Aunque el cuento se inspira, en buena parte, en la Divina Comedia, el drama de Borges es personal. Lo que él ve es el “inconcebible universo” pero sin historia. Por el contrario, el poema de Dante, nos ofrece una compleja visión de la historia, lo cual le permite relacionar aspectos cosmológicos pero cargados densamente de personificaciones históricas y de críticas a la sociedad de su tiempo, incluso en su viaje por el paraíso. Críticas que lanza hacia el futuro. A lo que hoy es nuestro presente. Como plantea Ósip Mandelstam (2004:53), la visión histórica dantesca es antimoderna. Por lo tanto, completamente contraria a la concepción histórica de la modernidad capitalista como progreso lineal:
Para Dante, el tiempo es la sustancia de la historia experimentada como un acto sincrónico único. Y a la inversa, el propósito de la historia es mantener el tiempo unido, de manera que todos seamos hermanos y compañeros de una misma búsqueda y conquista del tiempo.
Al final de su coloquio sobre el poeta florentino, Mandelstam nos dice que Dante escuchó el sonido armonioso del tiempo y que intentó detenerlo en su inmenso poema. Así, el primer paso para la conquista de otra temporalidad desde la antimoderna actualidad de Dante, estriba en detener el tiempo lineal e insustancial del progreso y hermanarnos con los sufrimientos, sin razones y violencias que han ocurrido en el pasado y siguen ocurriendo en el presente, así como con los sueños y luchas que sustentan la esperanza. Hasta el día del Juicio Final que, como el propio Dante plantea en uno de los últimos cantos del Purgatorio, regresará la voz a los muertos.
Ese regresar la voz a los muertos es, desde el judaísmo, también es la apuesta de Walter Benjamin. Antes de pasar a considerar sus planteamientos voy a retomar algunos tercetos del canto XVII del Paraíso.
Dante se encuentra ansioso por expresar su pensamiento, sus deseos, sus dudas. Beatriz le contesta que lo exprese tal como sale del corazón, no para que lo exprese con palabras porque eso no es necesario puesto que, como ya se nos dijo cantos atrás, las almas pueden conocer los pensamientos antes de ser expresados, sino para que aprenda a comunicarse mejor. Entonces el poeta le pregunta a su bisabuelo qué le depara la fortuna. Y se lo pide con una hermosa metáfora temporal: «pues cuando podemos proveer la trayectoria de la flecha, por lo menos podemos hacer que llegue más lentamente». Detengámonos un momento y reparemos un poco en que la flecha de por sí ya tiene una trayectoria. Por eso, líneas adelante, Caccsiaguida le contesta así:
Todos los acontecimientos que no exceden el alcance de la naturaleza humana, se encuentran ya imaginados por la mente del Eterno, de lo que no se puede inferir que tales cosas deban ocurrir por fuerza; así como el navegar de una barca corriente abajo no es producido por la barca que lo contempla., de igual manera que llega a tus oídos el sonido del órgano, yo percibo los sonidos que los tiempos te deparan (Dante, 2005: 132).
Dios es, desde esta perspectiva poética, un productor de metáforas e imágenes. Supongamos sin conceder, que el universo en el que nos encontramos fue creado como una inmensa e infinita alegoría. Supongamos que, a una de esas creaciones, el ser humano, le fue otorgado ese mismo don por medio del cual sus creaciones son alegorías y también su manera de conocer la realidad es esencialmente alegórica, aparte de literal, anagógica y moral. Estas serían una especie de categorías kantianas, pero metafóricas simbólicas y poéticas. Si nuestra hipótesis fuera cierta, cada acto por mínimo que sea, sobre todo cada acto humano que ya está en la mente eterna, es un acontecimiento que forma parte de la historia universal. ¡Qué diferente parecen así nuestros hechos políticos en nuestros días! El arte poético sería la capacidad que tuviera cada uno de intensificar la experiencia de los hechos de su vida y su sociedad y así poder encontrar una especie de puntos nodales donde se lograra comprender mejor nuestro presente y nuestro futuro. Ni siquiera tienen que ser los grandes acontecimientos que se relatan en los libros de historia. Este arte incluye al sujeto cognoscente y por lo tanto se vincula a su historia personal. Sin embargo, no me resisto a poner un ejemplo que está a flor de piel y que es, si no de interés general, sí de conocimiento general. Me refiero al asesinato del afroamericano George Floyd, a manos de un policía. En los medios de comunicación pasaron una y otra vez las escenas y los gritos desesperados y agonizantes donde se escuchaba un insistente: I can’t breathe. El resto es historia. Pero si lo interpretamos desde la filosofía de la historia dantesca, desde hace más de un año, hasta la naturaleza parece gritarnos: ¡No puedo respirar!
