El instante y la historia: última parte

Aunque el cuento se inspira, en buena parte, en la Divina Comedia, el drama de Borges es personal. Lo que él ve es el “inconcebible universo” pero sin historia. Por el contrario, el poema de Dante, nos ofrece una compleja visión de la historia, lo cual le permite relacionar aspectos cosmológicos pero cargados densamente de personificaciones históricas y de críticas a la sociedad de su tiempo, incluso en su viaje por el paraíso. Críticas que lanza hacia el futuro. A lo que hoy es nuestro presente.  Como plantea Ósip Mandelstam (2004:53), la visión histórica dantesca es antimoderna. Por lo tanto, completamente contraria a la concepción histórica de la modernidad capitalista como progreso lineal:

Para Dante, el tiempo es la sustancia de la historia experimentada como un acto sincrónico único. Y a la inversa, el propósito de la historia es mantener el tiempo unido, de manera que todos seamos hermanos y compañeros de una misma búsqueda y conquista del tiempo.

Al final de su coloquio sobre el poeta florentino, Mandelstam nos dice que Dante escuchó el sonido armonioso del tiempo y que intentó detenerlo en su inmenso poema. Así, el primer paso para la conquista de otra temporalidad desde la antimoderna actualidad de Dante, estriba en detener el tiempo lineal e insustancial del progreso y hermanarnos con los sufrimientos, sin razones y violencias que han ocurrido en el pasado y siguen ocurriendo en el presente, así como con los sueños y luchas que sustentan la esperanza. Hasta el día del Juicio Final que, como el propio Dante plantea en uno de los últimos cantos del Purgatorio, regresará la voz a los muertos.

Ese regresar la voz a los muertos es, desde el judaísmo, también es la apuesta de Walter Benjamin. Antes de pasar a considerar sus planteamientos voy a retomar algunos tercetos del canto XVII del Paraíso.

Dante se encuentra ansioso por expresar su pensamiento, sus deseos, sus dudas. Beatriz le contesta que lo exprese tal como sale del corazón, no para que lo exprese con palabras porque eso no es necesario puesto que, como ya se nos dijo cantos atrás, las almas pueden conocer los pensamientos antes de ser expresados, sino para que aprenda a comunicarse mejor. Entonces el poeta le pregunta a su bisabuelo qué le depara la fortuna. Y se lo pide con una hermosa metáfora temporal: «pues cuando podemos proveer la trayectoria de la flecha, por lo menos podemos hacer que llegue más lentamente». Detengámonos un momento y reparemos un poco en que la flecha de por sí ya tiene una trayectoria. Por eso, líneas adelante, Caccsiaguida le contesta así:  

Todos los acontecimientos que no exceden el alcance de la naturaleza humana, se encuentran ya imaginados por la mente del Eterno, de lo que no se puede inferir que tales cosas deban ocurrir por fuerza; así como el navegar de una barca corriente abajo no es producido por la barca que lo contempla., de igual manera que llega a tus oídos el sonido del órgano, yo percibo los sonidos que los tiempos te deparan (Dante, 2005: 132).

Dios es, desde esta perspectiva poética, un productor de metáforas e imágenes. Supongamos sin conceder, que el universo en el que nos encontramos fue creado como una inmensa e infinita alegoría. Supongamos que, a una de esas creaciones, el ser humano, le fue otorgado ese mismo don por medio del cual sus creaciones son alegorías y también su manera de conocer la realidad es esencialmente alegórica, aparte de literal, anagógica y moral. Estas serían una especie de categorías kantianas, pero metafóricas simbólicas y poéticas. Si nuestra hipótesis fuera cierta, cada acto por mínimo que sea, sobre todo cada acto humano que ya está en la mente eterna, es un acontecimiento que forma parte de la historia universal. ¡Qué diferente parecen así nuestros hechos políticos en nuestros días! El arte poético sería la capacidad que tuviera cada uno de intensificar la experiencia de los hechos de su vida y su sociedad y así poder encontrar una especie de puntos nodales donde se lograra comprender mejor nuestro presente y nuestro futuro. Ni siquiera tienen que ser los grandes acontecimientos que se relatan en los libros de historia. Este arte incluye al sujeto cognoscente y por lo tanto se vincula a su historia personal. Sin embargo, no me resisto a poner un ejemplo que está a flor de piel y que es, si no de interés general, sí de conocimiento general. Me refiero al asesinato del afroamericano George Floyd, a manos de un policía. En los medios de comunicación pasaron una y otra vez las escenas y los gritos desesperados y agonizantes donde se escuchaba un insistente: I can’t breathe. El resto es historia. Pero si lo interpretamos desde la filosofía de la historia dantesca, desde hace más de un año, hasta la naturaleza parece gritarnos: ¡No puedo respirar!

Ese ejemplo que acabo de esbozar, aunque en los márgenes fue de conocimiento de muchas personas alrededor del mundo, al menos hasta que los medios de comunicación lo remplazaron con otra noticia. Pero ¿cuántos de esos casos ocurren en este preciso momento y han ocurrido incesantemente a lo largo de la historia? En el lenguaje benjaminiano ¿cuántas monadas históricas se manifiestan ahora en cada rincón del planeta? La tarea del historiador es saberlas captar y aferrarse a ellas en todos sus detalles, hasta recuperar por un instante la voz de los que no tienen voz, muertos o vivos.

Es en la tesis XVII sobre la filosofía de la historia que Benjamin (2012:150) plantea lo que es una mónada histórica. Según él hay dos maneras que se contraponen a la hora de hacer historia. La primera solo se dedica a acumular datos y hechos que llenan un tiempo vacío. Por el contrario:

El partidario del materialismo histórico sólo se aproxima a un objeto histórico cuando éste se le presenta como una mónada. En esa estructura reconoce el signo de una suspensión mesiánica del devenir; en otras palabras, de una posibilidad revolucionaria en el combate del pasado oprimido.

No he transcrito completa la tesis para concentrarme en este fragmento. Primero ¿Qué es una monada histórica como la plantea Benjamin? Según su concepción de la historia sería donde de concentra, en un hecho particular y muchas veces olvidado, la totalidad de la historia, la cual permitiría un combate por el pasado. Desde este planteamiento, el pasado está más que vivo: define las luchas del presente. Así, entramos a una temporalidad mesiánica. Ahora bien ¿a qué mesianismo se refiere? Si seguimos por estos derroteros podemos caer entrampados en la riqueza de las metáforas, lo que siempre es placentero, pero el espacio que he destinado para este apartado se está agotando. Desde mi catolicismo ateo, puedo decir que el mesianismo de Benjamin se parece al Juicio Final del que habla Dante, donde el mundo adquiere su multifacética actualidad los muertos por fin son redimidos: la historia no es un vacío devenir sin sentido, sino que tiene una consumación. Como quiera, ni para el poeta católico ni para el filósofo judío, el tiempo es lo que sigue siendo para la modernidad capitalista: una categoría abstracta y lineal. De ahí que ambos pugnen por poner un freno, detener el tiempo, para dotarlo nuevamente de su riqueza, de su intensidad: darle una vez más alma y contenido. De este modo y partiendo de su visión del tiempo, hay, a pesar de las enormes diferencias que los separa, más coincidencias que quisiera abordar en su novedosa manera de abordar la historia humana.

