó el chascarrillo:

  • Eso de que el bosque tenga agencia y sea un actor, me suena un poco raro. Ni modo que te pongas a hablar con un árbol y el árbol te conteste.

No reproduzco literalmente las palabras de la autora, pero quiero resaltar el desacuerdo que tiene con ver a los entes no humanos como dotados de agencia pues eso ayuda a explicar sus posturas teóricas. En fin, que la propuesta de Bruno Latour le pareció rara. Cuando dijo el comentario muchos se rieron. Pero a mí me hizo dudar de las conclusiones a las que había llegado en sus más relevantes estudios. Como el que realizó en esa misma región veracruzana y que lleva por título Una naturaleza entristecida. Ahí hace una crítica a las creencias en seres imaginarios que la gente del lugar tiene y señala que, ante los cambios en sus formas de vida, esas creencias se estaban perdiendo. Pero, si la Paré no cree en la agencia de los entes no humanos, me dije, ahí ya hay un sesgo relevante en su visión de las cosas. También me quedaba un poco más claro las conclusiones a las que había llegado en el Valle del Mezquital en los setentas, según la cual los campesinos estaban destinados a proletarizarse por completo.

Desde luego, como cualquier en cualquier investigación hay sesgos, lados oscuros que no se ven o que ni siquiera se toman en cuenta. Además, a pesar de los realizaron hace cuarenta años, los estudios de Luisa Paré y los otros investigadores antes citados, siguen teniendo vigencia y utilidad. Aun más que investigaciones realizadas en décadas posteriores. Pero como ellos mismo reconocieron, habían dejado muchas cosas de lado, una de ellas, y a mi juicio la más importante, no reconocer la importancia que tienen los entes no humanos en la comprensión del campesino hñähñu en particular y del campesinado mexicano en general. Así lo señala el propio Boege (1989:11): “En este trabajo traté a los otomíes igual como si hubiese analizado a cualquier campesinado en México. No fui capaz de relacionar la lucha por la tierra con la defensa de un modo de vida en cuyos ejes se encuentra la cultura del maíz y el pulque”. Aunque no sólo se les había pasado la cultura del maíz y el pulque, es interesante que, años después, hayan reconocido ese desliz. Por su parte Luisa Paré (1988:21) señalaría:

El concepto de articulación de modos de producción, muy discutible sin duda, dio lugar a una polémica hasta cierto punto estéril y muy injusta en la mayoría de los casos. Quienes a principios de los setenta intentábamos, con el método marxista, superar las interpretaciones funcionalistas del subdesarrollo, cometimos sin duda muchos errores, como por ejemplo no rescatar todos los esfuerzos anteriores de otros investigadores, dejar a un lado elementos culturales y la antropología misma a costa de la explicación económica y política.

En fin, por sus aportaciones y omisiones, estos autores me ayudaron a plantearme una serie de cuestionamientos en mi abordaje sobre los campesinos del Valle del Mezquital. Además, al conocer otras experiencias en Bolivia y el sur de México, pude comprender lo presente y vivo que está en los pueblos otra manera de pensar, más ligada a los mitos, las alegorías y las personificaciones.

Más adelante, conforme me interesaba más por esta forma de pensar que en los campesinos sale a flor de piel, me di cuenta que en realidad es una de las facultades fundamentales ontológicas y epistemológicas de cualquier ser humano como bien lo mostraron James Hillman y Gastón Bachelard, entre otros. Es decir, el animismo, las personificaciones, los mitos, las fábulas y todo lo que tiene que ver con la imaginación, la loca de la casa, son la base esencial de nuestra forma de pensar, sólo que la racionalidad moderna la ha relegado a los rincones oscuros del sueño o las psicopatologías y espacialmente, a los márgenes del mundo rural. Sin embargo, aún en el centro del mundo financiero y económico este tipo de pensamiento sale todos los días a flote, cuando los analistas nos dicen que los mercados están nerviosos. Solo que se suele ver como una metáfora y no como algo central en la manera que se concibe el capitalismo, en la forma en que lo imaginamos. La tarea que no sé hasta qué punto logré realizar, pero que me ha ocupado buena parte del tiempo, fue comprender cómo la imaginación es el fundamento de nuestra psique y cómo se puede aplicar para abordar los problemas que enfrentamos.       

El instante y la historia: última parte

Aunque el cuento se inspira, en buena parte, en la Divina Comedia, el drama de Borges es personal. Lo que él ve es el “inconcebible universo” pero sin historia. Por el contrario, el poema de Dante, nos ofrece una compleja visión de la historia, lo cual le permite relacionar aspectos cosmológicos pero cargados densamente de personificaciones históricas y de críticas a la sociedad de su tiempo, incluso en su viaje por el paraíso. Críticas que lanza hacia el futuro. A lo que hoy es nuestro presente.  Como plantea Ósip Mandelstam (2004:53), la visión histórica dantesca es antimoderna. Por lo tanto, completamente contraria a la concepción histórica de la modernidad capitalista como progreso lineal:

Para Dante, el tiempo es la sustancia de la historia experimentada como un acto sincrónico único. Y a la inversa, el propósito de la historia es mantener el tiempo unido, de manera que todos seamos hermanos y compañeros de una misma búsqueda y conquista del tiempo.

Al final de su coloquio sobre el poeta florentino, Mandelstam nos dice que Dante escuchó el sonido armonioso del tiempo y que intentó detenerlo en su inmenso poema. Así, el primer paso para la conquista de otra temporalidad desde la antimoderna actualidad de Dante, estriba en detener el tiempo lineal e insustancial del progreso y hermanarnos con los sufrimientos, sin razones y violencias que han ocurrido en el pasado y siguen ocurriendo en el presente, así como con los sueños y luchas que sustentan la esperanza. Hasta el día del Juicio Final que, como el propio Dante plantea en uno de los últimos cantos del Purgatorio, regresará la voz a los muertos.

Ese regresar la voz a los muertos es, desde el judaísmo, también es la apuesta de Walter Benjamin. Antes de pasar a considerar sus planteamientos voy a retomar algunos tercetos del canto XVII del Paraíso.

Dante se encuentra ansioso por expresar su pensamiento, sus deseos, sus dudas. Beatriz le contesta que lo exprese tal como sale del corazón, no para que lo exprese con palabras porque eso no es necesario puesto que, como ya se nos dijo cantos atrás, las almas pueden conocer los pensamientos antes de ser expresados, sino para que aprenda a comunicarse mejor. Entonces el poeta le pregunta a su bisabuelo qué le depara la fortuna. Y se lo pide con una hermosa metáfora temporal: «pues cuando podemos proveer la trayectoria de la flecha, por lo menos podemos hacer que llegue más lentamente». Detengámonos un momento y reparemos un poco en que la flecha de por sí ya tiene una trayectoria. Por eso, líneas adelante, Caccsiaguida le contesta así:  

Todos los acontecimientos que no exceden el alcance de la naturaleza humana, se encuentran ya imaginados por la mente del Eterno, de lo que no se puede inferir que tales cosas deban ocurrir por fuerza; así como el navegar de una barca corriente abajo no es producido por la barca que lo contempla., de igual manera que llega a tus oídos el sonido del órgano, yo percibo los sonidos que los tiempos te deparan (Dante, 2005: 132).

