Planeta de tugurios, ciudad mía

cabellera ondulante en la llanura,

de angustiado cemento la espesura

de las calles oliendo a minería.

Conozco tus lunares de cianuro

y polvo cálido color de espanto,

tus males no los cura ni el acanto,

para tu cuerpo enfermo no hay conjuro.

Sólo hay que abrir los ojos a tu cielo

y al bálsamo sagrado de tu viento,

andar por las orillas pueblerinas

donde el amor aún tiene un anhelo:

que la historia, por fin, repita el cuento

de las viejas batallas campesinas.

*José León

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