Tanto Dante como Benjamin utilizan el pasado como crítica del presente. Los dos buscan un reencantamiento del mundo y hacen una crítica a la mercantilización de la vida que en su tiempo les tocó vivir. Los dos piensan la historia en imágenes. Pero, sobre todo, con sus herramientas y sus capacidades, sin ser Odiseo o Eneas, sin ser grandes héroes mitológicos, sino sujetos de carne y hueso como cualquier hijo de vecino, los dos emprenden a su modo un viaje al inframundo. Tanto poeta como pensador descienden en búsqueda de sus muertos para rescatarlos del olvido y darles la voz. De la misma forma, en ese viaje hacen una crítica ácida a las estructuras de poder y dominación que les tocó vivir. Por lo tanto, los dos están al servicio de los oprimidos.  Sus libros son herramientas útiles que nos han legado para comprender nuestro presente y encontrar las claves para poder cambiarlo. Tanto el mesianismo de Benjamin como el libre albedrío que define y defiende Dante apuestan por que los hombres hagan su propia historia. Una historia que está ligada a las luchas y fracasos del pasado. Lo que plantea Benjamin (2012:75), en la tesis VI, lo podría haber dicho sobre Dante y su visión apocalíptica de la historia plasmada en la Divina Comedia:

Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo «tal y como verdaderamente ha sido». Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado tal y como se le presenta de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de subyugarla. El Mesías no viene únicamente como redentor; viene como vencedor del Anticristo. El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo es inherente al historiador que está penetrado de lo siguiente: tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer.

Ese ese instante de peligro el que a partir del segundo capítulo voy a ensayar para encender la chispa de la esperanza. Por el momento, creo que no necesito citar más argumentos de Benjamin y de Dante, para llamar la atención sobre el ahora y el instante histórico. Ya los iré citando cuando haga falta. El lector o lectora juzgarán hasta qué punto he logrado trasmitir esa imagen del pasado. Pero no está de más repetirlo, lo realizo desde mis herramientas y mis limitadas capacidades. Lo que hago es lo que hace la mayoría: me subo a hombros de gigantes. Ahora ya se puede esclarecer desde qué perspectiva analizaré la parte central del drama en el Valle del Mezquital: los actores.    

Los siete momentos del cambio social: segunda parte

II

Lo primero que salta a la vista es que haya una geografía crítica. ¿A qué se refiere este adjetivo cuando se aplica al estudio del espacio? Como plantea Hillman en el párrafo que cité líneas arriba, una de las características de nuestros tiempos apocalípticos es una ideología del espacio como “mundo muerto y objetivo”. La cual ideológicamente se fundamenta en las ideas de buena parte del pensamiento de la modernidad: Newton, Locke, Kant y Descartes. Estas ideas postulan una relación con el espacio hasta antes del surgimiento del capitalismo, desconocida. Para Newton, por ejemplo, el universo ya no sería ese lugar habitado por dioses, sino una máquina de relojería con leyes que la ciencia puede conocer para explicar su funcionamiento. Por otra parte, para Descartes hay una res extensa, vacía de significado y de la que nada podemos saber, y una res cogitans, una cosa pensante que dota de significado y sentido todo lo que existe. Exagerando el ego “de forma titánica y monstruosa”, como dice Hillman.

No me voy a detener en estas complejas corrientes de pensamiento que nos llevarían por otro camino del que me he planteado. Hago referencia, aunque sea someramente, para mostrar que esa concepción del pensamiento moderno, tiene una aplicación en nuestra vida cotidiana y en la manera en que concebimos nuestra relación con el espacio. Así, no es que el pensamiento hegemónico sea la causa por la que actuamos de determinada manera sobre el espacio. Ni la tragedia en Tlahuelilpan, ni el espacio donde sucedió, deben abordarse como problemas causales. Más bien es como lo plantea Milton Santos, hay que analizar el espacio como un conjunto indisoluble de sistemas de objetos y sistemas de acciones. Sólo que Santos plantea un marco teórico sistémico para abordar el espacio y sus subcategorías como territorio, región, paisaje, lugar, etc. En esta investigación voy a utilizar una concepción dialéctica. Para ello haré referencia al materialismo histórico-geográfico desarrollado por David Harvey. A este le añadiré el enano giboso y feo de la teología, como propone Benjamin en sus tesis sobre la filosofía de la historia.

Desde su nacimiento, el sistema mundo capitalista ha tenido especial interés en el dominio del espacio. Debemos a Marx encontrar la lógica de esa sed insaciable. Según lo desarrollado por él, el capital no es una cosa o un conjunto de cosas, sino un proceso. Este proceso se podría resumir como valor que se valoriza. Ahora bien, Harvey ha hecho énfasis en que ese proceso se relaciona con la urbanización y la constante transformación del espacio que esto conlleva:

Desde sus inicios, las ciudades han surgido mediante concentraciones geográficas y sociales de un producto excedente. La urbanización siempre ha sido, por lo tanto, un fenómeno de clase, ya que los excedentes son extraídos de algún sitio y de alguien, mientras que el control sobre su utilización habitualmente radica en pocas manos.

Así, la producción del espacio no es homogénea pues se da por procesos donde dialécticamente están inmersos la división del trabajo, la especificidad en el proceso de acumulación del capital y la dominación política e ideológica en lo que Harvey (2000) llama desarrollos espaciales desiguales proponiendo la integración histórica y geográfica, relacionando el tiempo-espacio en su concepción materialista histórica del espacio.

Para entender el espacio desde esta postura, hay que entender la acumulación de capital como cuestión eminentemente geográfica. Harvey (2000) muestra cómo la globalización implanta el proceso del capitalismo para solucionar sus contradicciones por medio de procesos espaciales:

Una y otra vez, ha recurrido la reorganización geográfica a la expansión, a la intensificación como solución parcial a sus crisis y puntos muertos. El capitalismo, por lo tanto, construye y reconstruye una geografía a su propia imagen. Construye un paisaje geográfico especifico, un espacio producido de transporte y comunicaciones, de infraestructuras y organizaciones territoriales, que facilita la acumulación durante una parte de su historia del capital que deberá ser derribado y reconfigurado para abrir camino a más acumulación en una fase posterior (Harvey, 2000:72).