Dios es, desde esta perspectiva poética, un productor de metáforas e imágenes. Supongamos sin conceder, que el universo en el que nos encontramos fue creado como una inmensa e infinita alegoría. Supongamos que, a una de esas creaciones, el ser humano, le fue otorgado ese mismo don por medio del cual sus creaciones son alegorías y también su manera de conocer la realidad es esencialmente alegórica, aparte de literal, anagógica y moral. Estas serían una especie de categorías kantianas, pero metafóricas simbólicas y poéticas. Si nuestra hipótesis fuera cierta, cada acto por mínimo que sea, sobre todo cada acto humano que ya está en la mente eterna, es un acontecimiento que forma parte de la historia universal. ¡Qué diferente parecen así nuestros hechos políticos en nuestros días! El arte poético sería la capacidad que tuviera cada uno de intensificar la experiencia de los hechos de su vida y su sociedad y así poder encontrar una especie de puntos nodales donde se lograra comprender mejor nuestro presente y nuestro futuro. Ni siquiera tienen que ser los grandes acontecimientos que se relatan en los libros de historia. Este arte incluye al sujeto cognoscente y por lo tanto se vincula a su historia personal. Sin embargo, no me resisto a poner un ejemplo que está a flor de piel y que es, si no de interés general, sí de conocimiento general. Me refiero al asesinato del afroamericano George Floyd, a manos de un policía. En los medios de comunicación pasaron una y otra vez las escenas y los gritos desesperados y agonizantes donde se escuchaba un insistente: I can’t breathe. El resto es historia. Pero si lo interpretamos desde la filosofía de la historia dantesca, desde hace más de un año, hasta la naturaleza parece gritarnos: ¡No puedo respirar!

Ese ejemplo que acabo de esbozar, aunque en los márgenes fue de conocimiento de muchas personas alrededor del mundo, al menos hasta que los medios de comunicación lo remplazaron con otra noticia. Pero ¿cuántos de esos casos ocurren en este preciso momento y han ocurrido incesantemente a lo largo de la historia? En el lenguaje benjaminiano ¿cuántas monadas históricas se manifiestan ahora en cada rincón del planeta? La tarea del historiador es saberlas captar y aferrarse a ellas en todos sus detalles, hasta recuperar por un instante la voz de los que no tienen voz, muertos o vivos.

Es en la tesis XVII sobre la filosofía de la historia que Benjamin (2012:150) plantea lo que es una mónada histórica. Según él hay dos maneras que se contraponen a la hora de hacer historia. La primera solo se dedica a acumular datos y hechos que llenan un tiempo vacío. Por el contrario:

El partidario del materialismo histórico sólo se aproxima a un objeto histórico cuando éste se le presenta como una mónada. En esa estructura reconoce el signo de una suspensión mesiánica del devenir; en otras palabras, de una posibilidad revolucionaria en el combate del pasado oprimido.

No he transcrito completa la tesis para concentrarme en este fragmento. Primero ¿Qué es una monada histórica como la plantea Benjamin? Según su concepción de la historia sería donde de concentra, en un hecho particular y muchas veces olvidado, la totalidad de la historia, la cual permitiría un combate por el pasado. Desde este planteamiento, el pasado está más que vivo: define las luchas del presente. Así, entramos a una temporalidad mesiánica. Ahora bien ¿a qué mesianismo se refiere? Si seguimos por estos derroteros podemos caer entrampados en la riqueza de las metáforas, lo que siempre es placentero, pero el espacio que he destinado para este apartado se está agotando. Desde mi catolicismo ateo, puedo decir que el mesianismo de Benjamin se parece al Juicio Final del que habla Dante, donde el mundo adquiere su multifacética actualidad los muertos por fin son redimidos: la historia no es un vacío devenir sin sentido, sino que tiene una consumación. Como quiera, ni para el poeta católico ni para el filósofo judío, el tiempo es lo que sigue siendo para la modernidad capitalista: una categoría abstracta y lineal. De ahí que ambos pugnen por poner un freno, detener el tiempo, para dotarlo nuevamente de su riqueza, de su intensidad: darle una vez más alma y contenido. De este modo y partiendo de su visión del tiempo, hay, a pesar de las enormes diferencias que los separa, más coincidencias que quisiera abordar en su novedosa manera de abordar la historia humana.

Tanto Dante como Benjamin utilizan el pasado como crítica del presente. Los dos buscan un reencantamiento del mundo y hacen una crítica a la mercantilización de la vida que en su tiempo les tocó vivir. Los dos piensan la historia en imágenes. Pero, sobre todo, con sus herramientas y sus capacidades, sin ser Odiseo o Eneas, sin ser grandes héroes mitológicos, sino sujetos de carne y hueso como cualquier hijo de vecino, los dos emprenden a su modo un viaje al inframundo. Tanto poeta como pensador descienden en búsqueda de sus muertos para rescatarlos del olvido y darles la voz. De la misma forma, en ese viaje hacen una crítica ácida a las estructuras de poder y dominación que les tocó vivir. Por lo tanto, los dos están al servicio de los oprimidos.  Sus libros son herramientas útiles que nos han legado para comprender nuestro presente y encontrar las claves para poder cambiarlo. Tanto el mesianismo de Benjamin como el libre albedrío que define y defiende Dante apuestan por que los hombres hagan su propia historia. Una historia que está ligada a las luchas y fracasos del pasado. Lo que plantea Benjamin (2012:75), en la tesis VI, lo podría haber dicho sobre Dante y su visión apocalíptica de la historia plasmada en la Divina Comedia:

Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo «tal y como verdaderamente ha sido». Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado tal y como se le presenta de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de subyugarla. El Mesías no viene únicamente como redentor; viene como vencedor del Anticristo. El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo es inherente al historiador que está penetrado de lo siguiente: tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer.

Ese ese instante de peligro el que a partir del segundo capítulo voy a ensayar para encender la chispa de la esperanza. Por el momento, creo que no necesito citar más argumentos de Benjamin y de Dante, para llamar la atención sobre el ahora y el instante histórico. Ya los iré citando cuando haga falta. El lector o lectora juzgarán hasta qué punto he logrado trasmitir esa imagen del pasado. Pero no está de más repetirlo, lo realizo desde mis herramientas y mis limitadas capacidades. Lo que hago es lo que hace la mayoría: me subo a hombros de gigantes. Ahora ya se puede esclarecer desde qué perspectiva analizaré la parte central del drama en el Valle del Mezquital: los actores.    

El instante y la historia: primera parte

Cuando la reflexión sobre el conjunto de relaciones en interacción mutua que hay en un objeto cualquiera, se prolonga, surgen comentarios perspicaces y certeros. Para ejemplificar lo que digo regresemos al ejemplo del vaso. Si quisiéramos desentrañar cada uno de los componentes y relaciones que hacen que aparezca ante nosotros, nos tendríamos que remitir al origen del universo mismo. Esto que poéticamente puede ser bello e inspirador, en una investigación acarrea serias dificultades: es necesario resaltar los aspectos que más nos interesa de acuerdo al problema que queremos abordar. Entonces ¿de qué manera captar el conjunto de relaciones que propiciaron la tragedia en Tlahuelilpan?

Para acotar el problema hay que recordar que nos referimos a un cambio específico: el cambio social. Es decir que hay que tomar en cuenta una temporalidad y espacio humanizados, donde la interacción entre hombre y naturaleza condiciona los otros momentos. Desde luego la cuestión aún así se complica tanto en lo geográfico como lo histórico. Ya abordé, aunque sea someramente, la problemática de las escalas geográficas. Ahora hay que resolver lo referente a la temporalidad histórica y su abordaje.

