Quijote 2-XIII

Una de las bellezas del Quijote son los diálogos. La voz única de cada uno de los personajes. tengo para mí, que el autor sabía escuchar muy bien las voces callejeras. La novela tiene un estilo oral y conversado y que saca todo el jugo del habla popular. Recuerdo que lo que más me sorprendió cuando la leí por primera vez, fue que el arcaísmo con el que hablan algunos personajes aún está vigente en los rústicos de los pueblos y comunidades de por donde vivo. Y ahora más me sorprendo porque en las notas al pie de página vienen las traducciones de esos supuestos arcaísmos, los cuales andan vivitos y coleando. Tal es la fuerza que supo captar.

Me llamo Arquímedes

Campesino

–Me gusta el nombre que te sugirió para el diario tu prima: Metrodora. ¿Cuál me pondrías a mí?

–Déjame lo pienso.

Llega como dice Pellicer, el momento colibrí:

–Ya está: ¡Arquímedes!

Le digo que me gusta mucho. Voy al cuarto y traigo el libro de álgebra de Baldor donde en la primera página trae un retrato de Arquímedes junto al dibujo de una batalla. También le digo que me gusta el nombre porque Hanna Arendt, en el último capítulo de la Condición Humana, habla sobre él.

Del Álgebra de Baldor

Metrodora al poco rato busca información sobre el matemático y tumbada en el sofá, lee en voz alta:

— Arquímedes fue asesinado por un soldado romano.

Ese dato no lo sabía o lo había olvidado. Aún así el nombre me late y le digo que si tuviéramos un hijo así me gustaría que se llamara.

Hanna Arendt empieza el último capítulo de la Condición Humana citando a Franz Kafka:

Encontró el punto de Arquímedes, pero lo usó contra sí mismo, parece que se le permitió encontrarlo con esta condición.

Empecé hace ocho días a escribir en este Blog. Ahora, creo, es el momento de explicar porqué estaba escuchando a Erik Satie antes de consultar el I Ching. Tiene que ver con una frase del músico: «Me llamo Erik Satie, como todo el mundo». En el periódico diagonal, dice Ignacio Aistaran al respecto:

Mucho se habla de la inteligencia colectiva pero poco de la intimidad colectiva, como si la conexión y el cuidado de los cuerpos fueran secundarios en sus sensaciones.
La intimidad no es esa caja fuerte cerrada a cal y canto, hermética y aislada, que nos ofrece el individualismo liberal. Al contrario, toda intimidad es una caja de resonancia, que vibra con notas comunes, aunque sea en soledad.

Dice Slavoj Žižek que él descubrió la intimidad colectiva en las piezas para piano de Erik Satie. Las clasifica como un tipo de comunismo musical, alejado de los coros propagandísticos y de las grandilocuentes cantatas dedicadas al Estado. Se trata de una música donde lo relevante es el fondo: quien la escucha traslada su atención desde el tema hasta ese fondo, igual que la política debe trasladar el interés desde los heroicos individuos al trabajo de la invisible gente ordinaria.

Entre las múltiples anotaciones perdidas que dejó Satie, hay un texto que suena enigmático, aunque en realidad no lo es: “Me llamo Erik Satie, como todo el mundo”. Así es lo común. Cualquier músico en un bar puede llamarse Erik, al igual que la vecina del edificio de enfrente puede llamarse Antígona. En el fondo, todo el mundo puede vibrar íntimamente.

https://www.diagonalperiodico.net/culturas/23868-la-intimidad-colectiva.html

Ahora bien, los pensadores del mayo francés, Foucault, Barthes, Derrida, solían hablar y escribir sobre la muerte del autor. Me parece un notable intento por salir del yo cartesiano. Por mi parte, no menos desesperado, yo quisiera  contraponer al famoso pienso luego existo de Descartes, el bailo luego existo de aves e insectos. ¿Es de una luciérnaga o de un tren la luz que se vislumbra al final del túnel? Como cualquiera, deseo que sea una luciérnaga. Me llamo Arquímedes, como todo el mundo.