Romance de la alcoba

Caminas desnuda y cierta

y te adueñas de la alcoba,

de esta barca a la deriva

donde el amor nos desposa.

En estas cuatro paredes

nada falta y nada sobra,

somos dos las elegidas

para reencantar las cosas.

Y si es un gran teatro el mundo

de mercancías absortas,

en este rincón pequeño

la dignidad es fogosa.

Porque no tenemos precio

y el capital no nos nombra

alzo la voz y pregunto:

¿cuánto valen las caricias

cuando se aman dos personas?

Es el amor quien nos libra,

el que junta nuestras bocas,

el que mueve sol y estrellas

y nuestros cuerpos acopla.

Ya tendidas en el lecho,

olvidadas, sin memoria,

sin saber ya quien es quien

en el río del ahora.

El cielo entra a bocajarro

azul de cantos de alondra;

extasiada por los besos

la ventana sudorosa.

*Chantal Hernández

Eres el tigre y la noche

Naces alondra en la cama,

tu piar de crisantemos

descubre el místico drama

de lo que después seremos

en un mar de doble llama

con las lenguas como remos.

Tu piel de noche empapada

moja mis labios serenos

que por la senda sagrada

se consagran en tus senos

de tierra y ámbar morenos,

del deseo encrucijada.

Eres el tigre y la noche

navegando por las cosas

de oler el Amor gozosas.

De lujuria es tu derroche

de amapolas sigilosas

concentradas en un broche.

Eres lluvia en primavera

por el llano desolado

y como tu agua es severa

mi sexo es quinceañera

soñando por la pradera

en un potro desbocado.

Eres la noche abismal

y tu solunar ombligo

es la fuente primordial

donde renazco contigo,

y tu sexo es flor del higo

en la pila bautismal.

*Chantal Hernández

Romance de la noche en Tlahuelilpan

El gran cerro del Xicuco

de Quetzalcóatl la casa,

como flor desde el Mictlán

envolvía su plegaria

en lágrimas de humo azul

por las milpas que bramaban,

silencioso y fiel testigo

de mucha muerte pasada.

Era un teatro del absurdo

la tragedia descarnada

que esa noche en Tlahuelilpan

los hombres representaban.

Pasó así nomás aquello

como una broma macabra,

se alzó de fuego una lengua

que a los hombres devoraba.

Una noche sin estrellas

apareció de la nada

la fuente de gasolina

y la muerte en llamaradas.

Nadie se veía el rostro

pues, a pesar de las flamas,

la oscuridad era absoluta

en las gentes que miraban

arder al prójimo entero

entre risas embriagadas

de los dioses que regresan

a la tierra desolada.

El viento atizaba el fuego,

el terror relampagueaba,

los pirules eran de oro

y los sabinos lloraban

por un niño que fue un ángel

devorado por las llamas

y en segundos fue del cielo

y después aire que baila.

Llegó nuestro presidente

vestida de luto el alma

pero ni un minuto quiso

que el capital se parara.

El escenario fue el mundo

que cupo en un par de hectáreas;

los hombres se divertían

mirando desde las gradas.

Con su corazón de piedra

y de cristal su pantalla,

los hombres se divertían

mientras hombres se quemaban.

Todo risas y jolgorio

pero sin ser fiesta humana,

los hombres se divertían,

los hombres solo miraban.

Y nunca llegó la lluvia

ni de luto una semana

ni aves de misericordia

ni la noche constelada.

Cuando el dolor se encabrita

se hace un nudo en la garganta,

aquí le paro señores

ahora sobran las palabras.

*Pedro Vázquez

Hicimos el amor y él nos hizo

Hicimos el amor y él nos hizo,

ningún hueco profano despreciamos,

por su carnal hechizo

con animalidades en la lengua

le dimos vida propia, nos besamos

cada rincón oscuro y olvidado,

y tus ojos de yegua

y tu lujuria de serpiente y chivo

mirando al precipicio,

resucitó a mi cuerpo, devorado

por el follaje de tus manos de agua

que anunciaron, desbocadas, el motivo

para ser manantial, fuente, canto

de jilguera perdida por tu vientre

hasta llegar, dichosa, donde fragua

tu pubis milenario

mi tierra prometida con su manto

de pelo rumoroso que invitó a adentrarme

en ese largo arpegio cavernoso

donde sucumbió el corazón sediento

de lo real y la verdad.

Se desataron claridades morenas

de la náufraga ansiosa de alimento

que en los ríos de tus piernas logró

el quebranto de todas sus cadenas.

*Chantal Hernández