La globalización como acertadamente plantea el autor, sería una nueva fase en la producción capitalista de espacio. En este proceso de globalización las escalas permiten relacionar lo local con lo global y entender los conflictos y las disputas de los actores sociales a diferentes niveles. Considerar los efectos en un momento y en lugares específicos, permite arraigarlo “en las condiciones orgánicas de la vida diaria” (Harvey, 2000:103).

Estas escalas organizan la actividad humana y así como dependen de un proceso global también dependen de las condiciones políticas, económicas y de la lucha político-social. Siguiendo a Harvey (2010), aunque tratemos de fijar a la comunidad como una particular escala, esta no queda fija y cambia  a lo largo del tiempo pues tiene relación con lo urbano, con la región y a nivel global: “el examen del mundo en una escala particular revela inmediatamente toda una serie de efectos y procesos que producen diferencias geografías en los modos y niveles de vida, en el uso de los recursos, en las relaciones con el medio ambiente y en las formas culturales y políticas” (Harvey,2000:98).

Esta manera de comprender la escala en la que se ha desarrollado el capitalismo en una región especifica como el Valle del Mezquital, nos habla de formas de vida particulares en entornos socio-ecológicos igualmente diversos. Si bien esta diferencia geográfica es un legado histórico.

Existen, pues, diferenciaciones geográficas que están constantemente cambiando en diferentes escalas tanto en el nivel cultural como ecológico y social y si bien incorporan legados del pasado no se mantienen estáticas ni inmutables. El dar prioridad a una escala y sólo a ella, no nos permite comprender su articulación en los procesos de resistencia de las comunidades. Esclarecidas estas cuestiones geográfico históricas en la dialéctica del espacio, es necesario regresar a las consecuencias que este proceso tiene en regiones como el Valle del Mezquital. A este respecto dice Harvey:

La absorción de excedente mediante la transformación urbana tiene un aspecto todavía más siniestro, que ha implicado repetidas explosiones de reestructuración urbana mediante la «destrucción creativa», que tiene casi siempre una dimensión de clase, dado que son los pobres, los no privilegiados y los marginados del poder político quienes sufren primero y en mayor medida las consecuencias de este proceso en el que la violencia es necesaria para construir el nuevo mundo urbano a partir de las ruinas del viejo.

En estos planteamientos se encuentran herramientas poderosas para comprender mejor los acontecimientos como el de la tragedia en Tlahuelilpan. Pues nos ayudan a integrar diferentes dimensiones de la realidad social en un espacio determinado. El marco teórico propuesto por Harvey se puede sintetizar en un esquema que resume su propuesta sobre el materialismo histórico-geográfico:

El autor los llama los siete momentos del cambio social. Es interesante observar este esquema por un rato para darnos cuenta de la diferencia que tiene el plantear un problema desde sus causas y plantearlo dialécticamente. En esta segunda opción, cualquier problema se debe analizar como una totalidad orgánica anclada en el espacio.

El arte de ponerlo en práctica en cada investigación, depende de la pericia para vincular y resaltar las influencias de cada uno de los momentos. Pero como herramienta heurística es poderosa porque nos permite complejizar y comprender críticamente los problemas sociales sin olvidar las especificidades geográficas en constante cambio.

Retomando la investigación llevada a cabo por el gobierno federal sobre la explosión en Tlahuelilpan, tenemos una pauta crítica para comprender la limitación y falsedad en las que se sustentan. Ese chispazo que ocurrió en un segundo desafortunado, ya no se analiza desde una hipótesis sumamente superficial como la de la Procuraduría  según la cual fue el roce de las ropas sintéticas la que causó el “accidente”. Miramos con otros ojos, tal vez más abiertos y conscientes; más despabilados.

David Harvey cuenta una anécdota de cuando puso en práctica este método. En un jurado del que él formaba parte entre ingenieros y urbanistas y conformado para seleccionar las mejores ideas para el diseño de una nueva ciudad en Corea del Sur, se le ocurrió, debido a que se estaban focalizando en un solo aspecto, plantear algunas preguntas para complejizar la desición. A los ingenieros y urbanistas les parecieron muy interesantes los planteamientos de Harvey (2014: 192):

Después del debate me preguntaron dónde podían encontrar más cosas sobre aquellos pensamientos tan interesantes, y cometí el error de indicarles la cuarta nota al pie del capítulo XIII del libro primero de El Capital de Marx. Debería haberlo pensado dos veces, ya que ante una indicación como esa hay dos reacciones típicas. Una es nerviosa e incluso temerosa, porque conceder que Marx pudiera haber dicho algo tan poderosamente obvio e interesante equivale a expresar cierta simpatía hacia su obra, lo que sería horrible para las perspectivas profesionales e incluso personales de cualquiera. La otra es mirarme como a un idiota, tan falto de ideas que solo puedo repetir como un loro insensateces de Marx, y lo que es peor, ¡caer tan bajo como para citar una nota al pie de página!

Para mí fue un alivio leer esto que cuenta el geógrafo. Cada que uno cita a Marx o pasa uno por un radical trasnochado o, en efecto, por un idiota que no piensa por sí mismo. Pero si a mí se me preguntara por qué sustento buena parte de mi marco teórico en Marx es porque muchos de sus planteamientos me parecen, como dice Harvey, poderosamente obvios. Por mi parte, he puesto en práctica este método con mis alumnos. Desde luego no les digo la fuente, sólo les pido que aprendamos a observar la realidad. Les digo, miren este vaso de vidrio -esta  misma pregunta frente al mismo objeto nos la hizo a un grupo de estudiantes y a mí el profesor Carlos Cortéz- ¿Qué es lo que hace posible, que relaciones de todo tipo existen para que ese vaso esté aquí frente a nosotros?  Y como las obviedades empiezan a surgir sin tanto rollo teórico, uno se complace en observar. Tal vez el problema es que nos han fragmentado el pensamiento de tal modo que nos obstinamos en ver una parte de las cosas y ocultamos lo demás. A cualquiera nos pasa todo el tiempo. Esa es otra de las funciones de la ideología: mentir para ocultarnos la obvia verdad. Por eso creo que algunos no quieren a Marx, porque contrario a lo que se piensa, te invita a pensar por ti mismo.

Luego entonces ¿Por qué este escrito se está plagando de citas de diversos autores? Le pido paciencia al lector o lectora. Sólo será este ensayo donde sustentaré mi marco teórico de la mejor manera posible. ¿Imaginen que en una reunión parecida a la de Harvey les digo que de lo que se trata es de darle la voz a los muertos y a las cosas?   

