El largo discurso sobre las armas que hace don Quijote deja en qué pensar. Sobre todo porque hay comparaciones polémicas que valdría la pena ponerles atención. Dos hay que más me interesaron. La primera lo referente a la superioridad del oficio de las armas sobre el de las letras. El segundo el ejercicio de la caballería andante en una época donde, aunque incipientemente, la industria armamentística daba sus primeros frutos modernos. Pues bien, estoy de acuerdo con don Quijote en la superioridad del oficio de las armas, sobre todo del que nos dibuja el manchego y que parece más cosa de nostalgia. Acuérdate de vivir, decía Goethe y, sin duda, es más importante vivir, tener experiencias que después ya habrá tiempo para contarlas. Respecto a la fama que busca don Quijote conquistar por medio de sus hazañas, ¿no será que también en eso nos parecemos un poco? Yo me cuestiono, hoy muchas personas, la mayoría adictas a Facebook, Twitter e Instagram, quieren adquirir algo de visibilidad y reconocimiento al precio que sea y con altas dosis de estupidez. Para muestra, lo que cuenta una habitante de Canarias después de la erupción del volcán de La Palma: «Lo más indignante
, explica Jessica, fue ver cómo los turistas que estos días vuelan a la isla, se hacen selfies sonriendo con el volcán detrás, mientras la lava arrasa las viviendas campesinas”. Entonces ¿Cuál es la diferencia con don Quijote? Bueno, pues que don Quijote hizo fama por sus locuras y disparates muy a pesar suyo, pues el quería trascender en el oficio de la olvidada caballería andante, mientras que hoy a muchos les basta y sobra, lo dijo Umberto Eco en su libro De la Estupidez a la Locura, el futuro que nos espera, con ser el tonto que saluda con la manita a las cámaras de televisión.