Ese ejemplo que acabo de esbozar, aunque en los márgenes fue de conocimiento de muchas personas alrededor del mundo, al menos hasta que los medios de comunicación lo remplazaron con otra noticia. Pero ¿cuántos de esos casos ocurren en este preciso momento y han ocurrido incesantemente a lo largo de la historia? En el lenguaje benjaminiano ¿cuántas monadas históricas se manifiestan ahora en cada rincón del planeta? La tarea del historiador es saberlas captar y aferrarse a ellas en todos sus detalles, hasta recuperar por un instante la voz de los que no tienen voz, muertos o vivos.
Es en la tesis XVII sobre la filosofía de la historia que Benjamin (2012:150) plantea lo que es una mónada histórica. Según él hay dos maneras que se contraponen a la hora de hacer historia. La primera solo se dedica a acumular datos y hechos que llenan un tiempo vacío. Por el contrario:
El partidario del materialismo histórico sólo se aproxima a un objeto histórico cuando éste se le presenta como una mónada. En esa estructura reconoce el signo de una suspensión mesiánica del devenir; en otras palabras, de una posibilidad revolucionaria en el combate del pasado oprimido.
No he transcrito completa la tesis para concentrarme en este fragmento. Primero ¿Qué es una monada histórica como la plantea Benjamin? Según su concepción de la historia sería donde de concentra, en un hecho particular y muchas veces olvidado, la totalidad de la historia, la cual permitiría un combate por el pasado. Desde este planteamiento, el pasado está más que vivo: define las luchas del presente. Así, entramos a una temporalidad mesiánica. Ahora bien ¿a qué mesianismo se refiere? Si seguimos por estos derroteros podemos caer entrampados en la riqueza de las metáforas, lo que siempre es placentero, pero el espacio que he destinado para este apartado se está agotando. Desde mi catolicismo ateo, puedo decir que el mesianismo de Benjamin se parece al Juicio Final del que habla Dante, donde el mundo adquiere su multifacética actualidad los muertos por fin son redimidos: la historia no es un vacío devenir sin sentido, sino que tiene una consumación. Como quiera, ni para el poeta católico ni para el filósofo judío, el tiempo es lo que sigue siendo para la modernidad capitalista: una categoría abstracta y lineal. De ahí que ambos pugnen por poner un freno, detener el tiempo, para dotarlo nuevamente de su riqueza, de su intensidad: darle una vez más alma y contenido. De este modo y partiendo de su visión del tiempo, hay, a pesar de las enormes diferencias que los separa, más coincidencias que quisiera abordar en su novedosa manera de abordar la historia humana.
Tanto Dante como Benjamin utilizan el pasado como crítica del presente. Los dos buscan un reencantamiento del mundo y hacen una crítica a la mercantilización de la vida que en su tiempo les tocó vivir. Los dos piensan la historia en imágenes. Pero, sobre todo, con sus herramientas y sus capacidades, sin ser Odiseo o Eneas, sin ser grandes héroes mitológicos, sino sujetos de carne y hueso como cualquier hijo de vecino, los dos emprenden a su modo un viaje al inframundo. Tanto poeta como pensador descienden en búsqueda de sus muertos para rescatarlos del olvido y darles la voz. De la misma forma, en ese viaje hacen una crítica ácida a las estructuras de poder y dominación que les tocó vivir. Por lo tanto, los dos están al servicio de los oprimidos. Sus libros son herramientas útiles que nos han legado para comprender nuestro presente y encontrar las claves para poder cambiarlo. Tanto el mesianismo de Benjamin como el libre albedrío que define y defiende Dante apuestan por que los hombres hagan su propia historia. Una historia que está ligada a las luchas y fracasos del pasado. Lo que plantea Benjamin (2012:75), en la tesis VI, lo podría haber dicho sobre Dante y su visión apocalíptica de la historia plasmada en la Divina Comedia:
Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo «tal y como verdaderamente ha sido». Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado tal y como se le presenta de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de subyugarla. El Mesías no viene únicamente como redentor; viene como vencedor del Anticristo. El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo es inherente al historiador que está penetrado de lo siguiente: tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer.
Ese ese instante de peligro el que a partir del segundo capítulo voy a ensayar para encender la chispa de la esperanza. Por el momento, creo que no necesito citar más argumentos de Benjamin y de Dante, para llamar la atención sobre el ahora y el instante histórico. Ya los iré citando cuando haga falta. El lector o lectora juzgarán hasta qué punto he logrado trasmitir esa imagen del pasado. Pero no está de más repetirlo, lo realizo desde mis herramientas y mis limitadas capacidades. Lo que hago es lo que hace la mayoría: me subo a hombros de gigantes. Ahora ya se puede esclarecer desde qué perspectiva analizaré la parte central del drama en el Valle del Mezquital: los actores.