Se dice que la inteligencia artificial es el próximo paso evolutivo de nuestra especie. A este evento singular de trasmutación del hombre hacia la máquina, le llaman era poshumana. Descreo de esos funestos vaticinios que muchos hoy ingenuamente o (casi es lo mismo) perversamente celebran. La cibernética podrá crear cualquier cosa, menos el alma. Valga, para explicarme, esta fábula. Había un señor en el pueblo, gordo y feo que quería adueñarse del tiempo y cuerpo de todos los ciudadanos. Quería devorárselos, tragárselos completitos. Un día un mercader le ofreció un juego de ajedrez donde el que perdía, perdía la partida y el alma. Como el viejo gordo y feo era el más poderoso y rico y el mejor ajedrecista, no tardó en adueñarse de más de medio pueblo. Al cabo de unos años, ya sólo unos cuantos desarrapados habían conservado su alma haciendo tablas milagrosamente en cada partida, pero nunca pudiendo ganar. La situación era insoportable, el viejo se hacía más gordo y más rico, y el pueblo cada vez estaba más solo y triste y sin esperanza. Entonces estos cuantos desarrapados y desarrapadas volvieron a escuchar antiguos cantos y antiguas canciones y empezaron a cantar con el pueblo y comprendieron mejor el ajedrez. No tardaron en vencer mil y un veces al viejo hasta que recuperaron el alma de los ciudadanos.
La informática ha logrado crear programas de ajedrez que juegan mejor que cualquier humano, incluso con piezas de ventaja. Hemos sido vencidos. Pero sólo parcialmente. Aún no hay programas, a pesar de los incesables intentos, que puedan crear un poema decoroso y de mediana calidad. ¿Podrá lograr la máquina escribir un poema que supere o iguale a alguno de los mejores de Quevedo o Sor Juana. Lo dudo. Si algún día lo logra, en ese momento y no antes, podremos decir que la poesía y, con ella, los humanos, habremos muerto.