Aquí hay varias maneras de abordar la historia, pero las que más me interesa contrastar son las de larga duración frente a los acontecimientos cotidianos. Actualmente cuando alguien quiere abordar los problemas del presente o del pasado desde una perspectiva histórica, se suele dar mayor importancia a los tiempos de larga duración. Wallerstein, por ejemplo, siguiendo las enseñanzas de Braudel, enfatiza los extensos bloques históricos que configuran el capitalismo, dando poca relevancia a los eventos cotidianos. Es en este sentido, una visión determinista y estructuralista de la historia. En contraparte, la microhistoria da mayor énfasis a los pequeños y locales acontecimientos que logran conjuntar en un lugar las relaciones históricas que lo configuran. Cabe señalar pues, que esta investigación está más cercana a esta manera de abordar la historia, cuyo caso paradigmático en México es Pueblo en Vilo, el estudio de Luis González y González que, en un pueblo recóndito del estado de Michoacán y aparentemente alejado de los eventos históricos relevantes, muestra cómo se puede abordar la historia desde un lugar aparentemente marginal.

Sin embargo, el problema que estoy abordando aún no forma parte exclusivamente de la historia. Por el contrario, está íntimamente ligado al presente en el que estamos inmersos. Incluso las investigaciones realizadas al respecto por las autoridades aún no han sido concluyentes y siguen en proceso, lo mismo que cuestiones que no han sido esclarecidas, como el saber por qué, aunque el ejercito estaba desde las primeras horas de la fuga en el ducto, no intervino. Por ello, aunque retomaré elementos históricos lo que me interesa es partir desde el presente, el “ahora” como lo llama Benjamin, autor del que retomaré sus tesis sobre la filosofía de la historia. La de Benjamin es una visión de la historia a contrapelo de las principales corrientes sociológicas e historiográficas que permite desde nuestro ahora comprender los acontecimientos como el de Tlahuelilpan desde todos sus detalles por más nimios e insignificantes que parezcan.

Aunque novedosa y en los márgenes de las academias, aunque cada vez más un autor de moda, no es el único autor que se aboca a una historia que parte desde el ahora. De hecho, Benjamin combina los más rigurosos conceptos filosóficos con la tradición mística judía. Esta manera de abordar la historia y el presente encuentro que se relaciona con una amplia tradición de pensadores y corrientes religiosas, filosóficas y literarias, como por ejemplo, la visión de la historia como acto sincrónico único que Dante nos ofrece en la Divina Comedia y que por cierto ha sido poco aprovechada por la ciencia social, o la sincronicidad propuesta por Jung para analizar la psique, pero que es igualmente sugerente si se aplica no sólo a los problemas individuales sino también sociales. Desde luego también la cábala de la que el propio Benjamin abreva o el I Ching o Libro de las Mutaciones, el libro sagrado chino donde la centralidad de lo sincrónico es fundamental.

Estas son las afinidades que yo encuentro entre el pensador alemán y otras corrientes de pensamiento. Seguramente hay más, pero confieso que mis conocimientos, incluso de las que acabo de mencionar, son escasos. Aun así, me parece que me ayudan a comprender -más que otro tipo de pensamiento- el problema que voy a abordar en el corazón del Valle del Mezquital. Veamos.

En el célebre cuento El Aleph, Borges nos ofrece en síntesis lo que sería una aproximación del instante histórico. En él se narra la visión que tiene Borges en el sótano de una casa cuando Carlos Argentino Daneri le muestra el Aleph: un punto donde están contenidos todos los puntos del espacio. En lo que el narrador llama la parte central de su relato, así describe, o más bien trata de describir lo que ha visto simultáneamente:

En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo… (Borges, 1999:113-114).

No por celebre y hartas veces comentado, la interpretación de lo que es el Aleph resulta fácil de explicar. Tal vez, como en todo relato literario, hay que vivir las imágenes que se nos presentan y disfrutar lo que la lectura nos evoca. Pero algunas claves retomo de lo que acabo de transcribir. Principalmente la posibilidad de que el espacio cósmico esté contenido en dos o tres centímetros de diámetro y que cada cosa que se ve desde el Aleph, es infinitas cosas vista desde todos los puntos del universo. ¿Qué pasaría si la chispa que generó la explosión en Tlahuelilpan fuera analizada como un tipo de Aleph donde se condensa la historia de los oprimidos?

Algo que salta a la vista cuando se lee el cuento entero, es que Borges tiene una particular concepción de la realidad y la hace más que manifiesta en su larga descripción de lo que vio en el diminuto punto. Hay que resaltar que, si otra persona pudiera ver el Aleph, sin duda vería cosas completamente diferentes. Es decir, el espectador forma parte de la visión, como en la sincronicidad de Jung, o como nos ha enseñado la física moderna, según la cual el observador modifica lo observado. Y el espacio desde donde se mira también es distinto. No es lo mismo ver el Aleph en el sótano de un pequeño burgués argentino que desde las milpas del Valle del Mezquital. Paso así a especificar lo que he denominado instante histórico subalterno.

Los siete momentos del cambio social: segunda parte

II

Lo primero que salta a la vista es que haya una geografía crítica. ¿A qué se refiere este adjetivo cuando se aplica al estudio del espacio? Como plantea Hillman en el párrafo que cité líneas arriba, una de las características de nuestros tiempos apocalípticos es una ideología del espacio como “mundo muerto y objetivo”. La cual ideológicamente se fundamenta en las ideas de buena parte del pensamiento de la modernidad: Newton, Locke, Kant y Descartes. Estas ideas postulan una relación con el espacio hasta antes del surgimiento del capitalismo, desconocida. Para Newton, por ejemplo, el universo ya no sería ese lugar habitado por dioses, sino una máquina de relojería con leyes que la ciencia puede conocer para explicar su funcionamiento. Por otra parte, para Descartes hay una res extensa, vacía de significado y de la que nada podemos saber, y una res cogitans, una cosa pensante que dota de significado y sentido todo lo que existe. Exagerando el ego “de forma titánica y monstruosa”, como dice Hillman.

No me voy a detener en estas complejas corrientes de pensamiento que nos llevarían por otro camino del que me he planteado. Hago referencia, aunque sea someramente, para mostrar que esa concepción del pensamiento moderno, tiene una aplicación en nuestra vida cotidiana y en la manera en que concebimos nuestra relación con el espacio. Así, no es que el pensamiento hegemónico sea la causa por la que actuamos de determinada manera sobre el espacio. Ni la tragedia en Tlahuelilpan, ni el espacio donde sucedió, deben abordarse como problemas causales. Más bien es como lo plantea Milton Santos, hay que analizar el espacio como un conjunto indisoluble de sistemas de objetos y sistemas de acciones. Sólo que Santos plantea un marco teórico sistémico para abordar el espacio y sus subcategorías como territorio, región, paisaje, lugar, etc. En esta investigación voy a utilizar una concepción dialéctica. Para ello haré referencia al materialismo histórico-geográfico desarrollado por David Harvey. A este le añadiré el enano giboso y feo de la teología, como propone Benjamin en sus tesis sobre la filosofía de la historia.