La poesía y el algoritmo

Se dice que la inteligencia artificial es el próximo paso evolutivo de nuestra especie. A este evento singular de trasmutación del hombre hacia la máquina, le llaman era poshumana. Descreo de esos funestos vaticinios que muchos hoy ingenuamente o (casi es lo mismo) perversamente celebran. La cibernética podrá crear cualquier cosa, menos el alma. Valga, para explicarme, esta fábula. Había un señor en el pueblo, gordo y feo que quería adueñarse del tiempo y cuerpo de todos los ciudadanos. Quería devorárselos, tragárselos completitos. Un día un mercader le ofreció un juego de ajedrez donde el que perdía, perdía la partida y el alma. Como el viejo gordo y feo era el más poderoso y rico y el mejor ajedrecista, no tardó en adueñarse de más de medio pueblo. Al cabo de unos años, ya sólo unos cuantos desarrapados habían conservado su alma haciendo tablas milagrosamente en cada partida, pero nunca pudiendo ganar. La situación era insoportable, el viejo se hacía más gordo y más rico, y el pueblo cada vez estaba más solo y triste y sin esperanza. Entonces estos cuantos desarrapados y desarrapadas volvieron a escuchar antiguos cantos y antiguas canciones y empezaron a cantar con el pueblo y comprendieron mejor el ajedrez. No tardaron en vencer mil y un veces al viejo hasta que recuperaron el alma de los ciudadanos.

La informática ha logrado crear programas de ajedrez que juegan mejor que cualquier humano, incluso con piezas de ventaja. Hemos sido vencidos. Pero sólo parcialmente. Aún no hay programas, a pesar de los incesables intentos, que puedan crear un poema decoroso y de mediana calidad. ¿Podrá lograr la máquina escribir un poema que supere o iguale a alguno de los mejores de Quevedo o Sor Juana. Lo dudo. Si algún día lo logra, en ese momento y no antes, podremos decir que la poesía y, con ella, los humanos, habremos muerto.

Trashumanar no es un ismo

En estos días que he investigado más sobre el transhumanismo tecnocientífico, me percaté de que la palabra de Dante, Trashumanar, guarda una importante diferencia con lo que postula su uso moderno. Lo más evidente es la palabra utilizada como concepto hace referencia a una ideología y en el segundo caso hace referencia a un verbo, es decir una actividad relacionada con la experiencia místico-poética. Pero hay mucho más sutiles diferencias que es necesario abordar. Veamos.

Según un artículo de Nick Bostrom sobre la historia del pensamiento transhumanista, el cual se remonta a la leyenda de Gilgamesh, el concepto fue usado por Julian Huxley, hermano del famoso novelista, el cual lo definió de esta manera:

La especie humana puede, si lo desea, trascenderse a sí misma –no sólo
esporádicamente, un individuo aquí de cierta manera, un individuo ahí de otra- sino en su totalidad, como humanidad. Necesitamos un nombre para esta nueva
creencia. Tal vez transhumanismo servirá: el hombre permaneciendo hombre,
pero transcendiéndose mediante la realización de nuevas posibilidades de y para
su naturaleza humana.

Lo primero que hay que señalar en esta definición y el uso que Bostrom hace de ella, es que la relaciona completamente a una transformación radical del ser humano por medio de la ciencia y la tecnología, mientras que el uso que Dante hace de la palabra Trashumanar se refiere más bien a una experiencia que atañe íntimamente al individuo, aunque desde luego implica que esa experiencia entre más intensa y profunda se relaciona a una experiencia común a los seres humanos. Otra diferencia es que el Transhumanismo se refiere, como señalé arriba, a una ideología, mientras que el verbo poético no lo es. Es por ello que digo que Trashumanar no puede ser un ismo, en el sentido negativo que tiene cualquier ismo, como capitalismo, comunismo, feminismo, transhumanismo, etc. ya que los ismos hacen referencia precisamente a un grupo que por medio de argumentos injustificados cumple una función social de dominio mistificando la realidad y siendo aceptado como válido por el resto de la sociedad. Por el contrario, y esto es lo más importante de la radical diferencia, es que el Trashumanar sería un posibilidad (la otra sería la crítica científica) de desvelar las falsedades en las que se sustentan las ideológicas. En este sentido sería un despertar por medio de la experiencia poética.

Es cierto que, por fortuna, el termino Transhumanismo no goza de la hegemonía suficiente para aceptarse como discurso mistificador de la realidad por parte de la sociedad en su conjunto, como lo son otros conceptos como el de Desarrollo o Progreso. Sin embargo, es pertinente preguntar precisamente qué diferencia guardan con estos conceptos más populares. Pues bien, como señala Bostrom, el Transhumanismo se considera heredero de la ilustración, sobre todo por la importancia que se le da a la ciencia y la tecnología, así como a la libertad, la democracia y el uso de la razón. Desde luego que las mismas referencias históricas que apunta el filósofo sueco están pasadas por el tamiz ideológico que le permite ver sólo lo que quiere ver y permite suavizar, como Bostrom mismo señala citando a Fukuyama, una de las ideologías más peligrosas de nuestros tiempos.

Ahora bien, la diferencia con los conceptos de desarrollo y progreso, la encuentro en que este nuevo concepto, trata de dar un salto evolutivo, una probable singularidad, donde más que desarrollarnos o progresar, estaríamos pasando a una nueva etapa poshumana. La idea, aunque sugerente para muchas personas, tiene tantas inconsistencias teóricas y fácticas, que no merecería tomarse en cuenta sino fuera porque es usada por grupos de poder que tienen bastante influencia en la toma dediciones y en las nuevas maneras en que se concibe el mundo y nuestro estar en él. Y es que ese es el problema de la ideología, que no importa muchas veces que las ideas sean absurdas, se creen porque el grupo que las sustenta tiene influencia en la sociedad. Así, si una persona tocará a nuestra puerta, con su maletín en una mano, y nos dijera que nos trae la buena nueva de que nuestro universo no es más que una simulación virtual hecha por una megacomputadora superinteligente y al mismo tiempo nos ofreciera la fuente de la eterna juventud y unas pócimas para hacernos más inteligentes y bellos con el nuevo uso de la biotecnología y nos ofreciera guardar nuestra alma en un software para que después nuestros tataranietos interactúen con nosotros en Marte, seguramente lo tomaríamos por un charlatán, pero ¿Qué pasa cuando el hombre que nos dice estas o parecidas cosas se llama Elon Musk, uno de los empresarios más poderosos y ricos del mundo? Pues sucede que he escuchado a científicos y pensadores tomarse estas promesas en serio y creerlas y trasmitirlas como el camino que tenemos que seguir si queremos salvarnos del apocalipsis.

