Tiempos apocalípticos, tiempos interesantes, tiempos obscuros, en fin, se le ha llamado de distintas maneras a lo que en líneas generales podemos caracterizar como una crisis o peor aún, un colapso civilizatorio. Tanto los críticos como los defensores del capitalismo, coinciden en que en este joven siglo XXI nos encontramos en una crisis sin precedentes tanto económica, financiera, social, política, cultural, religiosa, climática, existencial. Resulta cuando menos irónico que ante esta situación los grupos hegemónicos sigan hablando de crecimiento y desarrollo y de la necesidad de continuar con el modelo que precisamente está generando esta crisis. En ese sentido, como algunos autores han remarcado, existe una pulsión de muerte como característica del sujeto capital en el siglo XXI. Por otra parte, algunos teóricos como Immanuel Wallerstein (2010) y David Harvey (2015) plantean que el capitalismo se encuentra en una fase terminal de la que no podrá recuperarse. Según esta postura se abren dos posibilidades: o creamos un sistema más igualitario y justo o nos condenamos a la instauración de un sistema incluso peor del que tenemos, lo que líneas arriba llamé totalitarismo tecnocientífico.

Como se ve, la situación es crítica y lo que es seguro es que en los próximos años se generaran cambios que afectaran de manera considerable el futuro a largo plazo. Eso es lo que pasa en las recurrentes crisis del capitalismo: son tiempos de peligro y tiempos de esperanza. Ante ese panorama existen sin número de movimientos y organizaciones urbanos y rurales que están planteando alternativas desde su modo de vida.

En Latinoamérica el colapso civilizatorio se manifiesta con ciertas características muy diferentes a otras partes del mundo. Sobre todo, por el papel que ha jugado el subcontinente en el proceso de acumulación. En este sentido, una de las principales disputas se da entre empresas trasnacionales y que instauran megaproyectos para extraer materias primas y los movimientos y organizaciones que surgen en los lugares donde se quieren implementar este tipo de proyectos que contaminan, destruyen y contribuyen poco al desarrollo local, lo que ha generado fuertes conflictos sociales que abarcan varias escalas geográficas e históricas.

En México existen, a la fecha, más de 500 conflictos originados por estos modos de vida en disputa. Principalmente en el mundo rural. Desde inicios del siglo XXI, la instauración de megaproyectos en regiones indígenas y campesinas ha propiciado la movilización y organización de la población. Sin embargo, en los últimos diez años, los conflictos se agudizaron de manera exponencial. Sólo de 2015 a 2018 aumentaron al doble este tipo de conflictos. De igual forma, la capacidad de negociación entre los actores involucrados ha disminuido, exacerbándose la violencia.

En el Valle del Mezquital es histórico y bien conocido el nivel de politización de las comunidades campesinas e indígenas hñähñü, sin embargo, a partir del inicio del siglo XXI, los más fuertes conflictos se han originado por la instauración de megaproyectos como basureros tóxicos, cementeras, aguas tratadoras, gasoductos, refinerías, puertos secos, entre otros.

El Valle del Mezquital es un corazón que se divide en dos mitades. En el suroeste está lo que algunos antropólogos llamaron el Mezquital Verde. Esta región cuyo centro nodal es el municipio de Tula, está altamente industrializada y pertenece a la zona metropolitana de la Ciudad de México. Es, incluso, la región más industrializada del estado de Hidalgo y en el año 2005 fue declarada por la ONU la región más contaminada de Latinoamérica y una de las más contaminadas del mundo. En esta región se encuentran las principales empresas productoras de cemento, convirtiendo a la entidad en el principal productor a nivel nacional. La región del Mezquital Árido, es donde se encuentra el municipio de Santiago de Anaya, centro neurálgico de nuestro tema de investigación. Si bien esta región no ha tenido el desarrollo acelerado del Mezquital Verde, en los últimos veinte años, ha existido un esfuerzo por parte de los distintos niveles de gobierno y de las corporaciones gigantes de integrarla a la dinámica regional que se vive desde hace más de un siglo en la otra parte de la región. Una de las maneras más importantes, entre otras, es por medio de la instauración de cementos Fortaleza y de la tratadora de aguas negras que lleva a cabo grupo Carso, lo que ha generado fuertes conflictos en la mayoría de las comunidades. Por ello Santiago de Anaya y los municipios colindantes son una microregión que en la actualidad nos permitirá comprender otras escalas del conflicto entre esta corporación y los grupos y organizaciones campesinas e indígenas.

Las causas de este tipo de conflictos son de carácter multifactorial. Sin embargo, encuentro al menos una principal y es el sentimiento de agravio que genera en las personas el no ser consultadas o participes del desarrollo que se les impone. El ejemplo más claro lo da precisamente el tema de investigación aquí expuesto. Al principio, cuando se estaban comprando los terrenos para la instauración de la cementera en Santiago de Anaya, se les dijo que sería una empresa para mejoramiento agrícola. Ante esto, los campesinos y campesinas no sólo estuvieron de acuerdo si no que vieron con entusiasmo el que una empresa de ese tipo llegara a la región. A los pocos meses, como los habitantes cuentan, empezaron a llegar los camiones, y a surgir las altas torres, los almacenes, el monstruo que tasajea la tierra, la devora, y la funde a fuego: la empresa para la agricultura era en realidad una cementera. Eso fue lo que encendió los ánimos al principio. Después vinieron otros agravios y otras protestas. Pero una de las causas principales de la conformación del MISA fue el agravio ante el engaño, la traición a la palabra y el abuso de confianza.  

No es la primera vez que se instauran este tipo de proyectos en el Valle del Mezquital. De hecho, existe una ingeniería de los conflictos que las corporaciones han aprendido a través de los años. Una de ellas es la opacidad en la información o las mentiras con las que convencen a la población para que acepte o no se movilicé ante los megaproyectos. Por ejemplo, en el año 2006, se anunció que se instauraría un basurero tóxico en el municipio de Zimapán. Eso dio tiempo y puso en alerta a la población que, de inmediato, se informó sobre los riesgos a la salud que implican este tipo de megaproyectos. Con el tiempo las empresas aprendieron la lección y dejaron de informar con claridad a los afectados por sus megaproyectos.

La presente tesis se inscribe en el tipo de investigaciones que participan con los actores involucrados. Es decir, se basa, epistemológicamente, en la experiencia que tuve con personas de carne y hueso. Por ello, el trabajo de campo y el proceso de acompañamiento e intervención que hice con los integrantes del MISA, fueron desde el principio, parte importante del siguiente objetivo general: 

Comprender el modo de vida del sujeto de carne y hueso y del sujeto capital que intervinieron en el conflicto entre el MISA y Cementos Fortaleza.

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