Por las calles, dos, tres gentes

pasan sin pena ni gloria,

ven al suelo y nada esperan.

La iglesia está cerrada por la peste.

Llegado de otras tierras

silba el afilador

sonidos de otro tiempo.

Refulgen día y cuchillo.

Montado en su bicicleta,

al ritmo del viento y la melancolía

pregona el fin del mundo.

José León

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