Quijote 2-XXVII

Resulta que maese Pedro es Ginés de Pasamonte, el preso malagradecido que liberó don Quijote en la primera parte en la escena de los galeotes. Se dice que ese tal Ginés en realidad fue un escritor del tiempo de Cervantes al que lo deja mal parado en la novela. Incluso existe la hipótesis de que dicho escritor fue quien publicó el Quijote apócrifo o mejor conocido como de Avellaneda. Sea como fuere, lo que es cierto, al menos lo he percibido con mayor nitidez en esta lectura, las indirectas y golpes que tira en la novela el alcalaíno creo que en su tiempo hicieron enojar a más de uno.

Quijote XLV: La censura de una desocupada lectora

Una lectora de cuyo nombre no quiero acordarme, me comentó, en la entrada sobre el capítulo XLIII, que no estaba de acuerdo con mi lectura del Quijote y que mejor lo leyera otra vez porque no entendía yo nada de la obra cervantina. Desde luego me alecciono señalándome la lectura «correcta». Entonces le conteste del mejor modo que pude, diciéndole que seguramente mi lectura era una mala lectura. Aún así traté de argumentar que Navokov había hecho parecida apreciación en su largo estudio sobre el Quijote. Hoy me encuentro con un nuevo comentario de la susodicha lectora. Lo cito textualmente:

Quizás sea que usted no es español y no ve las cosas como nosotros, sino con la mente de las costumbres de su país, respecto a lo que diga Novokov y sus aburridos escritos, me la traen al pairo. Venga as leer el Quijote como se hace aquí todos los años, y no es su mala lectura, es su mala comprensión lectora que es muy distinto.
Un saludo, por favor no espero respuesta, gracias.

Aunque voy a ser respetuoso de su deseo de no responderle personalmente, no me voy a quedar callado. Sobre todo porque me va a ayudar a aclarar algunas cosas para la lectura de lo que resta del Quijote. Primero, dudo mucho que entre los mismos españoles se vean las cosas de manera uniforme y que sus usos y costumbres sean homogéneas. No por nada hoy son un país desgarrado y con constantes tensiones políticas y territoriales. Respecto a si veo las cosas bajo la perspectiva de las costumbres de mi país. México es un país muy diverso. Tanto que muchos dicen que más bien se debería de hablar de muchos Méxicos. Como supongo es el caso de todos los países. Por lo que seguro que mis opiniones están influenciadas por las costumbres de mi patria, pero también por las experiencias que he tenido al contrastar esas costumbres con las de otros países, además de por mis lecturas, sueños, películas que he visto, dichas y desdichas de la mi vida, etc., etc., etc. Pero sobre todo porque hago uso consciente de mi libertad cuando escribo y leo, por más que mi pericia tanto de lector como de escritor deje mucho que desear. Segundo, respecto a Novokov y sus aburridos escritos, la lectora tiene el derecho a opinar lo que quiera sobre el autor ruso, pero yo lo cité sólo para argumentar mi punto de vista, de lo cual no argumentó nada. Tercero, no necesito ir a leer a España, una obra que afortunadamente es patrimonio universal. Además de que coincido en lo que ha dicho el español Javier Cercas: las mejores lecturas del Quijote se han hecho fuera de España. Cuarto: sí, hago malas lecturas y tengo una mala comprensión lectora. Pero por eso leo. y leo a los gigantes que algo me han de enseñar para ser menos lerdo e ignorante. Quinto, le pido una disculpa por haberle respondido. Si es que llega a leer esta entrada y quiere hacerme comentarios, le pido sea respetuosa y sobre todo, en vez de denostar, presente sus argumentos. Y por favor, si me va a escribir de esa manera, no me pida que no le conteste.

Esta somera respuesta se me ocurrió hace un rato que leí el capítulo XLV, donde se aborda el pleito que tuvieron el barbero burlado y don Quijote sobre el yelmo de Mambrino y la albarda. Todo empezó con la intromisión del amigo de don Quijote para acrecentar la risa de los presentes y, al final, todo acabó en insultos y golpes. Que el barbero decía que era bacía y don Quijote yelmo. Y qué lección nos da una vez más Cervantes – según mi mala lectura y mi mala comprensión, aclaro- cuando los amigos de don Quijote se ponen de acuerdo y apoyan el disparate del de la Triste Figura, mientras que los aliados del barbero apoyan lo contrario. Y entonces ¿Qué es en realidad ese objeto que se disputa? Es bacía y es yelmo y es algo más, siempre algo más cuya esencia última se nos escapa.

