Fue, si la memoria no me engaña, en el año 2013. En aquel entonces leía con avidez lo que se había escrito respecto a los campesinos del Valle del Mezquital. Sobre todo me llamaban la atención los estudios y reflexiones que en los años setentas realizaron un grupo de investigadores, encabezados por Luisa Paré, Roger Bartra y Eckart Boege sobre el proceso de descampesinización que estaba transformando a los campesinos en proletarios asalariados sin tierra. Más adelante comprendería que la región fue una especie de laboratorio por medio del cual estos académicos habían extraído conclusiones un tanto aventuradas pero que correspondían al debate del momento.
Más tarde, esos mismos intelectuales cambiarían sus posturas o las rectificarían. El caso más extremo, pero no el único, fue el de Roger Bartra, que pasó del marxismo leninismo a, en la actualidad, comulgar con las corrientes liberales de derecha. Así, su postura respecto a los campesinos se hizo más virulenta, y en ensayos que tuvieron amplia difusión, como el de la Jaula de la Melancolía, arremete contra los campesinos como una remora del pasado.
En una ocasión tuve oportunidad de viva voz a Luisa Paré. Fue en el examen de la maestría que sostuvo mi excompañera Rubí. Después de la defensa de su investigación que hizo Rubí vino la sesión de comentarios y preguntas por parte de los sinodales. Cuando le tocó el turno a Luisa Paré, entre otras cosas, dijo que lo que había presentado la examinada era muy interesante, sólo que no coincidía en utilizar la teoría del actor-red de Latour para analizar el bosque en la sierra veracruzana. Según esta propuesta metodológica, los entes no humanos tienen capacidad de agencia y deben de ser tomados en cuenta como actantes que influyen en los procesos que se quieren analizar. Entonces Luisa Paré soltó el chascarrillo:
- Eso de que el bosque tenga agencia y sea un actor, me suena un poco raro. Ni modo que te pongas a hablar con un árbol y el árbol te conteste.
No reproduzco literalmente las palabras de la autora, pero quiero resaltar el desacuerdo que tiene con ver a los entes no humanos como dotados de agencia pues eso ayuda a explicar sus posturas teóricas. En fin, que la propuesta de Bruno Latour le pareció rara. Cuando dijo el comentario muchos se rieron. Pero a mí me hizo dudar de las conclusiones a las que había llegado en sus más relevantes estudios. Como el que realizó en esa misma región veracruzana y que lleva por título Una naturaleza entristecida. Ahí hace una crítica a las creencias en seres imaginarios que la gente del lugar tiene y señala que, ante los cambios en sus formas de vida, esas creencias se estaban perdiendo. Pero, si la Paré no cree en la agencia de los entes no humanos, me dije, ahí ya hay un sesgo relevante en su visión de las cosas. También me quedaba un poco más claro las conclusiones a las que había llegado en el Valle del Mezquital en los setentas, según la cual los campesinos estaban destinados a proletarizarse por completo.
Desde luego, como cualquier en cualquier investigación hay sesgos, lados oscuros que no se ven o que ni siquiera se toman en cuenta. Además, a pesar de los realizaron hace cuarenta años, los estudios de Luisa Paré y los otros investigadores antes citados, siguen teniendo vigencia y utilidad. Aun más que investigaciones realizadas en décadas posteriores. Pero como ellos mismo reconocieron, habían dejado muchas cosas de lado, una de ellas, y a mi juicio la más importante, no reconocer la importancia que tienen los entes no humanos en la comprensión del campesino hñähñu en particular y del campesinado mexicano en general. Así lo señala el propio Boege (1989:11): “En este trabajo traté a los otomíes igual como si hubiese analizado a cualquier campesinado en México. No fui capaz de relacionar la lucha por la tierra con la defensa de un modo de vida en cuyos ejes se encuentra la cultura del maíz y el pulque”. Aunque no sólo se les había pasado la cultura del maíz y el pulque, es interesante que, años después, hayan reconocido ese desliz. Por su parte Luisa Paré (1988:21) señalaría:
El concepto de articulación de modos de producción, muy discutible sin duda, dio lugar a una polémica hasta cierto punto estéril y muy injusta en la mayoría de los casos. Quienes a principios de los setenta intentábamos, con el método marxista, superar las interpretaciones funcionalistas del subdesarrollo, cometimos sin duda muchos errores, como por ejemplo no rescatar todos los esfuerzos anteriores de otros investigadores, dejar a un lado elementos culturales y la antropología misma a costa de la explicación económica y política.
En fin, por sus aportaciones y omisiones, estos autores me ayudaron a plantearme una serie de cuestionamientos en mi abordaje sobre los campesinos del Valle del Mezquital. Además, al conocer otras experiencias en Bolivia y el sur de México, pude comprender lo presente y vivo que está en los pueblos otra manera de pensar, más ligada a los mitos, las alegorías y las personificaciones.
Más adelante, conforme me interesaba más por esta forma de pensar que en los campesinos sale a flor de piel, me di cuenta que en realidad es una de las facultades fundamentales ontológicas y epistemológicas de cualquier ser humano como bien lo mostraron James Hillman y Gastón Bachelard, entre otros. Es decir, el animismo, las personificaciones, los mitos, las fábulas y todo lo que tiene que ver con la imaginación, la loca de la casa, son la base esencial de nuestra forma de pensar, sólo que la racionalidad moderna la ha relegado a los rincones oscuros del sueño o las psicopatologías y espacialmente, a los márgenes del mundo rural. Sin embargo, aún en el centro del mundo financiero y económico este tipo de pensamiento sale todos los días a flote, cuando los analistas nos dicen que los mercados están nerviosos. Solo que se suele ver como una metáfora y no como algo central en la manera que se concibe el capitalismo, en la forma en que lo imaginamos. La tarea que no sé hasta qué punto logré realizar, pero que me ha ocupado buena parte del tiempo, fue comprender cómo la imaginación es el fundamento de nuestra psique y cómo se puede aplicar para abordar los problemas que enfrentamos.