En fin, que por el momento la ideología Transhumanista, no es la hegemónica pero creo que para allá vamos. Si bien esa singularidad de la que habla Bostrom, él mismo la pone en duda a pesar de que muchos científicos sí creen y argumentan con múltiples razones, que daremos ese salto evolutivo poshumano, lo que es cierto es que antes de implantar esta idea, donde parece que sí estamos cerca de una singularidad es en el discurso hegemónico, el cual está pasando de la ideología del desarrollo como directriz de la política y la economía a un uso cada vez mayor de las concepciones transhumanistas para encaminar las relaciones sociales en la sociedad capitalista actual. ¿Cuál es entonces la similitud y la diferencia entre el concepto de desarrollo y el del transhumanismo? Para saberlo, primero nos tenemos que preguntar ¿Qué es el desarrollo y que función tiene ideológicamente en este colapso civilizatorio?

El Hidalgo Bárbaro del Siglo XXI: Contribución a la crítica del capital como sujeto

I sing the song of experience like William Blake/

I have no apologies to make

Bob Dylan

Según “el reloj del Juicio Final” estamos a tan sólo cien segundos antes del fin del mundo. Desde que los científicos atómicos instauraron este reloj simbólico, es lo más cerca que nos encontramos de la media noche[1]. No es para menos. Hoy la serie de problemas de toda índole a la que nos enfrentamos como humanidad han encendido los focos rojos. Y no sólo de la comunidad científica. Sobre todo, desde la pandemia causada por el virus del Covid 19, la amenaza a dejado de ser una fantasía y a irrumpido con toda su verdad y realidad, por factores que van desde el cambio climático, hasta la constante amenaza de una guerra nuclear, entre otros factores que día con día son conocidos y percibidos en carne propia por amplios sectores de la población. Nos encontramos, sin exagerar, ante un drama histórico sin precedentes.

Sin embargo, hay grupos sociales que este tan cacareado apocalipsis lo vienen padeciendo desde hace más de 500 años cuando el sistema capitalista irrumpió en escena, tal es el caso de los campesinos, a los que de cuando en cuando se les firma su acta de defunción, ya sea porque son inútiles al sistema o porque no se les reconoce su centralidad en el proceso de explotación y acumulación. Recientemente, gracias al avance científico y tecnológico, a los campesinos de plano se les ha relegado a un espacio que ya ni siquiera tiene que ver con los márgenes a los que siempre han sido relegados. Ahora, se nos dice, son una rémora del pasado precapitalista que pronto desaparecerá.

A contrapelo de esta postura, no por hegemónica un tanto ingenua, los aferrados rústicos plantean, en el subsuelo y de manera silenciosa para quien no quiere escuchar, novedosas formas de resistencias y no es exagerado decir, como lo han hecho notar diversos científicos sociales, son los que están ofreciendo alternativas ante este desbocado y suicida sujeto capital, como lo nombró y conceptualizo en este trabajo de investigación.

Ahora bien, hablar de los campesinos y de su lucha contra el sujeto capital (una lucha que es de todos y todas, incluso del más capitalista de los hombres) en términos generales y abstractos, sería caer en el mismo error que he querido evitar. Es por eso que considero para conocer este conflicto cotidiano y de una raigambre histórica de larga duración, es necesario realizar el análisis desde un caso concreto y delimitado en el espacio y el tiempo, siguiendo el precepto de los antiguos alquimistas, según el cual lo que ocurre en un aspecto particular se conecta de manera directa con el todo y de alguna forma lo expresa. O en otras palabras y retomando como metáfora la geometría fractal, es como si al analizar una parte en cierta medida estuviéramos haciendo referencia a la totalidad del que forma parte.

Para ello, voy a analizar a detalle el conflicto que desde el año 2012 hasta la fecha, un grupo minoritario de campesinos conformaron el Movimiento Santiago de Anaya se vive y se defiende…(MISA) para oponerse a la instalación en su territorio de una trituradora y cementera de la corporación Carso-Elementia. Y es que, si bien la empresa logró instalarse sin muchas dificultades y la oposición de este grupo de campesinos y campesinas que conformó el MISA emprendió acciones más bien simbólicas y legales que nada lograron evitar, al comprender a detalle los aspectos más relevantes del conflicto, podremos abordar un par de preguntas que nos permitirá analizar a detalle de qué forma opera el sistema capitalista en el siglo XXI en el mundo rural desde un enfoque psicopolítico. Estas preguntas son a saber: ¿Quién es este sujeto? y ¿Qué características y relaciones lo definen?

Para lograr una mejor aproximación a estas preguntas tuve que solventar algunas dificultades que se fueron presentando en la investigación participativa que realicé con los integrantes del MISA. Dichas dificultades fueron en su mayor parte de orden teórico y analítico, pues debo confesar que me costó demasiado el encontrar el enfoque que mejor me satisficiera y que desde luego aportará algo diferente a los cientos de investigaciones que se realizan en la actualidad. Y es que, si estamos a un pasito del Juicio Final, lo de menos es hacer un esfuerzo por contribuir si no con una investigación del todo original y diferente, sí a ofrecer un enfoque distinto que avive el debate en las catacumbas enmohecidas del mundo académico. Para ello, hice caso de una recomendación que en un seminario nos hizo Roberto Diego, un profesor del posgrado en Desarrollo Rural. Según él, el eje de investigación constituye la parte medular de una tesis, pues son, eso lo digo yo, como los ejes de una carreta que, aunque desvencijada y maltrecha, nos permitirá llegar a buen puerto. El eje de este trabajo queda formulado en una simple línea: El verdadero y real sujeto de la sociedad capitalista es el capital. Las casi doscientas páginas restantes constituyen el desenvolvimiento de este eje. Queda en manos del lector decidir si la carreta llega, a pesar de sus meandros y volteretas, a la meta deseada o si, a pesar del esfuerzo, se estrelló en el camino.   


[1] El reloj del Juicio Final fue instaurado en 1947 ante la amenaza que representaban en ese tiempo las armas nucleares.

La historia y el sentido

Dice John Berger que cualquier fotografía capta la realidad como totalidad. Hoy que las imágenes inundan el mundo virtual, detenernos minuciosamente en una foto puede ayudarnos a comprender nuestro presente.