Y, por último, como estoy un poco loco y a veces siento que Cervantes me hace guiños entre líneas, cual va siendo mi sorpresa que casi al final del capítulo, un cuadrillero de la Santa Hermandad que trae orden de aprender a don Quijote por la liberación de los galeotes, saca del seno un pergamino «topó con el que buscaba, y poniéndose a leer de espacio, porque no era buen lector». Y al leer esto me salió una sonrisita malvada (porque aparte de leer mal en el fondo soy mala persona) y me pregunté ¿Qué carajos me importa no ser buen lector y leer de espacio? Me conformó con no ser de la Santa Hermandad que vivió de coartar la libertad de los demás y de cuidar que se respetaran las buenas costumbres que según todos debían de compartir en la España de su tiempo. Pero el Quijote siempre se revela y pregunta: «¿Quién fue el ignorante que firmó mandamiento de prisión como soy yo? ¿Quién el que ignoró que son exentos de todo judicial fuero los caballeros andantes y que su ley es su espada, sus fueros sus bríos, sus premáticas su voluntad?»

No, mil veces no, lectora ofensiva y censuradora. Nadie me va a prohibir que diga lo que quiera de una obra que defiende la libertad de imaginación e interpretación, tal vez como ninguna otra.

Un saludo y besitos maravillosos.

Quijote XLIII

Constantemente me pregunto porqué Cervantes trata con tanta crueldad a don Quijote y Sancho. Al menos a mí eso me parece. Una de las causas la encuentro en el humor de su tiempo, como en este caso que Maritornes amarra al caballero y la semidoncella se va riendo a sus aposentos, muy quitada de la pena. Ya se sabe, hay que observar como se trata al más débil para conocer algunas de las profundidades del alma humana. Pero creo que eso no es todo para explicar la violencia que pulula por la novela. Tal vez hay que remitirse al prólogo donde el alcalaíno nos dice que el no es el padre sino el padrastro de don Quijote. A eso hay que sumarle la concepción que muy a la ligera nos da el cautivo cuando cuenta su historia. Dice: «Pues para que entendáis desde aquí adelante que os quiero como padre, y que no os quiero destruir como padrastro». Me parece que sin esa crueldad y distanciamiento constante que tiene Cervantes respecto a su personaje, no hubiera hurgado de esa manera en el conocimiento que hizo de sí mismo y de los otros.

Quijote XLII

Hoy es 12 de octubre, día de la hispanidad como se dice ahora, o día de la raza, como se decía antes. Algunos líderes e intelectuales indígenas, han cuestionado la celebración, señalando que lo que ocurrió con la llegada de los españoles fue una invasión y que, por lo tanto, no hay mucho qué celebrar. Como en todo en la vida, nada es blanco o negro y la herida histórica que se abrió hace más de quinientos años y que aún no cicatriza da para un largo debate. Pero lo que no podemos negar, es que con la espada y la cruz y las epidemias, se nos trajeron otras cosas, entre ellas la lengua española. Hoy, como de esos regalos al que me tiene acostumbrado el Quijote, en este capítulo se menciona que el hermano del cautivo que acaba de llegar a la venta «iba proveído por oidor a las Indias, en la Audiencia de México» y más adelante se narra que el oidor tiene noticias de que partirá flota de Sevilla hacia la Nueva España. ¿Qué pensaba Cervantes del Nuevo Mundo? A juzgar por lo la buena fortuna que tuvieron los hermanos del cautivo en México y el Pirú, seguían siendo las tierras hispanoamericanas, tierras de oportunidad y donde cumplir los sueños y utopías.

Quijote XLI

No recuerdo dónde leí que Cervantes quería que el Quijote fuese una novela corta y que después, al darse cuenta de su descubrimiento fue hilvanando la voluminosa novela. Creo que si ese hubiese sido el caso, el personaje no hubiese sido lo que es hoy. El Quijote es una novela voluminosa, plagada de aventuras. Toda novela importante, creo que tiene esta característica de lo voluminoso. Como que así sentimos retratado el océano de la vida que nos retrata. Aún así, el estilo es muy distinto a muchas de las novelas que vinieron posteriormente. Me refiero al Ulises de Joyce o En Busca del Tiempo Perdido de Proust. Estas novelas se dilatan largas páginas en contarnos las nimiedades de la vida cotidiana. En cambio, el alcalaíno nos narra la intensidad de acontecimientos y sucesos de manera bellamente sintetizada. También he disfrutado de la lectura de estas novelas que acabo de mencionar, pero tengo para mí que si hubiesen querido escribir algo parecido al Quijote, se hubiesen tardado sesenta páginas en platicarnos cómo construía su armadura. Y creo que en ese estilo rebuscado, hubiese sido imposible embonar una historia como la del cautivo.

Quijote XL

Hay momentos, instantes intensos y fugaces en la vida, en los cuales creemos intuir quienes somos. En la literatura conozco dos casos célebres. El primero es cuando al final del Purgatorio, Beatriz pronuncia el nombre de Dante por primera y única vez en todo el poema. El segundo es el de este capítulo del Quijote: «Sólo libro bien con él un soldado español llamado de Saavedra, el cual, con haber hecho cosas que quedarán en la memoria de aquellas gentes por muchos años, y todas por alcanzar libertad, jamás le dio palo, ni se lo mandó dar, ni le dijo mala palabra; y por la menor cosa de muchas que hizo teníamos todos que había de ser empalado, y así lo temió él más de una vez; y si no fuera porque el tiempo no da lugar, yo dijera ahora algo de lo que este soldado hizo, que fuera parte para entretenernos y admirarnos harto mejor que con el cuento de mi historia».