Desde su nacimiento, el sistema mundo capitalista ha tenido especial interés en el dominio del espacio. Debemos a Marx encontrar la lógica de esa sed insaciable. Según lo desarrollado por él, el capital no es una cosa o un conjunto de cosas, sino un proceso. Este proceso se podría resumir como valor que se valoriza. Ahora bien, Harvey ha hecho énfasis en que ese proceso se relaciona con la urbanización y la constante transformación del espacio que esto conlleva:

Desde sus inicios, las ciudades han surgido mediante concentraciones geográficas y sociales de un producto excedente. La urbanización siempre ha sido, por lo tanto, un fenómeno de clase, ya que los excedentes son extraídos de algún sitio y de alguien, mientras que el control sobre su utilización habitualmente radica en pocas manos.

Así, la producción del espacio no es homogénea pues se da por procesos donde dialécticamente están inmersos la división del trabajo, la especificidad en el proceso de acumulación del capital y la dominación política e ideológica en lo que Harvey (2000) llama desarrollos espaciales desiguales proponiendo la integración histórica y geográfica, relacionando el tiempo-espacio en su concepción materialista histórica del espacio.

Para entender el espacio desde esta postura, hay que entender la acumulación de capital como cuestión eminentemente geográfica. Harvey (2000) muestra cómo la globalización implanta el proceso del capitalismo para solucionar sus contradicciones por medio de procesos espaciales:

Una y otra vez, ha recurrido la reorganización geográfica a la expansión, a la intensificación como solución parcial a sus crisis y puntos muertos. El capitalismo, por lo tanto, construye y reconstruye una geografía a su propia imagen. Construye un paisaje geográfico especifico, un espacio producido de transporte y comunicaciones, de infraestructuras y organizaciones territoriales, que facilita la acumulación durante una parte de su historia del capital que deberá ser derribado y reconfigurado para abrir camino a más acumulación en una fase posterior (Harvey, 2000:72).

La globalización como acertadamente plantea el autor, sería una nueva fase en la producción capitalista de espacio. En este proceso de globalización las escalas permiten relacionar lo local con lo global y entender los conflictos y las disputas de los actores sociales a diferentes niveles. Considerar los efectos en un momento y en lugares específicos, permite arraigarlo “en las condiciones orgánicas de la vida diaria” (Harvey, 2000:103).

Estas escalas organizan la actividad humana y así como dependen de un proceso global también dependen de las condiciones políticas, económicas y de la lucha político-social. Siguiendo a Harvey (2010), aunque tratemos de fijar a la comunidad como una particular escala, esta no queda fija y cambia  a lo largo del tiempo pues tiene relación con lo urbano, con la región y a nivel global: “el examen del mundo en una escala particular revela inmediatamente toda una serie de efectos y procesos que producen diferencias geografías en los modos y niveles de vida, en el uso de los recursos, en las relaciones con el medio ambiente y en las formas culturales y políticas” (Harvey,2000:98).

Esta manera de comprender la escala en la que se ha desarrollado el capitalismo en una región especifica como el Valle del Mezquital, nos habla de formas de vida particulares en entornos socio-ecológicos igualmente diversos. Si bien esta diferencia geográfica es un legado histórico.

Existen, pues, diferenciaciones geográficas que están constantemente cambiando en diferentes escalas tanto en el nivel cultural como ecológico y social y si bien incorporan legados del pasado no se mantienen estáticas ni inmutables. El dar prioridad a una escala y sólo a ella, no nos permite comprender su articulación en los procesos de resistencia de las comunidades. Esclarecidas estas cuestiones geográfico históricas en la dialéctica del espacio, es necesario regresar a las consecuencias que este proceso tiene en regiones como el Valle del Mezquital. A este respecto dice Harvey:

La absorción de excedente mediante la transformación urbana tiene un aspecto todavía más siniestro, que ha implicado repetidas explosiones de reestructuración urbana mediante la «destrucción creativa», que tiene casi siempre una dimensión de clase, dado que son los pobres, los no privilegiados y los marginados del poder político quienes sufren primero y en mayor medida las consecuencias de este proceso en el que la violencia es necesaria para construir el nuevo mundo urbano a partir de las ruinas del viejo.

En estos planteamientos se encuentran herramientas poderosas para comprender mejor los acontecimientos como el de la tragedia en Tlahuelilpan. Pues nos ayudan a integrar diferentes dimensiones de la realidad social en un espacio determinado. El marco teórico propuesto por Harvey se puede sintetizar en un esquema que resume su propuesta sobre el materialismo histórico-geográfico:

El autor los llama los siete momentos del cambio social. Es interesante observar este esquema por un rato para darnos cuenta de la diferencia que tiene el plantear un problema desde sus causas y plantearlo dialécticamente. En esta segunda opción, cualquier problema se debe analizar como una totalidad orgánica anclada en el espacio.

El arte de ponerlo en práctica en cada investigación, depende de la pericia para vincular y resaltar las influencias de cada uno de los momentos. Pero como herramienta heurística es poderosa porque nos permite complejizar y comprender críticamente los problemas sociales sin olvidar las especificidades geográficas en constante cambio.

Retomando la investigación llevada a cabo por el gobierno federal sobre la explosión en Tlahuelilpan, tenemos una pauta crítica para comprender la limitación y falsedad en las que se sustentan. Ese chispazo que ocurrió en un segundo desafortunado, ya no se analiza desde una hipótesis sumamente superficial como la de la Procuraduría  según la cual fue el roce de las ropas sintéticas la que causó el “accidente”. Miramos con otros ojos, tal vez más abiertos y conscientes; más despabilados.

David Harvey cuenta una anécdota de cuando puso en práctica este método. En un jurado del que él formaba parte entre ingenieros y urbanistas y conformado para seleccionar las mejores ideas para el diseño de una nueva ciudad en Corea del Sur, se le ocurrió, debido a que se estaban focalizando en un solo aspecto, plantear algunas preguntas para complejizar la desición. A los ingenieros y urbanistas les parecieron muy interesantes los planteamientos de Harvey (2014: 192):

Después del debate me preguntaron dónde podían encontrar más cosas sobre aquellos pensamientos tan interesantes, y cometí el error de indicarles la cuarta nota al pie del capítulo XIII del libro primero de El Capital de Marx. Debería haberlo pensado dos veces, ya que ante una indicación como esa hay dos reacciones típicas. Una es nerviosa e incluso temerosa, porque conceder que Marx pudiera haber dicho algo tan poderosamente obvio e interesante equivale a expresar cierta simpatía hacia su obra, lo que sería horrible para las perspectivas profesionales e incluso personales de cualquiera. La otra es mirarme como a un idiota, tan falto de ideas que solo puedo repetir como un loro insensateces de Marx, y lo que es peor, ¡caer tan bajo como para citar una nota al pie de página!

Para mí fue un alivio leer esto que cuenta el geógrafo. Cada que uno cita a Marx o pasa uno por un radical trasnochado o, en efecto, por un idiota que no piensa por sí mismo. Pero si a mí se me preguntara por qué sustento buena parte de mi marco teórico en Marx es porque muchos de sus planteamientos me parecen, como dice Harvey, poderosamente obvios. Por mi parte, he puesto en práctica este método con mis alumnos. Desde luego no les digo la fuente, sólo les pido que aprendamos a observar la realidad. Les digo, miren este vaso de vidrio -esta  misma pregunta frente al mismo objeto nos la hizo a un grupo de estudiantes y a mí el profesor Carlos Cortéz- ¿Qué es lo que hace posible, que relaciones de todo tipo existen para que ese vaso esté aquí frente a nosotros?  Y como las obviedades empiezan a surgir sin tanto rollo teórico, uno se complace en observar. Tal vez el problema es que nos han fragmentado el pensamiento de tal modo que nos obstinamos en ver una parte de las cosas y ocultamos lo demás. A cualquiera nos pasa todo el tiempo. Esa es otra de las funciones de la ideología: mentir para ocultarnos la obvia verdad. Por eso creo que algunos no quieren a Marx, porque contrario a lo que se piensa, te invita a pensar por ti mismo.