Si el genio maligno nos ha borrado la memoria ¿De qué manera el análisis de una foto cualquiera nos podría ayudar a reconstruir nuestro pasado? Por ejemplo, en estos momentos observo una fotografía donde están un grupo de personas ( no más de veinte) de espaldas, levantando pancartas frente a dos torres de concreto. Detrás hay un cerro cargado de nubes. Ahora bien, parece que mucho de lo que podríamos interpretar tiene que ver con el conocimiento de la realidad que tengamos del fenómeno captado por la cámara y en nuestro caso hipotético desconocemos por completo el sentido de la escena. Así, una escena trivial se nos presentaría completamente misteriosa: sujetos de carne y hueso frente a un objeto que parece amenazante. Es más, al mirar los objetos que nos rodean sentiríamos una especie de vértigo y nos veríamos obligados a inventar una explicación de nuestra relación con estos objetos. Se generaría, al poco tiempo de reflexionar, un sentimiento de lo ominoso en cada una de las cosas que observáramos. Es precisamente aquí donde quisiera llamar la atención sobre nuestra relación con el mundo. Acaso Russell tenga razón en lo que plantea de que es posible que todo nuestro pasado sea irreal, pero ¿Quién inventa esa irrealidad? En cierta medida tendría que ver con nuestra manera en que cada uno de nosotros le da un sentido a lo que observamos, sin embargo hay algo de ese sentido que viene dado por las cosas mismas y las relaciones sociales que las han hecho posibles. De esta manera sería imposible realizar las acciones más triviales sin un referente histórico o mitológico que le dé sentido más allá de nuestra subjetividad. Es así que cobra mayor significado aquello de que somos historia encarnada y de que el alma también habita en el mundo en que vivimos. De esta manera, aunque el genio maligno nos borrará nuestra conciencia histórica, tendría que borrar también la memoria que hay en los objetos con los que a diario interactuamos.

Un drama histórico

Mientras estoy escribiendo en mi pequeña habitación, de cuando en cuando, miro por la ventana cómo la niebla desdibuja el cerro en cuya cumbre se encuentra el panteón inglés . Apenas logro hilvanar alguna frase me detengo, reflexiono, borro, retrocedo y avanzo, retrocedo y avanzo sobre la pantalla. Supongo que a todo aquel que intenta expresar su pensamiento por medio de la escritura le pasa lo mismo, hasta que finalmente el dique se rompe y las palabras fluyen como un río caudaloso. A veces, para romper ese primer obstáculo, ese horror sagrado a la página en blanco, he ensayado con la escritura automática, lo cual me ha traído buenos resultados si no en la calidad de lo que escribo sí en romper el bloqueo. Sin embargo, esta vez, después de algunas libretas que se han ido acumulando en los últimos años, es momento de poner en orden las ideas principales que he elaborado. La primera y central es sobre el análisis del presente y su relación con el pasado y el futuro.

Hace algunos años, aún verde en mis convicciones, tenía demasiadas dudas sobre la importancia de del ahora en relación con los tiempos de larga duración. Y es que se suele dar escasa importancia a los sucesos del día a día en la comprensión de la historia y el porvenir. Parece como si lo cotidiano fuera una niebla que no deja ver el panorama más complejo; la telaraña espacio-temporal que lo explica. Hoy , desde luego, la situación es distinta. A raíz de la incertidumbre que nos trajo la pandemia, tanto nuestra visión del pasado como nuestras perspectivas de futuro se han modificado radicalmente. Por ello, es necesario empezar con la textura de los hechos más simples, triviales y en apariencia insignificantes del presente que nos ayuden a comprender nuestra situación.

Según la célebre hipótesis del filósofo Descartes, es posible que todo lo que conocemos del mundo exterior sea producto de un demonio malvado que quiere engañarnos a través de los sentidos. Por su parte, en el siglo XX, en su Analisis of Mind, Bertrand Russell, lanzó una provocadora hipótesis, según la cual, no hay manera de saber si el mundo inició hace miles de años o tan sólo hace cinco minutos. Dicho en otras palabras, lo que recordamos del pasado es posible que sea completamente irreal. Estas paradojas que plantean problemas referentes a la forma en que adquirimos el conocimiento sobre el mundo y su historia, quieren también llamar la atención sobre los frágiles cimientos en los que se asientan nuestras más arraigadas certidumbres. Siguiendo las paradojas de estos pensadores, quisiera plantear un problema hipotético: ¿Qué pasaría si de repente, un buen día, ese genio maligno borrara de nuestra mente todo lo que conocemos sobre nuestro pasado individual y colectivo? ¿Cómo recuperaríamos nuestra historia? ¿A qué archivos, libros, fotografías, pinturas, monumentos, edificios, videos, etc., le adjudicaríamos mayor fidelidad sobre los hechos históricos? ¿De qué manera explicaríamos nuestro presente y plantearíamos nuestras perspectivas a futuro? ¿Tendría algún sentido el presente? ¿Es posible que aún desconociendo ese pasado seguiríamos actuando de la misma manera en una suerte de fatalidad histórica o, por el contrario, sería una oportunidad para actuar con mayor libertad?

EL Tlacuache Citadino: La inmediatez de la conciencia crítica

¿Por qué las personas no alcanzan a entender más allá de la vida cotidiana lo que realmente significa vivir en una sociedad organizada o en un Estado? Creo que esta pregunta tiene varias respuestas, primero porque la inmediatez de las necesidades como: comida, techo, salud, paz, seguridad les ganan. Para pensar se necesita comer y si no se come no se puede pensar. La gente anda buscando el sustento y se olvida de lo demás.

La segunda respuesta que refuerza la anterior es el medio cultural en el que se encuentra inserto, dependiendo de las ideas, comentarios, pensamientos, noticias, opinión pública es como se va nutriendo una conciencia, que permita trascender la inmediatez y pensar  mas allá, lo grande, lo global, lo complejo. Y en este segundo supuesto cabe también lo que llamamos educación, entendida en su dimensión amplia, ya que no solo se educa en la escuela si no afuera también, en la educación informal por llamarle de algún modo; tan educa la casa, como la familia y la calle, para juntos formar la conciencia de las personas.

A algunos, algunas no les gusta complicarse la vida. Viven la vida cotidiana como algo dado, que fue, es y será. Poco se detienen a pensar el por qué son las cosas así o de tal manera. Cuando lo hacen piensan que porque así es y que ellos no son nadie para cambiarla, o porque Dios así lo quiso y que solo Dios sabe porqué es así. Desde esa posición se abandonan socialmente, me refiero como colectivo, como sociedad, dejan que otros hagan y deshagan.

Cuando se tiene hambre, cuando se vive en estado de necesidad permanente, solo para irla pasando, es difícil pensar en otra cosa, pues para pensar se requiere de un poco de ocio, de tener tiempo para la lectura, para reflexionar. En ese estado de cosas no hay tiempo para pensar y lo he vivido en carne propia. Más bien hay desespero en cómo sacar adelante a la familia, a uno mismo.