Hace algunos años intenté leer Cervantes, La conquista de la ironía, de cuyo nombre del biógrafo no quiero acordarme. La biografía, bien documentada hasta donde se puede, es sumamente aburrida. Tuve que dejar el libro a la mitad. De Cervantes se sabe un poco más que de Shakespeare, pero sólo un poco más. Y lo que se sabe creo que esta envuelto con la fantasía y el mito. A Cervantes hay que conocerlo por medio de sus obras, y sobre todo por medio del Quijote. Ese viaje prodigioso por su alma y el alma de su pueblo. Con suerte y algo acabaremos conociéndonos a nosotros mismos.

Quijote XXIX

En una entrevista William Faulkner dijo que así como hay personas que todos los años leen la Biblia, él leía el Quijote. Lo mismo hacía nuestro Carlos Fuentes. Cuando me enteré de este ritual que el par de novelistas llevaban a cabo cada año, me pareció una exageración. Había leído la novela y no me parecía que fuera el prodigio que decían. Ahora, ya entrado más en razón, creo comprender mejor la devoción que muchos tienen a este libro feliz. La mayoría por los gratos momentos que deja su lectura, pero para los novelistas tiene un sentido práctico por la técnica narrativa prodigiosa de la obra cervantina. Como el relato del cautivo que en tres o cuatro páginas nos narra más de veinte años de aventuras por tierra y por mar.

Quijote XXXVIII

El largo discurso sobre las armas que hace don Quijote deja en qué pensar. Sobre todo porque hay comparaciones polémicas que valdría la pena ponerles atención. Dos hay que más me interesaron. La primera lo referente a la superioridad del oficio de las armas sobre el de las letras. El segundo el ejercicio de la caballería andante en una época donde, aunque incipientemente, la industria armamentística daba sus primeros frutos modernos. Pues bien, estoy de acuerdo con don Quijote en la superioridad del oficio de las armas, sobre todo del que nos dibuja el manchego y que parece más cosa de nostalgia. Acuérdate de vivir, decía Goethe y, sin duda, es más importante vivir, tener experiencias que después ya habrá tiempo para contarlas. Respecto a la fama que busca don Quijote conquistar por medio de sus hazañas, ¿no será que también en eso nos parecemos un poco? Yo me cuestiono, hoy muchas personas, la mayoría adictas a Facebook, Twitter e Instagram, quieren adquirir algo de visibilidad y reconocimiento al precio que sea y con altas dosis de estupidez. Para muestra, lo que cuenta una habitante de Canarias después de la erupción del volcán de La Palma: «Lo más indignante, explica Jessica, fue ver cómo los turistas que estos días vuelan a la isla, se hacen selfies sonriendo con el volcán detrás, mientras la lava arrasa las viviendas campesinas”. Entonces ¿Cuál es la diferencia con don Quijote? Bueno, pues que don Quijote hizo fama por sus locuras y disparates muy a pesar suyo, pues el quería trascender en el oficio de la olvidada caballería andante, mientras que hoy a muchos les basta y sobra, lo dijo Umberto Eco en su libro De la Estupidez a la Locura, el futuro que nos espera, con ser el tonto que saluda con la manita a las cámaras de televisión.

Quijote XXXVII

Hay una atmósfera de ensueño que deambula por cada episodio del Quijote. A veces más y otras menos, la sórdida realidad se encanta por las aventuras y disparates del famoso manchego y su escudero, pero también porque esas aventuras encajan con las situaciones y los personajes realistas con los que a cada paso se cruzan y que entran al juego. Como pregunta don Quijote: «¿cuál de los vivientes habrá en el mundo que ahora por la puerta de este castillo entrara y de la suerte que estamos nos viere, que juzgue y crea que nosotros somos quien somos?» Los lectores del Quijote en este enrarecido siglo XXI, perdemos la inocencia; aprendemos que nada es lo que parece.

Quijote XXXVI

Tengo para mí que en esta parte del Quijote se intercalan historias que leemos junto con los personajes, para atemperar un poco los sucesos que se nos van narrando. En este caso, el encuentro de Dorotea mirando a don Fernando, don Fernando a Cardenio, Cardenio a Luscinda, y Luscinda a Cardenio, termina en un final feliz, mientras que la historia del Curioso Impertinente, acaba en tragedia. Son, al fin de cuentas, historias paralelas (las dos protagonistas se van a un monasterio) que intensifican las escenas y se nos queda el regusto, una vez más de la mezcla entre ficción y realidad, verdad y mentira.