Luego entonces ¿Por qué este escrito se está plagando de citas de diversos autores? Le pido paciencia al lector o lectora. Sólo será este ensayo donde sustentaré mi marco teórico de la mejor manera posible. ¿Imaginen que en una reunión parecida a la de Harvey les digo que de lo que se trata es de darle la voz a los muertos y a las cosas?   

Los siete momentos del cambio social: ¿causas o dialéctica?

I

Según los resultados del equipo de investigación de la Procuraduría General de la República, la explosión en Tlahuelilpan se debió, según los peritajes, al roce de las ropas sintéticas y el exceso de personas que había en el lugar. Así lo dio a conocer el titular de la institución, Alejandro Gertz Manero de lo ocurrido:

En el momento del siniestro, ese ducto estaba cargado con gasolina de muy alto octanaje, eso genera una serie de gases de una gran letalidad, y por tal razón, en el momento que eso se da, y las personas empiezan a acercarse y moverse de una manera multitudinaria alrededor de esa zona que estaba cargada de gases, muchas de las personas usan ropa de contenido sintético que tienen también la posibilidad de generar reacciones eléctricas. Ese es un principio de investigación, no es una contundencia, ni un resultado final.[1]

A pesar de que esa fue la primera hipótesis unas horas después de lo ocurrido, hasta la fecha no ha cambiado la versión oficial. A casi tres años de lo ocurrido, también se han esgrimido otras causas que explicarían el hecho. El mismo fiscal dio a conocer que había indicios de haber sido un acto deliberado e inducido. Las razones en las que se sustentó ese supuesto, fue que a la gente le llegaron mensajes momentos después de que apareció la fuga para que fueran al lugar por la gasolina. Además, dio a conocer que perforaciones de ese tipo ocurrieron en los últimos meses al menos diez ocasiones. La más significativa duró más de doce horas el día 12 de diciembre del 2018. Por su parte, el presidente López Obrador, dijo que detrás de los acontecimientos pudieron estar involucrados los principales grupos del crimen organizado que operan en el lugar.  

Aunque fragmentariamente fueron abordadas por las autoridades, muchas preguntas quedaron sin resolver ¿Qué relación hay con la naturaleza para que haya explosiones en el lugar? ¿De qué manera la tecnología utilizada por Pemex y otras empresas de la región han transformado las relaciones sociales en la vida cotidiana de las personas? ¿cuáles son las estructuras de poder que sustentan esas relaciones? ¿Cómo se vincula la producción industrial y agroindustrial con lo sucedido? La enajenación y mercantilización de la vida generada en el capitalismo sustentada en una ideología de clase ¿de qué manera influyó en la mentalidad de las personas que fueron al lugar? El que exista un Estado con un marco legal corrupto que beneficia a grupos de poder hegemónicos ¿Qué tiene que ver con el huachicol que practican diferentes estratos sociales?

Desde luego que estas preguntas y sus posibles respuestas, para este caso y para las problemáticas generales que viven el país han sido abordadas una y otra vez por las autoridades y grupos de analistas e intelectuales. El presidente López Obrador, todas las mañanas, un día sí y otro también, habla de la corrupción, sobre el periodo neoliberal y la necesidad imperiosa purificar la vida pública. Por su ´parte, intelectuales de diversas corrientes ideológicas, han esgrimido las más diferentes causas de los problemas que enfrentamos. Hay algunos que dan mayor énfasis al problema de nuestras relaciones con la naturaleza y la tecnología, otros hablan de la importancia que tienen las leyes y el Estado en las relaciones de poder cotidianas. Los hay que hacen hincapié en la economía y el desarrollo como causa fundamental de explicación. Por último, existen los que creen, y no son lo menos, que la principal causa del momento en el que estamos, es la mentalidad de las personas. Este tipo de explicaciones, aunque válidas vistas desde su parcialidad, son falsas y, por lo tanto, siguiendo a Luis Villoro (2007), dejan de ser científicas y cumplen la función de una ideología.

Regresemos a tratar de comprender qué y quiénes ocasionaron la tragedia en Tlahuelilpan. Empecemos por la fuerza aplastante de la obviedad. Es obvio que no hay una causa única que haya causado la explosión en Tlahuelilpan. No fue sólo el roce de las ropas sintéticas y las chispas eléctricas que esto genera. Tampoco lo podemos explicar como si únicamente se debiera a la corrupción de Pemex, lo que llaman el huachicol de arriba y el huachicol de abajo. Mucho menos por la mentalidad de las personas.

Aunque tampoco se debe exclusivamente a la llegada de los ductos y el proceso de industrialización que se instauró con virulencia a partir de los años setenta, ahí al menos tenemos un objeto material concreto que, como dicen las personas del lugar, transformó sus vidas por completo. Una de las primeras entrevistas que realicé en San Ildefonso Chantepec, fue a don Cipriano Ángeles, representante legal en ese entonces de la radio Gi ne gä bu h’e th’ o (queremos seguir viviendo). Al preguntarle sobre cómo veía el futuro de su comunidad, me contestó:

No sé qué va a pasar de aquí a unos treinta años en la comunidad, a lo mejor ya no habla ninguno el Hñähñu y pasa como en Mixquiahuala. Ahí me invitó mi sobrino por allá a una fiestecita de una primera comunión, me topé con un señor de ahí, un viejito, tiene como setenta años, le digo: ¿verdad que aquí anteriormente se hablaba el otomí, y ahora quién lo habla? Le pregunto. “Ninguno –dice-, hay unos cuantos que lo hablamos por acá y otros por allá, ya está a punto de morirse, pero ya la lengua ya no lo habla”. Si progresaron muy pronto, durante veinte, treinta años, la comunidad progresaron porque entró el agua negra allí. Todos tienen su parcela, bien cultivada. Tiene tractores, tiene casa de tres pisos, todo tienen. Tiene empacadora, todo ya, la lengua otomí no les interesa. Así me imagino que aquí en San Ildefonso va pasar.[2]

 De este modo quisiera resaltar el hecho contundente de que el capitalismo, aunque un proceso en perpetuo movimiento y transformación, se concretiza en objetos materiales. Por ello, al observarlos y buscar que se expresen, si lo hacemos de la manera correcta, sería como sacarle una foto a ese bicho inasible que es el capital.  

Visto desde esta perspectiva, se explica por qué las aportaciones de la geografía crítica, la psicología arquetípica, la fenomenología de los elementos que permiten reflexionemos sobre cómo concebimos el espacio, coinciden con el aceleramiento de la transformación desenfrenada del periodo neoliberal.      

 Y estas corrientes de pensamiento y análisis lo que nos permite y exige es no olvidarnos de las condiciones materiales y, por lo tanto, espaciales y territoriales en nuestra aproximación a la realidad social. No vivimos en espacios homogéneos. Por el contrario, basta mirar a nuestro alrededor, donde quiera que nos encontremos, para percibir el abigarramiento natural y social en el que estamos inmersos.