Pero cuando la gente se dé cuenta que las cosas no son, ni fueron, ni serán como ellos creyeron concluirán que no fue ni por obra de Dios ni porque así lo quiso el destino. Pero solo será posible cuando las personas tengan conciencia de su situación, cuando se conviertan en sujetos pensantes y actuantes. Que su conducta es producto de una realidad en que se nace, que se vive. Que la historia, que la educación, que la política no le es ajena, que la produce y la reproduce y los produce y reproduce. Porque es tan verdadera la frase del pensador griego que el hombre es una animal político, ligado al concepto de homo sapiens, ser pensante.

Obviamente también se requieren condiciones para llegar a ello, es muy difícil pensar que nacimos en una realidad dada, determinada por otros, para entenderla cabalmente tenemos que alejarnos un poco de ella y no propiamente física, sino mentalmente, y por si fuera poco somos egocentristas y etnocentristas, pensamos que nosotros y nuestro lugar de origen es el centro del mundo. Y ese mundo que ven nuestros primeros ojos y pensamiento lo leemos en un código que nos dieron nuestros padres, la sociedad, la familia previamente, por lo cual está mediatizado esa «realidad» -el fenómeno dicen los filósofos-, tal como lo entienden ellos, pero que quizá no es en realidad así.

Entender que el mundo es una construcción social, sobre todo lo referente a la sociedad, es difícil, pero cuando lo comprendamos como una construcción social, será un paso hacia nuestra liberación, a ser plenos, a ser sujetos históricos activos.

El Tlacuache Citadino: Apellidos Yoremes-Mayo en Baca, Choix, Sinaloa

Guadalupe Espinoza Sauceda



APELLIDOS YOREMES-MAYO EN BACA, CHOIX, SINALOA


El pueblo de Baca (de la nación de los Sinaloas) y sus alrededores o comunidades y rancherías que se dan cita en el ramadón y en la iglesia de San Miguel Arcángel (centro ceremonial) ha sufrido y padecido un desgaste cultural-identitario y en algunos casos un sincretismo/mixtura con la cultura mestiza pero en una posición subordinada, donde domina el elemento cultural blanco, no obstante si se le rasca o escarba sale lo indígena o nativo a la menor provocación. No es casual que otras comunidades de origen más español a los habitantes de Baca (lugar donde crecen los carrizos y sus cañas) los llamen despectivamente “indios bagreros”, en relación al pez que abundaba en las aguas del actual río Fuerte -antes de Carapoa, Sinaloa o Zuaque, entre otros nombres que ha tenido a lo largo de la historia- y del cual se alimentaban y se siguen alimentando.                               


En donde se ha manifestado nítidamente este fenómeno de pérdida de identidad es en los apellidos de origen yoreme-mayo, que ya quedan muy pocos y algunos se han ido ocultando y otros castellanizando/adaptando para dejar de ser indígenas, al menos en los apellidos, es por ello que quiero rescatar algunos antes de que se acaben o mueran y que al menos quede constancia escrita de cuales son y que significan. Comienzo:

El apellido o apelativo (como dice mi padre) Bacasehua, significa en yoreme-mayo “flor de carrizo o espiga de esta gramínea”, y había Bacasehuas en el Bazate, comunidad desaparecida y muy cerca de Baca, sus descendientes están algunos en Juan José Ríos, Guasave, en Techobampo de los Cota, Loretillo, Agua Caliente de Baca, y algunos en Baca (estos son poblados y ciudades del norte de Sinaloa), y algunos más en Chihuahua.

Otro apellido de la región es Moroyoqui que significa: Jefe Mayor, este apelativo era el de don Vicente “Chente” Valenzuela Moroyoqui, del Embarcadero de Arriba o de los Valenzuela por la margen derecha del pueblo de Baca.

Nosotros le llamábamos al Embarcadero “La otra banda”, en alusión que pertenecía a Baca, pero que era atravesado por el río, y Baca era “una banda” o un lado de la misma comunidad. Este apellido ya no se escucha en la región de Baca pero si hay mucha descendencia de don Chente Valenzuela, quien era hablante de la lengua yoreme-mayo, pero daba la apariencia física de mestizo, pues era de piel blanca. A su vez don Chente era papá de doña Chuy esposa de don Trinidad (don Triny) Herrera Gastélum, quien fuera durante muchos años Juez Menor y Oficial del Registro Civil de Baca, dejando ambos descendencia.

Otros dos apellidos indígenas de Baca son Osamea y Cuásari, el primero era el apellido de doña Julia quien vivía en frente de mi casa, solo divididos por la carretera que comunicaba con Agua Caliente de Baca y con quienes mantuvimos una relación de amistad entrañable, lo mismo que con sus hijos e hijas y nietos. Este apellido casi no lo he oído mencionar, y me comentan que la palabra Osamea, puede venir de “oosan” que significa “tal vez” y “méha” se refiere a “matar”, por lo que su significado en español es: tal vez lo maté o mató.
Otro apelativo de Baca es Cuásari, y este apellido lo llevaba doña Ligia, esposa de Toribio Valenzuela, Pascola Mayor de Baca y uno de los grandes Jefes del pueblo, además de danzante y músico que vivió en Los Chinitos y de quien se dice se inició en un Camanteopo.

Este apellido por lo que he investigado es raro, pocos me han podido decir su significado, la versión que me convence más, pero aceptando que puede haber otras, es que viene de cósari, que deriva de kóha (masticar) y sáari (arrojado), traduciéndose entonces como el o la que arroja lo masticado. Un dato interesante es que doña Julia era prima de doña Ligia, además de vecinas. A doña Ligia me tocó conocerla, se dice de ella que tenía poderes chamánicos. Hay descendencia suya en Baca, en Bachoco, Guasave y en Juan José Ríos, en Los Mochis y otros lugares de la región.

Un último apellido indígena de la región es Tabu, que significa en castellano o castilla –como dice mi padre- conejo, pero que ha sufrido un desgaste y los portadores de este apelativo lo han españolizado/castellanizado por Gustavo.  Estas familias eran originarias de Los Arenales y  del rumbo del Papariqui, a la orilla del río Fuerte por ambos márgenes, a uno de los patriarcas de esta familia, los vecinos de la región le decían Julián Conejo, en alusión al significado en español del apellido Tabu. Los Arenales hoy comunidad casi está extinta, pero hay descendencia de este apellido en Baca, en Juan José Ríos, Bachoco y otros puntos de Sinaloa y Sonora.

