«Entonces mi maestro fue hacia el otro lado del puente, pero al llegar a la orilla del sexto foso, adoptó la actitud y el semblante de quien tiene mucha seguridad. Con la misma rabia y ligereza con la que salen los perros para agredir a los limosneros que se acercan a las casas, de igual manera salieron los diablos de la parte baja del puente, amenazando a mi maestro con sus arpones; entonces él les gritó:
–¡Cuidado con osar tocarme, antes de intentar nada en contra mía, que se adelante uno de ustedes y me escuche, después podrán hacer de mí lo que se les antoje.»
En este pasaje Virgilio se enfrenta ante una turba de diablos dedicados a torturar a los condenados. Dante aguarda escondido en una peña, temeroso. ¿Se puede entablar un diálogo con los endemoniados que pululan en las redes sociales? Hay dos hipótesis posibles. La primera es que el comportamiento en las redes virtuales es manifestación del comportamiento en la vida real de las personas. La segunda es que quienes usamos redes sociales creamos una especie de avatar, una personalidad alternativa o más bien manifestamos una parte de la personalidad que sólo por esa vía se manifiesta. Cuando pienso en estas cuestiones se me viene a la mente la frase de Marshall Macluhan: el medio es el mensaje. Y algo de verdad hay en esta segunda hipótesis, porque yo he conocido personas que en vivo y a todo color, no me han dicho nada de lo que en días anteriores me habían dicho por el whatsapp u otra red. Incluso he llegado a pensar que se trata de dos personas distintas. Y sí, también da para pensar qué carajos es el yo, la máscara que con mayor fuerza tenemos enquistada, de los miles de rostros y personas que nos habitan.