Todo lo hasta aquí dicho es obvio. Esta frente a nuestros ojos. ¿Por qué seguimos concibiendo el espacio como algo muerto y exterior a nosotros?

James Hillman encuentra en el pensamiento moderno las raíces de esta manera de concebir nuestro estar y ser en el mundo. Al referirse a las fantasías de catástrofe que pueblan nuestra psique, argumenta que esto no es un problema interior como se empeñan en hacernos creer la ideología dominante, y señala:

 Esas fantasías hacen realidad la visión apocalíptica cristiana y cumplen al pie de la letra la doctrina de un mundo que ya ha sido declarado muerto por la tradición occidental, un mundo cuya autopsia ha estado presidida por la mente septentrional de Newton y Descartes. Ojalá seamos ahora capaces de ver lo que Blake siempre supo: el apocalipsis que mata el alma del mundo no se encuentra al final del tiempo, no va a venir, sino que se está produciendo ahora, y sus jinetes son Newton y Locke, Kant y Descartes. Las fantasías del fin literal del mundo anuncian, sin embargo, el fin de este mundo literalista, del mundo muerto y objetivo.

Como el tema es complejo y el espacio corto. Voy primero a abordar este problema desde la perspectiva de la geografía crítica y después desde la fenomenología y la psicología arquetípica, a fin de realizar una síntesis que nos ayude a comprender a los actores del drama en el Valle del Mezquital. Y, sobre todo, que nos guíe en la búsqueda del qué y quiénes ocasionaron la tragedia.   


[1] https://www.youtube.com/watch?v=ZOBX6jZB6G8

[2] Entrevista con Don Cipriano Ángeles Pascual, habitante de San Ildefonso Chantepec, diciembre de 2012.

Ciudad mía

Planeta de tugurios, ciudad mía

cabellera ondulante en la llanura,

de angustiado cemento la espesura

de las calles oliendo a minería.

Conozco tus lunares de cianuro

y polvo cálido color de espanto,

tus males no los cura ni el acanto,

para tu cuerpo enfermo no hay conjuro.

Sólo hay que abrir los ojos a tu cielo

y al bálsamo sagrado de tu viento,

andar por las orillas pueblerinas

donde el amor aún tiene un anhelo:

que la historia, por fin, repita el cuento

de las viejas batallas campesinas.

*José León

EL Hidalgo Bárbaro del Siglo XXI: Herramientas metodológicas.

A lo largo del proceso de investigación pude realizar un constante trabajo de campo, intervención y acompañamiento con los campesinos y sus organizaciones del Valle del Mezquital. Esto se debió a que a la par de mi ingreso al posgrado en Desarrollo Rural formé parte de una organización de la sociedad civil cuyo nombre es Instituto de Desarrollo Local y Educación (IDELE). Los integrantes en su mayoría activistas y académicos nos organizamos con la finalidad de realizar investigaciones desde la experiencia de sujetos subalternos del campo y la ciudad, tales como obreros, campesinos y ciudadanía en general interesada en generar conocimiento propio desde los problemas que se enfrentan a nivel local, sobre todo a raíz de la instalación de megaproyectos. Desde el año 2011 a la fecha el instituto se ha dedicado a diversas tareas y cada integrante tiene su propia postura ideológica y epistemológica. Sin embargo, el activismo en esta organización me permitió generar una pregunta metodológica central ¿Qué significa dejar hablar al sujeto?

Es por ello que desde un principio el tipo de investigación fue muy crítica con la supuesta neutralidad de las ciencias sociales. Es decir, el investigador no sólo es un simple espectador, sino que se convierte en actor en los procesos que trata de comprender. Este tipo de trabajos académicos, cabe señalar, tienen una larga historia en el Valle del Mezquital, ya que es en esta región donde se llevaron a cabo las primeras aplicaciones en nuestro país de lo que se llama Investigación Acción Participativa (IAP). Es así como he partido desde un posicionamiento político que lejos de soslayar lo he hecho explicito. Como señala Oslander (2008:110): “Esta política de posicionamiento se ocupa de las estructuras de poder existentes y analiza tanto la posición que elegimos adoptar, como las múltiples actitudes que asumimos como investigadores”.

Con esa experiencia que, aunque incipiente ha ido formando mi visión sobre la academia y su relación con el mundo rural, me ha permitido adquirir algunas estrategias para realizar el acompañamiento y la intervención con los sujetos. Por ello, a mi llegada a Santiago de Anaya y en mi convivencia cotidiana, en vez de realizar las acostumbradas técnicas de investigación, al inicio simplemente conviví con los campesinos y de ahí en conjunto fuimos encaminando la manera en que se desarrolló la investigación. Por ejemplo, en alguna ocasión don Poncho me preguntó si había algo escrito sobre el pasado de Santiago de Anaya. Les respondí que iría al Registro Agrario Nacional (RAN) y pidieron acompañarme. Para mí fue claro que existía un deseo de recuperar su historia. Ese fue el punto de partida para realizar una serie de actividades que me permitieran ahondar en la resistencia campesina. Lo que encontramos en los archivos del RAN y el Archivo General de la Nación, nos sorprendió y fue el detonante de las actividades en el transcurso de los años realizamos.

Como señala Nestor Kohan (2007):

Aquí reside la importancia metodológica de abordar el problema de la vida cotidiana como un presente inscripto en la historia y en la política. Si deshistorizamos la vida cotidiana y la suponemos como un espacio ajeno a la política, el único sujeto posible que nos queda es “la gente”…, pero en realidad se trata de mostrar a la luz lo que ya existe: hoy en día estamos asistiendo a la disputa –esencialmente histórica y política- entre dos tipos posibles de subjetividad. Una domesticada, individualista y fragmentada, dispersa y sumisa; la otra rebelde y resistente, solidaria y (potencialmente) subversiva, es decir, revolucionaria.

Ahora bien, la convivencia y conocimiento que adquirí con los integrantes del MISA, sin exagerar, ha transformado mi vida, pero más allá de esa experiencia adquirida que en mucho sentido forma parte de mi bagaje como investigador, también tenía que cumplir con los requerimientos académicos y, sobre todo, con el acuerdo que hicimos desde un inició sobre aquello de que la tesis que realizaría rindiera frutos prácticos y no sólo teóricos, lo cual implicó un reto. Ahora, como se dice vulgarmente, a toro pasado, estoy satisfecho porque, en cierto sentido, sí logré cumplir con lo prometido, pues gracias al proceso de intervención influí para que se lograra el nombramiento de Santiago de Anaya como municipio indígena el día 12 de octubre de 2015. El proceso inició en enero de ese mismo año y concluyó en esa fecha emblemática, lo que implicó que los integrantes del MISA recorriéramos varias las comunidades que conforman el municipio y participáramos en asambleas comunitarias. Aquí mencionó esta participación someramente, más adelante, en el tercer capítulo, abordo de manera sistemática y detallada ese proceso porque es parte crucial de las conclusiones y el enfoque epistemológico que le he dado.

Por lo tanto, cabe señalar que, si bien retomo lo más que pude comprender del pensamiento universal, mi intentó también se enfocó a realizar una sistematización del diálogo de saberes que con los propios conocimientos y experiencia vivida pude generar tanto con los integrantes del MISA y otros actores de Santiago de Anaya, como con otras personas dedicadas al mundo académico y del activismo social que participa en organizaciones de la sociedad civil.