Otros apellidos yoremes-mayo de Sinaloa y Sonora

Alamea:    Sabe matar.
Anguamea:   Lo mató donde hay gente.
Baijgo:   Brisa.
Bajeca:   Tomó agua.
Balmea:   Lo mató con agua.
Basópoli:   Le arrancó la espina en el agua.
Batwe:   Río.
Baypoli:   Sediento.
Baysewa:   Tres flores.
Baysewa:   Florece con el agua.
Betemea:   Lo mató con algo pesado.
Buichia:  Humo.
Biuchileme:   Al que le hace el humo.
Buitimea:   Lo mató corriendo.
Chuumujji:   Perro baleado.
Elesuqui:   Hormiguita.
Gocobachi:   Maíz de la paloma.
Jatomea:   Algo mató.
Jichiumea:   Lo mató desgranando.
Jomaso:  Lomo de venado.
Jupa:   Mezquite.
Jupamea:   Mató zorrillo.
Jusacamea:   Mato al bayo.
Kutabocha: Huarache de palo.
Machijisa: Alba/Aurora.
Machiria:   Luz o amanecer.
Mantecori:   Palma en la mano.
Matus:   Carbón.
Moroyoqui:   Jefe mayor.
Mumulmea:   Mató abejas.
Mutosa:   Nido de tecolote.
Nebuay:    Me come.
Neyoy:    Me respeta.
Omokoli:   Tortolita.
Ontamucha:   Sal en montón.
Saki:   Esquite.
Seboa:   Alhuate.
Sialiqui:   Todo verde.
Siari:   Verde.
Siaruqui:   Verde roñoso.
Somochi:   Espuma.
Sotomea:   Lo mató en la olla.
Tetasiari:   Piedra verde.
Tonopomea:  Lo mató por la rodilla.
Tucari:   Noche.
Ubamea:    Lo mató bañando.
Yautmea:   Mató al jefe.
Yevismea: Llegó y lo mató.
Yocupicio: Llovizna.

*Artículo realizado con información de la maestra bilingüe Laura López Moroyoqui de la comunidad de Capomos, El Fuerte, Sin. Así como con datos de una investigación realizada por Rubén Espinoza B.

El Tlacuache Citadino: El ajonjolí. Volver a sembrar

Luis Espinoza Sauceda

EL AJONJOLÍ. VOLVER A SEMBRAR

                                                                                                          Blanco salí de mi casa/

En el monte enverdecí/

Blanco volví a mi casa.

Por años creí que la siembra de ajonjolí era la mejor actividad económica del mundo. También de manera paralela, sufrí el demandante desgaste físico que implica el trabajo en su cultivo. En esos años nadie se quedaba sin sembrar, pues los hombres en estos pueblos se conocen por el trabajo, por la dedicación en hacer y conseguir una cosecha abundante.

El ejido de Baca, al igual que los demás del municipio de Choix (Sinaloa) adolece de una amplitud o diversificación de actividades económicas, por tanto el ciclo se repite año con año. La siembra de ajonjolí, entre bajíos y lomas, es la que mayor cantidad de hectáreas y mano de obra ocupa.

Mi padre, al igual que mis tíos, no usaban reloj. La salida del lucero marcaba la hora de abandonar la comodidad de la cama para salir a trabajar. Las mujeres, desde horas antes preparaban el lonchi. Aquí nadie se quedaba sin hacer nada, de alguna manera u otra todos servían en las labores. Caminar por las veredas oscuras, era lo que menos preocupaba, de memoria las conocían.

Toda la gente, desde el que disponía de bestias de arado hasta el que rentaba, se ocupaba de tener asegurado su resguardo. En mayo se campeaba al caballo o mula porque de no ser así, en las primeras lluvias o ventarrones de aguas, estas agarraban rumbo a lugares donde no fuera fácil encontrarles. Instintivamente se ocultaban hasta que pasaba la temporada de arar la tierra, entonces el campesino a sabiendas que las mulas son muy ariscas y matreras, conocedoras de las estaciones, procuraba tenerlas a la vista. Además, uno no se escondía porque no podía, si no se moría de hambre. El trabajo es muy pesado y el clima agotador.

No todos los años son buenos. En ocasiones llueve tarde, es decir, en los últimos días de julio. Eso no es muy bueno, pero se puede resolver con semilla de soyate, que sustituye al breve, alcanza mayor estatura la planta y tamaño la semilla. El problema más grave se suscita cuando las lluvias escasean o son muy espaciadas, hacen que la planta se la pase en eterna agonía y no logre desarrollarse. Amén de las plagas.

Lo malo y lo bueno de las temporadas están situadas en dichos: ¡Si llueve en mayo suelto el caballo! e ¡Hicieron su agosto! El primero, alude a que si llueve antes de lo acostumbrado, es decir de los últimos días de junio, el año se pierde porque cae la primera lluvia, aislada y hace que nazca el monte, para cuando llegan las lluvias constantes el monte está muy crecido. El segundo alude a que si llueve bien en agosto, está resuelta la temporada y habrá buena cosecha.

En 1990 aproximadamente se presentó una fase de siete años muy malos para los campesinos, tan malos que vació a los pueblos de su gente. Se fueron a las ciudades, pues su economía estaba sustentada en la tierra. Recuerdo que en las tardes no trabajábamos porque la tierra estaba tan seca y caliente que removerla le hacía mucho daño a las plantas de ajonjolí que se aferraban en vestirse de blanco.

La tarde llegaba, el sol fulgurante y el azul grisáceo no desaparecía. Obstinados veíamos si se asomaban algunas nubes. En ocasiones, a eso de las tres o cuatro de la tarde, veía mi padre las nubes que con la luz del sol dibujaban un ojo luminoso, un segundo sol, conocido como ojo de buey. Era el preludio de que estaba la lluvia por llegar. Era esa la señal que se necesitaba para predecir la lluvia, por eso observaba las nubes por la tarde para saber si eran de agua o solamente calor.

A San Miguel Arcángel y San Isidro El Labrador los pobladores los sacaban de la iglesia a pasear, llevándoles a que vieran las siembras más cercanas al pueblo, entre rezos y peticiones de agua; las plegarias y monotonías iban acompañadas de los cohetes, como todo evento religioso importante.

Con el paso de los años, las malas temporadas resultaron pasajeras pero la gente que se había salidos no regresó, e incluso vendieron sus tierras. La preocupación ahora ya no es tanto la falta de lluvia sino los precios del ajonjolí, que no atiende precisamente una ley de oferta y demanda, sino intereses de los coyotes o brókers.

Estas alteraciones de los ciclos naturales se repiten a la vuelta de varias décadas, Veredas del recuerdo de Gabriel Fierro Sarmiento, originario de estas tierras, refiere que en los años 1930 y en 1951 se presentaron dos éxodos importantes de gente de la región de Choix a Sonora que por la escasez de las lluvias, perdieron todo. En el valle del Yaqui, fueron a trabajar de jornaleros y después les dotaron de tierras.

En parte, así es como la gente de estas tierras ha sobrevivido a lo largo de los siglos, a pesar de todo. El trabajo lo acompañan de festividades, en su mayoría religiosas, que trasciende el deseo de no abandonar sus tierras.