Leo el Quijote en la edición del IV centenario de la Real Academia Española. Es una edición hermosa y bien cuidada, pero demasiado llena de citas que no hacen más que distraer de la lectura. De igual forma, antes de llegar al prólogo, hay ensayos de renombrados eruditos y escritores, lo cual no disgusta, pero cuando se llega al principio del libro, ya es tarde. Por eso en este, como en otros libros clásicos, me salto todas las opiniones y citas. !Ah, recuerdo todavía con cariño la extraviada edición de tapas rojas y con los grabados de Gustave Doré en cada capítulo¡ Es cierto que el lenguaje del Quijote no es accesible en una primera lectura. Incluso un amante del libro, Gabriel García Márquez, lo leyó como que no queriendo cada que iba al baño. Pero esa dificultad, creo, se vence en los primeros capítulos cuando aparecen las primeras risas. En fin, que las ediciones eruditas lejos de animar la lectura, la desalientan, porque le echan polvo a una obra siempre jovial. Y la cuestión que los eruditos aún no entienden está precisamente explicada en el prólogo. El Quijote es un libro para el «antiguo legislador que llaman vulgo». Bien dijo alguien que Cervantes, si viviera, nunca hubiese ganado el premio Cervantes.
Arturo Herrera