A continuación, mencionó las principales actividades que realicé del año 2011 al 2018 y que sustentan la presente tesis los cuales fueron publicados en libros o de los cuales tengo una constancia que los avala.

  1. Sistematización del diagnóstico participativo sobre el impacto del megaproyecto de la refinería de PEMEX en Tula, Hidalgo y el nuevo proceso de industrialización que se avecinaba. Si bien la refinería que se había anunciado nunca se construyó la información recabada que realizamos más de una veintena de organizaciones y que implico reuniones y asambleas constantes y la sistematización de más de 150 entrevistas, quedó plasmada en el documento titulado Desarrollo regional en el suroeste del Valle del Mezquital. Diagnóstico y propuestas 2011.
  2. Nombramiento del Municipio Indígena Santiago de Anaya, el cual implicó realizar reuniones y asambleas informativas y de ratificación por parte de cada una de las 22 comunidades, lo cual quedó certificado ante notario público el día 12 de octubre de 2015.
  3. Quince entrevistas e historias de vida que realicé del año 2013 al año 2017 a los principales actores involucrados en el conflicto causado por la cementera.
  4. El seminario El Hidalgo Bárbaro del siglo XXI. Una agenda desde la sociedad civil. Que se realizó con el MISA y la Red de Organizaciones de la Sociedad Civil de Hidalgo que agrupa a más de cuarenta organizaciones civiles. Esto me permitió conocer los principales conflictos ocasionados por los megaproyectos no sólo en el Valle del Mezquital sino prácticamente en cada una de las regiones de la entidad donde realizamos reuniones y asambleas cada quince días en algún municipio y de igual forma cada ocho días nos reunimos en la ciudad de Pachuca para discutir y analizar desde un aspecto teórico los principales problemas que de las mismas reuniones iban surgiendo. El seminario inició el 13 de octubre de 2015 y concluyó el 23 de abril del 201 con un taller donde se plasmaron las propuestas que integraron la agenda.  
  5. Seminario Estudios de caso y proceso de intervención, que en septiembre y octubre del año 2017 realizamos estudiantes de posgrado y académicos de distintas universidades y que nos permitió compartir nuestra experiencia como investigadores con temas afines, donde cabe resaltar el tema de la violencia y la necesidad de contar con nuevas herramientas de análisis fueron los principales temas en común.
  6. Foto reportaje “Murciélagos contra Vampiros” realizado por Silva Herrera León en diciembre de 2017. Si bien mi hermana que es fotógrafa profesional me ayudó desde mis primeros acercamientos a tomar las fotos de momentos que me interesaba rescatar, tales como ferias patronales, asambleas, seminarios, etc, fue a finales del año 2017 que a invitación de don Poncho, asistimos al Tercer Encuentro Internacional Contra la Incineración que se efectuó en Apasco, lo cual nos permitió recorrer el Valle del Mezquital desde Santiago de Anaya en la parte norte hasta el suroeste y recabar el material visual con el objetivo de presentarlo en este trabajo de investigación bajo un hilo conductor narrativo-histórico.  
  7. Comunidad de Aprendizaje e Incidencia Aprendizajes para la transformación. Sistematización de experiencias de OSC. El cual fue una propuesta de formación teórico-metodológica para el fortalecimiento institucional que duro 17 meses del año 2017 al año 2018 y que me permitió compartir experiencias con organizaciones civiles de todo el país y así resignificar mi marco teórico metodológico.

Si bien esta tesis tiene el sesgo de mi perspectiva muy particular, las personas con las que he participado tanto en el MISA como en el IDELE coincidimos en que este proceso de investigación y acompañamiento nos ha permitido replantear objetivos y estrategias respecto la resistencia contra los megaproyectos.

EL Hidalgo Bárbaro del Siglo XXI: El camino andado

El camino andado

Llegué como investigador a Santiago de Anaya en noviembre de 2013. Apenas había terminado mi investigación de maestría en la parte suroeste del Valle del Mezquital, en la comunidad de San Ildefonso Chantepec. A raíz de que ingresé al doctorado, se me habría la posibilidad de continuar con mis pesquisas en esta comunidad o realizar una investigación en otro lugar. Así, recordando lo realizado por Fernando Benítez décadas atrás, decidí realizar una investigación al otro lado, lo que se conoce como el Mezquital árido.

Al primero que contacté fue a don Ponciano Jiménez, uno de los principales líderes del MISA. Llegué a su casa en Yolotepec, una de las más de veinte comunidades que conforman el municipio de Santiago de Anaya. Si bien desde el año 2012 tuve conocimiento de la movilización en contra de cementos Fortaleza la realidad con la que me encontré era harto distinta a la que pensaba iba a encontrar.

Dicen que los primeros cinco segundos, ese chispazo del primer encuentro, es determinante en la relación entre dos personas. Si esto es así, mi entrada y aceptación para realizar mi investigación iba a ser lenta y con ciertas reticencias. Después comprendí que muchas de esas iniciales reticencias se debían a la vigilancia y represión que el gobierno estatal y municipal había hecho a algunos integrantes del MISA.  En ese entonces ni don Poncho, como le gusta que le llamen, ni yo, recordábamos que, años atrás, ya nos habíamos conocido en su casa en una reunión informal que tuvimos con el profesor Encarnación, líder del PRD, partido en el que en aquel entonces militábamos. Esta vez llegaba desde otra trinchera y le expliqué a don Poncho que quería realizar una tesis académica sobre Santiago, principalmente sobre el conflicto entre el MISA y la cementera. Él me cuestionó que quién me mandaba y entonces le tuve que explicar que no me mandaba nadie, pero que uno de mis asesores, el Dr. Pablo Vargas, había realizado un artículo académico y que por ello me había entusiasmado con la idea de profundizar en ese primer acercamiento. Me pidió regresar una semana después y así lo hice.

Mientras realizaba esos primeros encuentros me di a la tarea de conocer las demás comunidades y preguntar sobre el conflicto. Ahí fue cuando me enteré de lo que pensaba la población sobre la resistencia del MISA y sobre la instalación de cementos Fortaleza. Muy diferente a lo que yo creía, la mayoría de las personas estaban de acuerdo con la empresa y desdeñaban las acciones del movimiento. También me enteré de las expresiones con las que se referían a sus miembros, tales como locos, enemigos del progreso, revoltosos, etc. Palabras que se repitieron a lo largo de mi acompañamiento y que incluso les decían en su cara en distintas asambleas. Por otra parte, aunque don Poncho no se había mucho al principio y no quería tocar el tema, desde el principio me dijo que el MISA, aunque seguía realizando acciones, estaba desarticulado, algunos de sus integrantes se habían peleado y acusado de traición ya que algunos, don Poncho incluido, habían vendido tierra para que pasara la carretera que conduce a la cementera.

Ante este y otros problemas que relató ampliamente en los capítulos ulteriores, estuve apunto de arrepentirme de mi elección, pues como quería realizar una investigación que también llevara a cabo algunas acciones, lo que en el ámbito académico se llama Investigación Acción Participativa, me parecía que no había mucho qué hacer. Sin embargo, pronto me di cuenta que había más ventajas que desventajas, sobre todo porque en ese entonces, don Poncho y don Telésforo, líderes del movimiento, habían sido electos como regidores del municipio. Y es que el municipio era el único que no había conocido alternancia y el único donde el partido en el poder, el PRI, elige a su candidato por usos y costumbres. ¿Por qué si la gran mayoría de la ciudadanía estaba a favor de la cementera y en contra del MISA, tenían influencia al menos en su comunidad de origen Yolotepec? ¿Se habían resistido por interés político partidista o al contario, su participación política en la izquierda partidista, se debía a su historia individual y colectiva? ¿De qué manera se relaciona el poder político y económico en el estado de Hidalgo? ¿De qué manera la empresa cementera se conectaba con los megaproyectos que a lo largo y ancho del Valle del Mezquital estaba llevando a cabo grupo Carso?  Fueron algunas de las primeras preguntas que me empecé a formular.

El tema de mi investigación y el enfoque que decidí darle, no fue una construcción acabada desde el principio. Fue una reflexión constante entre la teoría y la experiencia con las comunidades y estuvo llena de muchas dudas y devaneos. Algunos elementos me resultaron evidentes y parte central del problema, pero no sabía cómo enfocarlos. Entre ellos puedo mencionar la larga historia de lucha de las comunidades campesinas hñahñü, el conflicto con otros actores como el municipio, los cacicazgos y los terratenientes agroindustriales. De igual forma, las redes que conforman en el plano local, regional e incluso internacional por la alta migración que existe a los Estados Unidos.

De esta manera, el municipio de Santiago de Anaya, es un espacio que tiene relevancia actualmente en el aprovechamiento y la disputa por los recursos. También por la cercanía con centros urbanos como Ixmiquilpan y Actopan, que desde hace siglos tienen relevancia por el intercambio comercial que llevan a cabo los campesinos de las comunidades rurales.

Como el principal enfoque que se le suelen dar a este tipo de investigaciones es el de acción colectiva y los nuevos movimientos sociales, así cómo las reivindicaciones de los movimientos ecologistas, me resultó evidente que era un enfoque que no me plantearía muchos problemas y que si no me metía en muchas dificultades, podría realizar una investigación acordé a lo que muchas veces ya se ha escrito y que sin duda resulta de gran utilidad para el conocimiento de los conflictos rurales en México. Sin embargo, una pregunta central empezó darme vueltas en la cabeza desde el principio ¿Por qué – me sigo preguntando- si este tipo de megaproyectos afectan a la población en su conjunto, sólo unos cuantos se manifiestan en contra e incluso la mayoría lo perciben como progreso y desarrollo?

Fue así como decidí darle la vuelta a la cuestión y enfocarlo desde la perspectiva muy distinta, no de quienes se manifiestan en contra como el MISA, sino por qué, a pesar de los daños a la salud y al ambiente, muy pocos alzan la voz y lo ven como un perjuicio a sus intereses. Al fin y al cabo, este tipo de megaproyectos, son los que han generado un daño ecológico importante a lo largo y ancho del mundo, pero parece que la sociedad, donde aún quedan algunas libertades, o esta resignada y  está de acuerdo en que se siga destruyendo el planeta Tierra o, lo que es peor, existe una indiferencia ante lo que estamos padeciendo, mientras que cada día crece y se instaura en la mayoría de los países por parte de las corporaciones y los estados, lo que algunos autores recientemente llaman totalitarismo tecnocientífico.

Así, desde mi perspectiva, algunas teorías vuelven a tomar vigencia y ayudan a comprender este proceso, tal es el caso del marxismo y el anarquismo del siglo XIX. El marxismo principalmente me permite tratar el tema de la alienación en el proceso de producción, lo cual a su vez me permite hacer énfasis en uno de los principales postulados de Marx: el verdadero sujeto de la sociedad capitalista es el capital, lo cual es otra forma de decir que los seres humanos en este sistema histórico no tenemos plena realidad y por lo tanto, si no somos funcionales a este sujeto, somos descartables; por su parte, el anarquismo, me permite hacer énfasis en el papel del Estado en las relaciones de poder que hacen que este sujeto se realice. Desde luego el debate hay que actualizarlo a la realidad del siglo XXI y para ello retomo una pléyade de pensadores críticos de diversas ideologías y posturas epistémicas, pero me parece que es urgente revitalizarlo si se quiere comprender tanto las raíces del problema como sus posibles alternativas de solución.

EL Tlacuache Citadino: La inmediatez de la conciencia crítica

¿Por qué las personas no alcanzan a entender más allá de la vida cotidiana lo que realmente significa vivir en una sociedad organizada o en un Estado? Creo que esta pregunta tiene varias respuestas, primero porque la inmediatez de las necesidades como: comida, techo, salud, paz, seguridad les ganan. Para pensar se necesita comer y si no se come no se puede pensar. La gente anda buscando el sustento y se olvida de lo demás.

La segunda respuesta que refuerza la anterior es el medio cultural en el que se encuentra inserto, dependiendo de las ideas, comentarios, pensamientos, noticias, opinión pública es como se va nutriendo una conciencia, que permita trascender la inmediatez y pensar  mas allá, lo grande, lo global, lo complejo. Y en este segundo supuesto cabe también lo que llamamos educación, entendida en su dimensión amplia, ya que no solo se educa en la escuela si no afuera también, en la educación informal por llamarle de algún modo; tan educa la casa, como la familia y la calle, para juntos formar la conciencia de las personas.

A algunos, algunas no les gusta complicarse la vida. Viven la vida cotidiana como algo dado, que fue, es y será. Poco se detienen a pensar el por qué son las cosas así o de tal manera. Cuando lo hacen piensan que porque así es y que ellos no son nadie para cambiarla, o porque Dios así lo quiso y que solo Dios sabe porqué es así. Desde esa posición se abandonan socialmente, me refiero como colectivo, como sociedad, dejan que otros hagan y deshagan.

Cuando se tiene hambre, cuando se vive en estado de necesidad permanente, solo para irla pasando, es difícil pensar en otra cosa, pues para pensar se requiere de un poco de ocio, de tener tiempo para la lectura, para reflexionar. En ese estado de cosas no hay tiempo para pensar y lo he vivido en carne propia. Más bien hay desespero en cómo sacar adelante a la familia, a uno mismo.

Pero cuando la gente se dé cuenta que las cosas no son, ni fueron, ni serán como ellos creyeron concluirán que no fue ni por obra de Dios ni porque así lo quiso el destino. Pero solo será posible cuando las personas tengan conciencia de su situación, cuando se conviertan en sujetos pensantes y actuantes. Que su conducta es producto de una realidad en que se nace, que se vive. Que la historia, que la educación, que la política no le es ajena, que la produce y la reproduce y los produce y reproduce. Porque es tan verdadera la frase del pensador griego que el hombre es una animal político, ligado al concepto de homo sapiens, ser pensante.

Obviamente también se requieren condiciones para llegar a ello, es muy difícil pensar que nacimos en una realidad dada, determinada por otros, para entenderla cabalmente tenemos que alejarnos un poco de ella y no propiamente física, sino mentalmente, y por si fuera poco somos egocentristas y etnocentristas, pensamos que nosotros y nuestro lugar de origen es el centro del mundo. Y ese mundo que ven nuestros primeros ojos y pensamiento lo leemos en un código que nos dieron nuestros padres, la sociedad, la familia previamente, por lo cual está mediatizado esa «realidad» -el fenómeno dicen los filósofos-, tal como lo entienden ellos, pero que quizá no es en realidad así.

Entender que el mundo es una construcción social, sobre todo lo referente a la sociedad, es difícil, pero cuando lo comprendamos como una construcción social, será un paso hacia nuestra liberación, a ser plenos, a ser sujetos históricos activos.